Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia: “Construir la paz es más difícil que conseguirla”
Por Francesco Manetto y Santiago Torrado
“Construir la paz es más difícil que conseguirla. Requiere modificar prejuicios”
Juan Manuel Santos (Bogotá, 1951) dejó la presidencia de Colombia hace cuatro meses con una sola petición a su sucesor, Iván Duque. Esto es, defender los acuerdos con las FARC. Durante sus dos mandatos (2010-2018) logró la paz con la guerrilla más feroz y antigua de América. Sus líderes se desarmaron, fundaron un partido político y se sientan ahora en el Congreso. Ese esfuerzo le valió en 2016 el Premio Nobel de la Paz, sin embargo, el exmandatario lamenta en esta entrevista con EL PAÍS no haber sido capaz de unir la sociedad. Cree que construir un futuro de convivencia será aún más complicado que poner fin a un conflicto armado de más de cincuenta años, asegura que no quiere pronunciarse ni interferir en la actualidad política colombiana, sacudida en las últimas semanas por las consecuencias del caso Odebrecht, y prefiere centrarse en su legado. Para protegerlo presentará este lunes una fundación, Compaz, con la que se propone continuar su trabajo.
¿Qué busca con esta fundación?
Es para continuar el trabajo de construcción de la paz. Hay tres componentes: la experiencia que tuvimos en resolución de conflictos para que los líderes regionales construyan paz, la reducción de la pobreza y en tercer lugar la reconciliación con el medioambiente. Nosotros hicimos en el Gobierno una labor muy proactiva y queremos continuarla.
La fundación intenta proteger su legado. ¿Le preocupa, entonces, la posibilidad de que esté en peligro?
Yo pienso que la paz es irreversible, tendrá dificultades como siempre ha tenido. La construcción de la paz es más difícil que la consecución de la paz. Una cosa es silenciar los fusiles y otra cosa es construir paz. Se requiere más tiempo, más esfuerzos, modificar sentimientos, prejuicios, modificar formas de pensar. Mi mensaje que era para que todo el mundo asumiera esa labor, porque todos los colombianos nos vamos a beneficiar con la paz, sobre todo las nuevas generaciones.
¿Qué le enorgullece más y qué le preocupa más de la coyuntura actual?
No quiero referirme a la situación actual porque tomé la decisión de no interferir, pero le puedo decir algo muy importante. Leí ayer un artículo del presidente Duque que dice en el primer párrafo que el puerto de destino, me gusta mucho que use ese símil, va a ser la equidad. Ahí nosotros hicimos un gran esfuerzo, un gran avance y qué bueno que esté construyendo sobre construido.
¿Cree que el proceso de paz puede enseñar algo a la comunidad internacional?
Que no hay conflicto que no se puede resolver, por más difícil que sea. Nadie en Colombia pensaba que lo que se hizo fuese posible. Pero se logró, con dificultades, con defectos, pero se logró. Y si se crean las condiciones necesarias y si se mantiene la voluntad política por resolver los conflictos por las partes, cualquier conflicto se puede resolver.
¿Ha cambiado la sociedad colombiana?
Por primera vez la clase media comenzó a ser un sector mayoritario. Los colombianos comenzaron a apreciar la necesidad de respetar las diferencias, los contrarios. Eso, por supuesto, no se ha culminado, pero se inició el proceso. Es muy importante porque Colombia fue un país muy violento, con una historia de 200 años de violencia, y esa semilla ya está comenzando a dar frutos. También Colombia es hoy un país muy respetado por la comunidad internacional y eso es algo que los colombianos aprecian porque van a viajar ahora a Europa sin necesidad de una visa. En términos generales ya no es un país paria, es un país totalmente diferente.
¿Y esa sociedad está preparada para afrontar su memoria?
Ojalá esté preparada, yo pienso que sí. Los colombianos somos lo suficientemente maduros y responsables para afrontar el pasado entre otras cosas para no repetirlo. La Comisión de la Verdad que acaba de instalarse va a ayudar muchísimo a eso. No va a ser fácil, es duro, pero es necesario, es un proceso de catarsis que cualquier sociedad que ha vivido tanta violencia necesita para poder vivir en paz.
