Brasil y sus vicepresidentes prudentes – Por Horacio Lenz y Rafael Ruffo

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En Brasil, los procesos políticos que se desarrollaron en el último periodo democrático tienen una particularidad que pocas veces se ha destacado. En tres décadas, tres Vicepresidentes se han hecho cargo del poder, con resultados remarcables. Cuando la desgracia o el desorden político parecían encaminar al país a un destino irreversible de crisis, ella, sin embargo, logró evitarse.

No se trata aquí de hacer historia contrafáctica; ese tipo usual del discurso periodístico y aún historiográfico, de dudosa reputación y envidiable éxito editorial, que parte siempre de la pregunta “¿Qué hubiera sucedido si…?”. ¿Qué hubiera sucedido en Brasil si Tancredo Neves no hubiera fallecido? ¿Si Collor de Mello o Dilma Roussef hubieran alcanzado los votos necesarios para zafar del impeachment? Se trata, en cambio, de valorar una institución republicana, la vicepresidencia, que muchas veces permanece en las sombras de nuestras democracias hiperpresidencialistas o, peor aún, su acción desata crisis políticas con consecuencias penosas. Nuestra región es fértil en casos que derivaron en este sentido.

Recordemos estos tres nombres; José Sarney, Itamar Franco y Michel Temer. La vuelta al Estado de Derecho del Brasil se alcanzó a principios de los 80 luego de un proceso negociado entre las fuerzas políticas y el Gobierno Militar de la época y fue el resultado de la presión ejercida por importantes movimientos políticos callejeros y sindicales que estrangularon el camino de la Dictadura Brasileña (que para muchos ya era una dicta-blanda) bajo la consigna “Direitas ya!!”.

Aquel proceso de reordenamiento institucional, a través del voto popular, siguió un plan político de democratización progresiva y pautada que fue regularizando sucesivos estamentos administrativos e incluyó como punto de partida la no revisión del pasado inmediato. El primer paso democrático se dio en las Preifeturas (municipios), luego siguieron los Estados Federales y se culminó con la elección de Presidente mediante el procedimiento indirecto, elegido por la Asamblea Nacional en 1985.

De ese mecanismo complejo en materia de negociación política surgió una fórmula presidencial encabezada por Tancredo Neves, acompañado por José Sarney como Vice. Ambos eran dirigentes políticos de larga tradición, provenientes de los Estados de Mina Gerais y Maranhao respectivamente. La fórmula unía la tradición política de los mineiros con la de los denominados coroneles nordestinos que controlan entre ambos la mayor porción territorial del Brasil.

El imprevisto trágico surgió con la inesperada muerte de Tancredo Neves como resultado de una mala praxis médica en un hospital público días antes de asumir. Lo que parecía una situación de alta complejidad y potencialmente explosiva encontró en el camino de la política y la moderación, de la mano José Sarney, un camino de orden y concordia.

Su gobierno fue una verdadera transición y creó las bases de la ingeniería política institucional que llevó al Brasil a la democracia plena. En materia de política Internacional colocó las bases del Mercosur junto a Raúl Alfonsín (Argentina), Julio María Sanguinetti (Uruguay) y el General Andrés Rodríguez (Paraguay).

Luego de completar su mandato, la democracia se consolidó; Fernando Collor de Mello asumió en marzo de 1990 luego de vencer en el balotaje a Lula da Silva. No es necesario a los efectos de esta nota recordar los sucesos que permiten caracterizar al gobierno de Collor de Melo como una etapa de un gran desorden político. Graves acusaciones de corrupción contra el nuevo presidente culminaron en un impeachment que lo destituyó. Otra vez Brasil parecía avanzar con decisión en la senda del caos. Sin embargo, la asunción de Itamar Franco otra vez volvió a encarrilar la política. Esta vez fue el inicio de un periodo de notables éxitos políticos y económicos.

Durante su gobierno, el Ministro de Economía Ciro Gomes, puso en marcha el Plan Real. Este plan de estabilización macroeconómica tuvo un gran éxito y proyectó consecuentemente a Fernando Henrique Cardozo a la Presidencia de la Nación. Siguieron ocho años de éxito económico que se potenciaron luego en los siguientes dos periodos de José Ignacio “Lula” Da Silva.

Como suele suceder en los procesos políticos en los que se coloca a la organización partidaria por debajo del predominio del líder, el PT (Partido de los Tabuladores) y Lula designaron a una técnica, de tradición ideológica dura y sin carisma, Dilma Rousseff, como la sucesora destinada a encarnar una continuidad “prolija ” del legado Lula.

