“Jóvenes, trabajadores, migrantes”: procesos formativos de una generación de costureros en la CABA – Por Lucía Vera Groisman

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Por Lucía Vera Groisman *

En este artículo me propongo analizar el surgimiento de una generación de dirigentes migrantes bolivianos -protagonizada por jóvenes- en procesos de transmisión intergeneracional de identificaciones nacionales, étnicas y de clase y de saberes sobre la acción política.

Aquí sostenemos que estas experiencias formativas transcurren en procesos de disputa en los cuales la juventud migrante se apropia de saberes sobre la acción política – resistiendo nociones sobre el trabajo y los trabajadores-, resignificando identificaciones nacionales, étnicas y de clase formuladas por sus antecesores, e introduciendo una nueva posición pública visibilizada en los medios de comunicación.

El trabajo aborda mi experiencia de campo con jóvenes migrantes bolivianos del Colectivo Simbiosis Cultural (SC, en adelante), sobre las movilizaciones en torno al trabajo en talleres de indumentaria en la CABA, desencadenadas por dos incendios producidos en esos reductos laborales durante marzo de 2006 y abril de 2015.

Se estima que son 5000 los talleres de costura precarios en Buenos Aires, que producen el 80% de la ropa que se comercializa en el país. Hace años que colectividad boliviana ocupa estos puestos, de costureros –trabajadores empleados- y talleristas -dueños de talleres y/ o máquinas de coser. De acuerdo con los testimonios recabados de un conjunto de denuncias realizadas en el año 2005 por Pacceca y Courtis, los contratos, la producción y la venta de la ropa confeccionada, están fuera de toda habilitación o marco regulatorio. Las jornadas alcanzan las 16 horas, son recurrentes la falta de pago o pago ínfimo, las restricciones de movilidad, precariedad e inseguridad de las instalaciones; el lugar de trabajo era a su vez vivienda.

Así, muchos de los trabajadores fueron traídos de Bolivia por paisanos con ofertas de trabajo cuyos términos no se respetaban en el lugar de destino. Varios ingresaron al país ilegalmente, sin la documentación adecuada, situación que propiciaban las amenazas de deportación o encarcelamiento de sus empleadores, para evitar que salieran del taller o exigieran el cobro de los salarios prometidos en la oferta inicial.

La organización SC, surge a fines del año 2007 con la intención de llegar a jóvenes paisanos para reflexionar críticamente sobre la vida en torno al taller textil como única vía posible de vida, y cuestionar los estereotipos respecto los bolivianos y el trabajo, naturalizados por medios de comunicación, el Estado y las organizaciones civiles, tras la tragedia del taller de Luis Viale en el año 2006. Conformada por jóvenes de migrantes y de argentinos descendientes de bolivianos cuya edad actual promedia los 30 años, provenientes de distintos Departamentos de Bolivia, principalmente de La Paz. Sus integrantes son costureros, y sus diversas trayectorias laborales ilustran parte del amplio abanico de condiciones y relaciones de trabajo, de modalidades de reclutamiento, permanencias, mudanzas e intereses, que abarca el rubro de costura de indumentaria, arriba mencionadas.

La mayoría de los SC arribó a la Argentina con un plan familiar –de alguno de sus progenitores-, de ahorrar un tiempo y retornar, sin embargo este plan fue redefinido. Una minoría eligió migrar con el plan de trabajar, ahorrar y regresar. Todos trabajaron en talleres con familiares, no siempre exentos de situaciones abuso por parte de los mayores a cargo, ni de la expectativa de ascenso social materializada en agrandar el taller y emplear compatriotas. De acuerdo con lo que puedo interpretar de los relatos de los integrantes de SC, mis interlocutores habrían alcanzado cierto ascenso social, pasando por diversos trabajos en talleres textiles hasta mejorar las relaciones y las condiciones de trabajo y vivienda. Algunos trabajaron en fábricas textiles que pertenecen al universo de trabajo registrado. En la actualidad trabajan en una cooperativa textil impulsada por ellos, denominada Juana Villca.

La mayoría se socializó tempranamente en instituciones educativas argentinas, cursó  estudios primarios, continuó los secundarios, y varios siguieron estudios terciarios en el AMBA. Asimismo realizaron talleres de formación y diversas actividades de recreación en distintas instituciones de migrantes. Dos de sus dirigentes fundadores tienen estudios universitarios incompletos.

