La gratuidad universitaria en la Argentina, un faro para Latinoamérica

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Por Gianluca Garbarino Petrone. Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional de Avellaneda

En un año complejo en la Argentina, se cumple el 70 aniversario de una de las conquistas que permitió a las clases populares introducirse en la cuna del pensamiento burgués. La gratuidad universitaria, derecho otorgado por el Gobierno de Perón el 22 de noviembre de 1949, dio inicio a la incorporación de actores políticos que disputaron las estructuras de poder en las universidades.

Este derecho, actualmente asumido y defendido por gran parte de nuestra sociedad, vino a profundizar lo que se inició en 1918. Aunque esa reforma cambió la matriz universitaria, había algo que faltaba. La mayoría de la población aún quedaba excluida de la Educación Superior. En el marco de un proceso histórico marcado por profundas transformaciones sociales, surgieron nuevos desafíos como el desarrollo industrial, la independencia económica y la definición del rol del Estado y de la sociedad, entre otros. La elite argentina era la dueña y la privilegiada de las universidades, siendo el único sector que podía acceder a la educación superior. El movimiento peronista decidió transformar esta situación considerando necesario pensar una academia al servicio de su sociedad y no una academia al servicio de las clases acomodadas de la Argentina.

Y es, en ese contexto, que la gratuidad dinamitó todo. La matrícula universitaria creció exponencialmente, comenzó a desarrollarse el pensamiento científico, nacional y popular con vocación de servicio al pueblo argentino. Por lo tanto, las universidades ocuparon un rol protagónico en el desarrollo nacional.

La gratuidad no sólo revolucionó la universidad argentina, sino que hizo eco en toda la región instando a otros procesos populares a generar sistemas públicos de educación superior, aunque con algunas restricciones para su ingreso. Es por eso que la particularidad del sistema argentino se centra en tres pilares fundamentales: la autonomía, la gratuidad y el acceso irrestricto, como única garantía de la democratización del sistema.

Incluso en la actualidad seguimos siendo el faro de los movimientos estudiantiles latinoamericanos, como el chileno y el colombiano, que poseen sistemas educativos de exclusión, donde familias enteras se endeudan de por vida para poder llegar a la universidad. Y son las grandes movilizaciones estudiantiles las que le hacen frente y ponen en crisis ese sistema de comercialización de la educación.

Estas luchas llevaron al centro de la escena regional las problemáticas en el acceso a las universidades. Hecho que se vio reflejado en la declaración preliminar de la última Conferencia Regional de Educación Superior de 2018, que define a la Educación Superior como un derecho humano, que debe ser garantizado por el Estado mediante el establecimiento de su gratuidad. Tomamos como un logro que, luego de 69 años de la implementación de la gratuidad en la Argentina, el sistema académico latinoamericano elimine toda posibilidad de que la educación superior pueda ser tomada como un bien transable.

Como estudiantes de las universidades públicas argentinas, y en especial de las universidades del bicentenario, entendemos que el acceso a la universidad nos cambia para siempre como personas. Nos permite creer que, sin importar donde hayas nacido o en qué condiciones, podés ser dueño/a de tu propio destino. Desarrollar, perfeccionar o mejorar esas cualidades que nos permitirán cambiar nuestras realidades personales y colectivas. Porque el/la estudiante de la universidad pública argentina no posee un privilegio, posee el deber de comprometerse con su sociedad y de transformar las problemáticas de su pueblo, porque al fin y al cabo es de dónde venimos.

En el año del 70 aniversario de la gratuidad, otra vez Argentina decidirá hacia dónde llevamos nuestro Estado. Y quienes creemos en la universidad pública, sin dudas no podemos acompañar este proceso de vaciamiento de nuestro país y por ende de nuestro sistema universitario. Porque, por más gratuidad que tengamos, si no existe un Estado presente que busque la realización de nuestro pueblo, nuestras universidades volverán a ser ese lugar de exclusión en el que no estamos contemplados.

Esta democratización del acceso a la universidad fue, es y será cuestionada por el conservadurismo retrógrado, los planteos privatizadores, las ansias excluyentes, los/as detractores/as de la acción estatal y los/as fanáticos/as del ajuste. Hoy, nuestro objetivo, como hace 70 años, sigue siendo el mismo, que toda persona que decida acceder a la universidad, pueda hacerlo. Porque en la Argentina es un derecho que nunca nos dispondremos a abandonar.

Fuente-Universidad Nacional de Avellaneda-Revista Con Información


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