NODAL en el Festival de Cine de Costa Rica: las mujeres al frente
Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura (Desde San José de Costa Rica)
Costa Rica es una de los países con mayor biodiversidad en el mundo. Como toda Centroamérica, también diversa culturalmente. La región lo es en su conjunto. Fruto de los procesos comunicativos hegemónicos, de las barreras para la circulación de nuestro capital simbólico y de la falta de encuentros entre los diversos en la unidad, desde lejos todo se ve como una sola cosa: sin matices, sin relieves.
Sin embargo la producción audiovisual de la región, y en particular la de Costa Rica, crece de manera sostenida. De cerca, aquello que de lejos nos hacen ver sin matices, se descubre rico y diverso. Con lenguas, hablas y voces que reclaman y merecen la escucha más allá del barrio.
En ese sentido el Festival Internacional de Cine de Costa Rica, que comenzó el 28 de marzo y se extenderá hasta el 6 de abril, es un excelente escenario para advertir esta realidad y conectar con los realizadores, los actores políticos y los públicos. Estos, ávidos por ver algo más allá de las producciones de Estados Unidos, colman las salas en las que se proyectan las películas convocadas por el CRFIC.
La apertura se llevó a cabo el jueves 28 en el Cine Magaly de la ciudad de San José, capital del país. Quien primero habló en la ceremonia fue el director artístico del CRFIC. Raciel del Toro sostuvo que la importancia de un festival de cine “radica en que son la primera ventana, y a veces la única, de muchas películas que acrecientan nuestra colección de recuerdos, de memorias y de emociones”. En su corto discurso se ocupó de defender la necesidad de la promulgación de una nueva ley de cine. “Un país sin cine es un país con un rostro difuso y una voz tímida”. La importancia radica no solo en los recursos económicos que genera, sino también por su valor simbólico. “Es la defensa de nuestra cultura. La ley del cine no es el privilegio para un sector, es crear el cimiento para contar nuestras propias historias y para compartir nuestras propias imágenes”
Luego se proyectó un cortometraje donde actores, realizadores, productores, técnicos y funcionarios públicos explican los porque de la importancia de la sanción de una nueva ley, que lleva años esperando su aprobación. Ese fue el momento en que se escucharon los aplausos más intensos y prolongados de la noche.
La directora del Centro Costarricense de Producción Cinematográfica, Ana Xóchitl Alarcón, señaló en su discurso los tres ejes que se fijaron como punto de partida de esta edición: mayor acceso del público, reconocimiento del trabajo de la mujer en el cine y visibilización de la memoria histórica y audiovisual costarricense.
Llamó a promover la justicia territorial en el acceso a los bienes audiovisuales. “Decidimos que no podía ni debía ser exclusivo de San José”, afirmó. También resaltó que 34 de las 66 películas que se presentaran en el Festival son dirigidas por mujeres y que la invitada de honor, sobre quien se organiza una sección retrospectiva, es María Secco, directora de fotografía uruguaya. Además explicó que en cada función se presentará un cortometraje documental, fruto de un trabajo que se realiza desde hace varios años en el rescate del archivo cinematográfico del país, que contribuirá a la construcción íntima y colectiva de los costarricense. Citando al cineasta chileno Patricio Guzmán afirmó “un país sin cine documental es una familia sin álbum de fotografías”.
Película de apertura
Cómprame un revolver, película mexicana de Julio Hernández Cordón, fue la elegida para abrir la muestra. Laobra está marcada por la violencia narco, bajo la cual están sometidas ciertas regiones del país, pero contada desde la mirada de una niña metida en el medio de un mundo donde solo la suerte garantiza la sobrevivencia. La película se organiza con momentos de un humor incómodo, aportes de la fantasía distópica, la ambigüedad, el borramiento de toda mirada moral y la ausencia de toda compasión. Bajo ese trabajo de desarticulación de lo dado en las producciones sobre el narco, la historia es terrible, violenta, impiadosa, pero está lejos de todo juicio de valor, de cualquier explicación y de todo intento de respuesta. Como en casi todas las películas del realizador, los niños / jóvenes ensayan salidas desde la acción inmediata frente a los propios hechos, prevaleciendo una suerte de una fuga hacia adelante.
“Mis películas y mis historias mezclan códigos, mezclan géneros. Creo que uno de los objetivos del arte es la diversidad”, explicó Hernández Cordón a Nodal Cultura. “Mis temas tienen que ver con personajes en situaciones tremendas, pero que no se lo toman tan a la tremenda. En mis películas siempre se intuye que va a haber algo tremendo, y ocurre, pero soy una persona con mucho humor. Mis personajes están viendo siempre como se evaden o se escapan, pero nunca juzgo a mis personajes, nunca los castigo. En Cómprame un revolver hay una justicia violenta, pero es una respuesta que los chicos pueden tomar en una circunstancia dada, no es algo premeditado”.
Niñas, adolescentes y mujeres
Más allá de las cuestiones a propósito de los géneros que están presentes de manera notoria en el catálogo del CRFIC, y aunque que las obras no solo ponen foco en las discusiones que proponen los movimientos de mujeres, las primeras dos jornadas podrían pensarse desde las miradas de las niñas y adolescentes protagonistas.
La notable película mexicana La camarista es una mirada cercana sobre la condición de clase de una empleada de limpieza de hotel. La particularidad del trabajo es que desde la primera escena queda claro que esa explotación tiene un lógica y una forma especial sobre las mujeres. La sutileza con la que Lila Avilés, su directora, y Gabriela Cartol, su protagonista, construyen ese espacio de opresión y enajenación de la trabajadora, tiene momentos de una precisión crítica notable. Lejos del minimalismo abúlico de muchas películas que se ven en festivales, La camarista es incisiva y vital.
Y si una niña en un mundo distópico es la protagonista de Cómprame un revólver, niñas y adolescentes serán quienes miren el mundo de los adultos, que construyen una comunidad alejada de la ciudad en los albores de la democracia chilena. En Tarde para morir joven de la chilena Dominga Sotomayor, ese mundo, creado alla hipismo de los ’60, funciona como una utopía, pero con fallas. Esas pequeñas grietas son lo que se narra desde aquellas miradas. A la historia se entra, y se sale, con la corrida de una perra muy grande que puede recordar al filme La historia sin fin. La imagen se convierte, más allá de la voluntad de la realizadora en el ingreso a un mundo ciertamente irreal, aunque haya sido un sincero de construir otro mundo.
Serán niñas las que mirarán a su madre sometida por un régimen patriarcal explícito en la por momentos asfixiante El despertar de las hormigas, película costarricense de Antonella Sudasassi. Y será una niña inquietante en extremo, la que construya la tensión dramática en la también tica Agua fría de mar, película de Paz Fábrega del año 2009, que forma parte de la retrospectiva de la fotógrafa María Secco. Aquí Karina, la niña protagonista, aparecerá y desaparecerá de la vida de Mariana y tensionará su propio deseo y su relación con Rodrigo, su futuro esposo. Si para la joven pareja fue una aparición, para sus padres fue una desaparición. Así el mismo hecho sirve para presentar dos historias que en paralelo capturan al espectador, que espera que todo estalle en algún momento. Esa tensión es el motor central de la película.
La presencia de un cine de mujeres, y con su mirada, no está presente en Costa Rica de casualidad. Es una de las decisiones curatoriales explícitas, y revelan que el cine de Centroamérica y de toda la región está caminando al lado del movimiento social y político más importante y transformador de las últimas décadas. Abrir lugares para estas producciones, llenando salas como lo están haciendo, es también un modo concreto de ejercitar la descolonización de las pantallas.