Su actual lugar de reunión es la Casona de Flores, donde desarrollan algunas de sus principales actividades. Allí funciona su editorial, presentaron libros de su autoría, articulan acciones con intelectuales de Bolivia e investigadores argentinos. Ahí produjeron el Periódico el Visor Boliviano, tienen la oficina del Observatorio de Trabajo Sumergido que conforman con investigadores especializados en el trabajo migrante desde el año 2015; allí transcurrieron las Asambleas Populares Textiles tras el incendio de Páez durante abril y mayo de 2015.

FORMACION DE UNA NUEVA GENERACIÓN

De acuerdo con mi relevamiento de campo con los SC, por un lado, una de las principales experiencias comunes la conforman las referencias a su lugar de origen y/o el de sus progenitores. A su vez, la migración resulta en sus vidas una condición significativa y de auto adscripción, sea que hayan migrado o lo hayan hecho sus padres cuando ellos eran niños. Asimismo, comparten la vivencia de socialización temprana, inclusive el tránsito escolar por la escuela pública en la argentina.

Por otro lado, particularmente el incendio de Luis Viale marcó un antes y un después, entendemos que se trató de un acontecimiento que rompió con la continuidad histórica en la vida colectiva de los SC. Para todos ellos, el incendio resultó una experiencia significativa que impactó fuertemente en sus vidas y luego funcionó como un principio de identificación común, sobre el cual compartieron caracterizaciones. Como veremos luego, las acciones de un sector de la colectividad, activaron en la juventud estudiada, la construcción de un “nosotros” en términos generacionales, en oposición a sus antecesores.

A partir del incendio ocurrido en otro taller en abril de 2015, se objetiva esa generación con acciones, posicionamientos políticos e identificaciones propias que se venían construyendo desde finales del 2007; oponiéndose a la organización de los adultos connacionales (COCOBO), precursores en la dirección de la movilización en torno a los talleres de costura, que durante el 2006 habían ocupado un lugar de interlocutores con el Estado en tanto “representantes” de la colectividad.

En el 2015, se consolida entonces la emergencia de una nueva generación en la dirección de la movilización protagonizada por la juventud, que compartía una posición generacional y la situación o conexión generacional (contemporaneidad y coetaneidad –o misma etapa de la vida); en tanto asumen la pertenencia a un grupo de edad y se autodefinen con una identidad grupal como la de “jóvenes trabajadores costureros migrantes”, con experiencias colectivas compartidas y puntos de vista comunes; constituyéndose como Unidad generacional.

Afirmamos que se consolida dicha generación, en tanto la postura de los jóvenes alcanza un lugar de visibilidad en la arena pública, recién tras el incendio de Páez; después de nueve años de sostener la consigna No Olvidamos (los incendios sus causas y sus víctimas)- y la demanda de justicia, abandonada por sus antecesores. Hasta el 2015 sus acciones fueron principalmente formativas, destinadas a la comprensión del problema del trabajo de costura y de la construcción de identidad común, articulando reflexiones con investigadores argentinos y bolivianos con orientación autonomista.

DISCONTINUIDADES INTERGENERACIONALES EN LAS APROPIACIONES SOBRE LAS IDENTIFICACIONES Y LA ACCIÓN POLÍTICA DE LA JUVENTUD

Aquí nos centraremos en las apropiaciones de los jóvenes que establecieron  la postura innovadora de esta nueva generación que sugerimos más arriba. Si bien entendemos que los procesos políticos y educativos en estudio no se limitan a las resistencias y producción cultural y que los procesos de identificación no se producen únicamente por oposición, en esta oportunidad focalizaremos en las discontinuidades, tal como lo hacen nuestros interlocutores. Éstas se expresaron fundamentalmente en los sentidos de la acción política, en las consignas y las nociones del trabajo en el taller.

Para comenzar a analizar las apropiaciones de los SC sobre la acción política y las identificaciones que la constituirían en una nueva generación en la dirección de la movilización en torno a los talleres textiles, partimos de las reivindicaciones de la colectividad boliviana, que de acuerdo a distintas fuentes en un principio habría actuado de manera unificada, demandando justicia por las víctimas. Sin embargo, los adultos que la impulsaron fueron virando la demanda hacia la defensa de los puestos de trabajo y la suspensión de allanamientos, fomentados por la Alameda y concretados por el Estado, que intervino clausurando talleres e incautando las máquinas de coser.

