Venezuela: el macaneo y la complicidad – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El socialismo real colapsó y las revoluciones foquistas en América Latina perdieron sentido. Eran tiempos en que los gobiernos militares de la década del 60 y del 70 no alteraban instituciones consolidadas porque la opción no se planteaba entre dos formas de democracia: la social y la liberal; sino entre dos autoritarismos: el de izquierda radical y el de derecha biodegradable; en otras palabras, la violencia de la izquierda despertó la reacción de la derecha y ambas utilizaron los mismos métodos en su disputa por alcanzar o permanecer en el poder.

En 2019 las cosas son distintas. Luego del contumaz fracaso del socialismo, el populismo clientelista que vino en su auxilio duró hasta que los recursos alcanzaron. La combinación de recaudar como capitalista insaciable y gastar como socialista indisciplinado alcanzó los resultados conocidos. Gobiernos como los del matrimonio Kirchner o los de la dupla Lula da Silva-Dilma Rousseff eran de la idea de que la riqueza la crea la mano mágica del Estado y decidieron ignorar la competencia como el mejor instrumento de control social del mercado. El clientelismo, en su lugar, recurrió al falso altruismo de la burocracia estatal y monopólica.

La Venezuela chavista cocinó su destino con la misma receta y aunque su Canciller niegue la crisis humanitaria, más de un 60% de la población vive bajo el nivel de pobreza, la inflación supera el millón por ciento anual, los medicamentos desaparecieron, los presos políticos llenan las cárceles y el terrorismo de Estado se manifiesta en su más trágica expresión. Se ejecutó la partitura inicial de Fidel Castro y se insiste en afirmar que la pobreza es culpa de los otros y que el imperialismo es el responsable del default económico y moral del pueblo. Al mismo tiempo la superficie venezolana que está sobre las reservas de petróleo más importantes del mundo plantea una triste oposición entre la inmensa riqueza del país y la miseria en la que vive la mayoría de sus habitantes.

En su momento, la dictadura venezolana desplegó sus alas en el ALBA y Unasur pero las democracias de la región una a una, se alejaron de la tentación totalitaria. Incluso el gobierno uruguayo denunció la ruptura del orden democrático en Venezuela, y así lo firmaron los Cancilleres del Mercosur el 5 de agosto del 2017. Pero luego cambió de opinión y Mujica, Sendic y otros dirigentes del Frente Amplio se entrometieron de otros países, en particular, en los asuntos internos del Brasil, calificando al juicio político a la presidenta Rousseff como un “golpe de Estado parlamentario”.

Esta semana la creatividad de la izquierda se puso a prueba. México y Uruguay inventaron el “Mecanismo de Montevideo”, un nombre ingenioso pero no novedoso, el mismo título de la serie brasileña de Netflix que describe la trama de corrupción del lava jato, revivida esta semana por una nueva sentencia contra el expresidente Lula. Un acto fallido. Hubiera sido mejor recordarlo como “el Macaneo de Montevideo”.

El diálogo recomendado, previo a la reunión, era sin condiciones, pero luego la exigencia al régimen de Maduro fue de celebrar elecciones ”libres, transparentes y creíbles”. En esa línea, el gobierno del Uruguay cambió de rumbo, España olvidó el plazo de ocho días y los demás países no insistieron en el ultimátum de noventa días otorgados al dictador. Por otro lado, muchos de esos países ya reconocieron al gobierno del Presidente de la Asamblea Legislativa Juan Guaidó. Entonces, si reconocen a otro gobierno ¿de dónde saca legitimidad el dictador Maduro para convocar a elecciones? Pues, de ningún lado, y por tanto ¿por qué no se convocan esas elecciones por parte del gobierno reconocido? Sencillamente, porque Maduro es el que tiene las fuerzas armadas y está dispuesto a dialogar, solamente para ganar tiempo.

Se dice que entre lo sublime y lo ri- dículo hay una línea muy fina y nuestra diplomacia se acerca a lo segundo. El gobierno, un “entusiasta” partidario del diálogo, debió dialogar intramuros con los demás partidos, pero no lo hizo, El principal obstáculo es el mismo FA, tanto que la única candidata mujer declaró que en Venezuela hay democracia y que Cuba tiene su forma de ejercerla. Ni que decir del Pit-Cnt.

Por último, no es creíble que Maduro llame a elecciones libres y entregue el poder si pierde. Digamos la verdad, la izquierda en nuestro país afectada de una irreversible hemiplejía moral bien sabe que de los regímenes totalitarios de sus amigos no se sale votando libremente. No es neutral.

La izquierda uruguaya es cómplice del terrorismo de Estado. Y eso no es poca cosa.

El País


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