¿Cuál fue su decisión más difícil?
Tuve muchas. Tal vez una de las más difíciles fue cuando un comandante del Ejército me dijo que tenían localizado a Alfonso Cano, que era jefe de las FARC, con quien ya de forma secreta ya habíamos iniciado un diálogo, y me pidió instrucciones y autorización para hacer un operativo para capturarlo. Yo sabía que no se iba a dejar capturar, pero esa decisión fue muy difícil porque estaba en riesgo el proceso de paz. Había puesto sobre la mesa unas reglas de juego clarísimas, que segúa la guerra mientras habláramos y hasta que no tuviéramos acuerdos no habría cese al fuego. Respetando esas reglas de juego, autoricé esa operación. Fue una decisión muy difícil.
¿Se arrepiente de algo? ¿Qué hubiera podido hacer mejor?
Todos los gobernantes salimos con un grado de frustración por no haber podido hacer más. Nosotros sacamos a 5,5 millones de colombianos de la pobreza, pero todavía hay demasiado pobre en Colombia. Triplicamos el número de autopistas en el país, pero todavía la infraestructura tiene que avanzar mucho más. Cuando uno ve retrospectivamente, siente algún tipo de frustración de no haber podido hacer más, pero también siento una frustración porque hice un esfuerzo muy grande por unir este país. No pude. Este país está muy dividido, muy polarizado como están la mayoría de los países del mundo. La polarización paraliza, no permite la buena gobernabilidad.
¿Pensó en tirar la toalla?
No. Sentí muchos momentos de inmensa frustración, pero nunca pensé en desistir en mis propósitos, que no eran solamente buscar la paz. Tenía claras las prioridades de mi Gobierno. Fuimos el país que redujo más, según la CEPAL, las desigualdades en estos últimos años que cualquier otro país de América Latina, pero soy el primero en reconocer que las desigualdades en Colombia son todavía vergonzosas.
Si tuviera que salvar tres medidas de su Gobierno además de la paz, ¿cuáles serían?
La educación la pusimos como prioridad. La lucha contra la pobreza y un tercer punto, al cual le doy mucha importancia aparte de la infraestructura, que a mí me produce más satisfacción y al mismo tiempo más frustración, es el tema ambiental. Colombia es un país muy especial en materia de riqueza ambiental, somos el país más biodiverso del mundo por metro cuadrado, tenemos 37 páramos que afortunadamente protegimos, triplicamos las áreas protegidas, tanto continentales como marítimas, pero estamos viendo también una deforestación terrible, por ejempo, alrededor del parque de Chibiriquete. Eso hay que pararlo a toda costa y hay que convencer al mundo de ser mucho más agresivo en tratar de detener el cambio climático, porque de otra forma ninguno de los habitantes del planeta va a sobrevivir.
¿Qué sensación le produce ver al partido de las FARC en el Congreso? ¿Le preocupa la actitud de figuras como Iván Márquez, que parece haberse apartado del proceso de paz y actualmente está en paradero desconocido?
Mire, para mí la fotografía de Timochenko votando por primera vez en su vida, desarmado, como jefe de un partido político, era la demostración de que este proceso de paz efectivamente iba por el camino correcto. Se trataba de cambiar las balas por los votos y eso se hizo. Y ver a los representantes de la FARC en el Congreso es algo muy, muy importante, es algo que nadie pensaba que era posible. ¿Que han tenido dificultades? Por supuesto. ¿Que ha habido personas que se han sentido de cierta forma agredidas por lo que está pasando? Es natural. En todo proceso de paz siempre ha habido manifestación de lado y lado. Lo que tenemos que hacer es consolidarlo en nuestros hogares. Y esa construcción de paz tiene que ser algo permanente, sobre todo en un mundo como el que estamos viviendo tan polarizado, tan peligroso. Yo estoy muy preocupado con lo que está pasando respecto de la falta de tolerancia con las diferencias.
En ese contexto de polarización, ¿el plebiscito de 2016 fue un precursor del ascenso de los populismos y la nueva manera de ganar elecciones en el mundo?