Frente a este cambio de consigna surgieron distintas caracterizaciones sobre el tipo de relaciones laborales que se desarrollaban en los talleres. Los adultos antecesores de COCOBO con quienes disputan, manifestaban por un lado, que se trataba de un “problema exclusivo de bolivianos” “de la colectividad”; por otro lado, convocaban a la “unidad de los paisanos”. Según los SC, “los talleristas se presentaron como comunidad boliviana afectada, planteando las cosas como asunto de nacionalidades” .

Por otro lado, los dirigentes del 2006, focalizaron la demanda en la preservación de sus fuentes de trabajo responsabilizando a los fabricantes “coreanos y judíos explotadores” de su falta de regularización en tanto exigían mucho en poco tiempo y les pagaban poco por prenda; esta demanda se expresó en la consigna de “precios justos” . Finalmente, este sector se auto identificó como “trabajadores, no esclavos” . Además, algunos abogados que acompañaron las movilizaciones -“defensores de los talleristas” según SC, -, fundamentaron las relaciones dadas al interior del taller como prácticas tradicionales preincaicas asentadas una cultura ancestral de trabajo, basada en la reciprocidad y en el esfuerzo , y en el precepto moral preincaico que sostiene “no robar, no mentir, y no ser flojo” .

Los jóvenes en cambio, por un lado sostuvieron largos años la demanda justicia para las víctimas, hasta inclusive contribuir a que se realice el juicio nueve años después del incendio. Por otro lado, continuaron con el reclamo de “mejoras en las condiciones de trabajo”, reflejada en la consigna de 2015: “queremos talleres dignos, con trabajo e inclusión”.  También se distanciaron de la arenga de “unidad” de los connacionales en tanto habría funcionado como una “utilización del bolivianismos” que “no distinguen clases sociales, ni intereses” al interior del taller. Según uno de los principales referentes de SC, dicha unidad ocultaría “la terrible desigualdad interna que vive nuestra colectividad”.

Asimismo, criticaron la adscripción de “trabajadores” asumida por sus antecesores en tanto era asociada directamente a la consigna de unidad y la atribución de responsabilidad a otra nacionalidad. Los SC criticaron que aglutinándose bajo esos términos “trabajadores” “bolivianos”, “desaparecieron al costurero” que se trataría de una clasificación que habría funcionado “para consolidar un sistema de explotación o como quieren verlo ellos, como sistema de progreso”. Por último, discutieron la postura basada en la comunidad ancestral, en sus palabras: “es una mentira que nosotros adoptamos esta forma de trabajo porque somos trabajadores y honrados, ese discurso solo sirve para mantener a un costurero en la máquina”. Para un referente de SC, este precepto funcionaria bajo un estereotipo  internalizado de sumisión, que contribuiría a reproducir el taller tal como estaba.

La otra postura de antecesores- la de la Alameda- identificada por “los talleristas” como quienes “atacan” sus puestos de trabajo, basa buena parte de su acción en la denuncia a los talleristas (no familiares) y a grandes marcas comercializadoras. Con una retórica pública que caracteriza las relaciones de trabajo en el taller como esclavistas y a sus trabajadores costureros como “esclavos”, propone eliminar esta modalidad de trabajo, “salvar”, “rescatar” a los migrantes “víctimas de la servidumbre”. “Los jóvenes”, por un lado rechazan esas categorizaciones en tanto los infantilizaría, cosificándolos y negándoles agencia para cambiar sus propias condiciones de vida. Según sus referentes, esa postura “nos victimiza y nos anula como sujetos políticos”. Por otro lado, caracterizan que esta postura refuerza otra imagen estereotipada de la bolivianidad basada en la sumisión y el sometimiento. Su propuesta, puja por una organización de costureros migrantes que en parte se alcanzaría dando una batalla interna que desnaturalice la mirada de sus paisanos, que ven al taller como única opción posible.

