¿Fue correcta la estrategia boliviana ante Chile? – Por La Época, Bolivia
Este 23 de marzo se han cumplido 140 años de la cobarde ocupación militar que Chile hizo de territorio y litoral bolivianos. A diferencia de otros conflictos que el país enfrentó con algunos de sus vecinos, la invasión chilena tiene una especificidad mucho más dura y trágica para el país. Bolivia perdió su derecho de acceder soberanamente al mar.
Pero también este 23 de marzo se cumplen algo más de cinco meses de que la Corte de Justicia Internacional dictara, después de más de cinco años, una sentencia contraria a la demanda boliviana de abrir un diálogo obligado con Chile para encontrar una salida soberana al Pacífico.
Ya con la cabeza un poco más fría, es posible hacer una evaluación de la estrategia y las tácticas empleadas por el gobierno del presidente Evo Morales para recuperar el ejercicio de nuestro derecho irrenunciable de volver al mar.
La estrategia general ha sido precisamente esa: otorgarle a la histórica reivindicación un carácter de derecho y como tal irrenunciable. Y luego desde esa matriz se han desarrollado estrategias y tácticas subordinadas a la primera que, por razones de mayor comprensión, las podemos agrupar en las siguientes.
Primero, la del diálogo y la construcción de confianzas mutuas. Esta se dio desde 2006 hasta 2013, aunque a partir de 2010 Chile empezó a colocar minas explosivas en el camino para hacer reventar la agenda de los 13 puntos que, como no había ocurrido nunca, incorporaba el tema del mar.
Este fue el momento de la apuesta de Bolivia a lograr con Chile una solución no judicial a la histórica demanda. Bolivia confiaba en el lenguaje de la diplomacia y de la política. Lastimosamente, las posiciones más conservadoras dentro de la centroizquierda y la derecha chilenas acorralaron a las posiciones que se mostraban favorables a un entendimiento entre ambos Estados y pueblos. Los retrocesos en el segundo gobierno de Bachelet fueron evidentes y la liquidación del diálogo como método no judicial volvió a fojas cero en el primer gobierno del derechista y conservador Sebastián Piñera.
Segundo, la vía de la justicia. Agotados los esfuerzos para el diálogo sincero y fraterno por exclusiva responsabilidad de Chile, el presidente Evo Morales eligió, de manera correcta, el camino de interponer una demanda judicial ante la Corte Internacional de Justicia. Después de un profundo debate interno, sin que todavía sea de conocimiento público, se optó por presentar una demanda para lograr un diálogo obligado entre ambos países, con lo que se dejó como reserva la demanda marítima propiamente dicha y que hoy sería perfectamente legal y legítima si el gobierno la presentara sobre la base de la sentencia de la CIJ de octubre de 2018.
La sentencia de la CIJ ha sido un duro golpe para Bolivia en términos de no haber logrado un “diálogo obligado”, pero al mismo tiempo ha abierto otras posibilidades que, sin bien no son muchas, están en manos del Estado Plurinacional para volver a posicionar el tema del derecho de volver al mar. Solo dos aspectos cruciales de la sentencia de las que Bolivia puede agarrarse: el que nacimos a la vida independiente con mar, por un lado, y que la sentencia no es un impedimento para que ambos estados busquen una solución a un tema pendiente.
Es verdad que antes de conocerse la sentencia hubo mucho optimismo y certeza de que la sentencia estaría de nuestro lado. Un triunfalismo comprensible que no debería usado para criticar la decisión valiente del presidente Evo Morales de presentar la demanda ante La Haya.
* Editorial de La Época, Bolivia
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