A pesar de haber sido reelecta, su gobierno navegó en las contradicciones y finalmente naufragó a causa de ellas. Dilma se alejó de Lula y se distanció del PT para gobernar con el apoyo de un grupo de colaboradores de marcado perfil técnico. Un error en el que suelen caer tanto liberales como marxistas que creen demasiado en sus ideas y muy poco en la política. Consumó así la ruptura interna de ese exitoso frente que había construido mayorías políticas y logrado incluir a millones de brasileños a los estándares mínimos del consumo, a los servicios básicos y a la educación. En su momento de su mayor debilidad los enemigos de ese movimiento lograron enjuiciar y destituir a Dilma Rousseff y llevar a la cárcel al ex presidente José Ignacio Lula Da Silva, impidiéndole una casi segura victoria electoral.

Brasil, quien hacía apenas unos años atrás había formado parte fundamental del BRICS –un embrión original e interesante en el nuevo orden mundial- y se había convertido en el actor clave de la región, parecía empeñado en desbarrancarse. En este contexto, a pesar de estar acusado de conspirar contra su anterior Presidenta y sus socios en la coalición de gobierno y envuelto en escándalos, Michel Temer, sin embargo, logró atravesar con inteligencia la catástrofe que se avecinaba. Durante el breve mandato de este cuadro histórico del PMDB la macroeconomía no se descontroló, se organizaron elecciones limpias y transparentes y entregó el mandato a un nuevo Presidente electo por la voluntad popular; Jair Bolsonaro.

Este proceso tuvo resultados inesperados. Una campaña electoral centrada en el fomento del odio y la calumnia elevaron a un personaje mediocre y sin virtudes aparentes a la Jefatura del Estado más poderoso de la región. A través de Bolsonaro, las Fuerzas Armadas han logrado el regreso al poder de los militares en la democracia, una verdadera “hazaña” estratégica. Las primeras acciones de gobierno de Bolsonaro transcurren en la confusión general, las contradicciones internas son de orden diario, las acusaciones de corrupción alcanzan a sus hijos y, como resultado evidente, su reconocimiento en la opinión pública se desbarranca. Peor aún, el descrédito internacional se está derramando luego de su fallida intervención en el Foro Económico de Davos.

Surge entonces la figura del actual vicepresidente, Hamilton Mourao, quien está poniendo algún grado de equilibrio a los disparates de Bolsonaro, sus hijos y algunos de sus ministros. En declaraciones periodísticas, reuniones institucionales o exposiciones públicas Mourao se ha diferenciado de su Presidente en cuestiones muy relevantes. Convendría tomar nota de ellas para proyectar la política internacional brasileña en un futuro cercano.

En primer lugar, se ha conocido su oposición a la idea de Bolsonaro de establecer una base de EEUU en territorio del Brasil. Esta idea, muy agitada durante la campaña, ha sido desechada. Luego, y más importante aún, ha logrado neutralizar cualquier intento de contingencia militar contra Venezuela, cuya crisis sus vecinos regionales no hacen más que avivar. En tercer lugar, muchos le atribuyen a las Fuerzas Armadas, de las que Mourao es su vocero directo, el haber descartado la disolución del Mercosur; otra idea meneada durante la campaña electoral. Bolsonaro y Macri han ratificado su continuidad y declarado su intención de reformarlo antes que de terminarlo.

Más recientemente, en una reunión con el Embajador de Palestina, Mourao garantizó personalmente que no estaba dispuesto a apoyar el traslado de la embajada del Brasil ante Israel a la ciudad de Jerusalem. En estos temas, el vicepresidente ha venido manifestando su disidencia con el Canciller Araujo y su política de alineamiento con los Estados Unidos.

En las últimas tres décadas Brasil ha tenido tres vicepresidentes al mando del Ejecutivo; uno por muerte y dos por impeachment. Hoy, aquel candidato a vicepresidente, el general retirado de “Calavera y Cuchilla” caracterizado por sus declaraciones racistas y violentas, se ha convertido al Evangelio de la moderación y está siendo considerado por la prensa internacional como un ejemplo de racionalidad. Otra vez, un Vicepresidente prudente; ocupando el único cargo del que Bolsonaro no lo puede despedir.

Acerca del autor Horacio Lenz

Horacio Lenz es Profesor de Geografía. Ex Director de Relaciones Internacionales de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. Actualmente es Asesor en temas internacionales del Bloque de Diputados del FPV PJ.

Acerca del autor Rafael Ruffo

Profesor de Historia (UBA). Licenciado en Ciencias Políticas (UBA). Cursó Maestrías de Opinión Pública (UNSAM) y Políticas Públicas (UNSAM – Georgetown U.) Es docente titular ordinario e interino en la Universidades Nacionales Arturo Jauretche y de La Matanza. Director del Centro de Política y Territorio de la UNAJ.

Revista Mestiza de la Universidad Nacional Arturo Jauretche


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