Si bien los SC reconocen cierto carácter forzoso –extraeconómico- que clasifican como “diferencial de explotación”, estos lo asociarían a la condición migratoria y a la interiorización de los bolivianos de estereotipos basados en la laboriosidad y la honestidad- que se traducen en la permanencia en el taller y a la expectativa de poner un taller propio-, aprovechados por los dueños de los talleres; antes que a un modo de producción pre-capitalista como caracteriza la Alameda . En síntesis, mientras que los COCOBO niegan la explotación, asumiendo que solo en pocos casos habría faltas, no delincuencia, los de la Alameda asumen su existencia asociándola a la servidumbre y la esclavitud; en cambio “los jóvenes” habrían innovado en la caracterización del tipo de relaciones dadas al interior del taller, ofreciendo una interpretación de clase vinculada a su condición migrante.

En respuesta a estas caracterizaciones, los SC se reconocen como “jóvenes trabajadores, migrantes y costureros”, adscriben a la juventud distanciándose de los antecesores adultos, que representarían a los talleristas con prácticas interesadas, motivo por el cual se autodefinen como costureros. Se proponen como “migrantes” para distanciarse de los estereotipos de la bolivianidad basada en la cultura del esfuerzo y en la negación de la fragmentación social y los intereses enfrentados inherentes a las relaciones de explotación, que naturaliza como única opción la vida en el taller.

Por último, encontramos mecanismos y experiencias políticas apropiadas por los jóvenes activistas puestos en práctica para visibilizar y tramitar demandas reflejan discontinuidades generacionales, a saber: el trazado de alianzas establecidas con organizaciones argentinas y, con estas en algunas oportunidades, el sostenimiento de la movilización en torno al trabajo en el taller de costura hasta la actualidad. Finalmente, arriesgaremos hipótesis respecto de estos saberes sobre la acción política que habrían contribuido a darle origen a la postura y las identificaciones analizadas.

En cuanto a las alianzas, mientras que la Alameda articulaba acciones con la Defensoría del Pueblo de la CABA y la Liga por los derechos del Hombre, COCOBO trazaba alianzas con el Gobierno de Bolivia y negociaba con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como representante de la Colectividad. Estos últimos y principalmente ACIFEBOL apadrinaban diversas organizaciones de residentes bolivianos en la argentina, vinculadas a la recreación como fraternidades de danza y sus referentes eran inclusive dueños de radios dirigidas a la colectividad.

Mientras que los adultos organizados con los que establecen los procesos de transmisión, habrían asumido una posición defensiva (y cerrada) frente a la sociedad receptora, interpretando la medida del gobierno local de clausura de talleres como una “política agresiva y anti boliviana”, los jóvenes trazan alianzas para la movilización con diversidad de organizaciones de DDHH, gremiales como UTE, CTA, y partidos políticos como Patria Grande, el Frente de Izquierda y sus legisladores y otras organizaciones de jóvenes reunidos en Jallalla y Generación Evo.

En cuanto a la temporalidad y la espacialidad de la demanda, mientras que dichos adultos abandonaron la movilización en torno a los talleres unos meses después de iniciadas, los jóvenes organizados la sostuvieron en el tiempo, marcando distancias generacionales en cuanto impulsar y sostener acciones que apuntan a modificar las condiciones de vida de los migrantes en la Argentina. La Campaña por el Juicio por las victimas de Luis Viale, direccionada por SC y un conjunto de investigadores, resulta un buen ejemplo de su sostenimiento. Sin embargo, los antecesores referentes de la colectividad, según mis interlocutores, habrían abandonado la causa de justicia, por un lado, para adentrarse en la las negociaciones con el gobierno boliviano por la representatividad de los residentes en argentina, en el gobierno boliviano, usando la movilización como acumulación de caudal político.

Finalmente, la experiencia diferencial de migración, que ubica a dichos jóvenes en una socialización temprana en la argentina, su nivel educativo adquirido en el lugar de residencia y su trayectoria política con tradiciones asociativas vinculadas al marxismo, al autonomismo y el cooperativismo, las alianzas con organizaciones argentinas, la caracterización de clase como relaciones que priman al interior de taller. Y su articulación con investigadores argentinos y bolivianos en espacios de formación, explicaría asimismo la postura asumida. Restaría para futuros trabajos profundizar en estos aspectos y triangular la perspectiva de los jóvenes con la de los antecesores.


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