Sin duda. Y es que hasta el propio gerente de la campaña del no lo confesó públicamente. Ahí se demostró la efectividad de lo que hoy llaman las posverdades, las Fake News. Lo mismo pasó con el Brexit, que fue unas semanas antes. Pero, efectivamente, el resultado del plebiscito tuvo muchísimo que ver con esa polarización, y esa tergiversación de los hechos.
¿Cómo ve los cambios políticos que se están produciendo en América Latina?
Hay que esperar a que se decanten. Llevamos muy pocos días con el nuevo presidente de México [Andrés Manuel López Obrador] y no se ha posesionado el de Brasil [Jair Bolsonaro]. Uno es populista de derecha, el otro populista de izquierda, no va a ser la situación fácil. Pero sería prematuro decir cualquier cosa antes de mirar como van a manejar sus respectivos países. Yo sigo insistiendo en que la mejor vía es la tercera vía. Ni populismo de derecha ni populismo de izquierda. Una tercera vía donde el régimen liberal -en el sentido literal de la palabra, es decir respetando las libertades de las personas, los derechos fundamentales de los ciudadanos- es el camino más apropiado de cualquier régimen político.
Usted puso en marcha una política de sustitución de cultivos y abogó por un nuevo enfoque en la lucha mundial contra las drogas, que parece haber perdido impulso.
El enfoque interno que le dimos a la solución de ese problema frente al proceso de paz es el único que nos permite una solución estructural. ¿Qué acordamos, específicamente para este año? Que se iban a erradicar 70.000 hectáreas en forma forzosa, y unas 40.000 a 50.000 como sustitución voluntaria, que sumaban 110.00 o 120.000 hectáreas, mucho más del 50% del total de área sembrada. Eso se está cumpliendo, y yo a lo que aspiro es a que el Gobierno entienda que es la única forma de poder realmente encontrar una solución estructural, porque la sustitución voluntaria le va a dar alternativas a los campesinos para que no sigan sembrando. Llevamos 40 años tratando de erradicar la coca y nunca hemos podido, porque nunca habíamos podido llegarles a los campesinos para ofrecerles alternativas viables. Hoy con la paz sí podemos, por eso yo espero que ese enfoque no lo vayan a modificar. El enfoque puramente punitivo ya se demostró que no funcionaba, que era un fracaso, y me parece que va a contrapelo de lo que está pasando en el mundo. Tal vez el único en ese mismo enfoque es Estados Unidos y el presidente Trump, pero están totalmente equivocados: la crisis de los opioides en Estados Unidos es una crisis muy profunda que no se va a solucionar metiendo a la cárcel a los consumidores.
A propósito de su gestión económica, el presidente Iván Duque ha asegurado que recibió un país con un importante déficit [unos 14 billones de pesos].
No voy a entrar en controversias con el presidente, pero voy a dar un dato. De todos los países de América Latina, el único, en los últimos ocho meses de mi Gobierno, a septiembre de este año, que había logrado bajar la prima de riesgo en los mercados internacionales era Colombia, inclusive por encima de Chile y Perú. ¿Eso qué demuestra? La fortaleza de la economía colombiana y cómo los mercados han percibido lo que hicimos durante esos ocho años. Logramos grado de inversión. Y, a pesar de haber sufrido el choque externo más duro en la historia de Colombia desde las épocas de la Gran Depresión de los años 30, logramos mantener ese grado de inversión. Eso dice todo. Todos los Gobiernos dicen que les dejaron la olla raspada, que les dejaron los déficits. Pero me remonto a los jueces más implacables que existen, que son los mercados.
El asesinato de líderes sociales y la violencia contra los defensores de los derechos humanos no ha cesado en Colombia. ¿Por qué? ¿Qué debe hacer el Estado?
Ese fenómeno, que por supuesto a mí me preocupó muchísimo, tiene varios orígenes. El más importante es la lucha contra al narcotráfico y la sustitución de cultivos. Una parte de los líderes sociales estaban promoviendo la sustitución voluntaria y los cárteles, entre ellos los mexicanos, dieron la orden de matar esos líderes porque si tienen éxito se quedan sin su materia prima. Otro origen tiene que ver con las disputas entre las diferentes bandas criminales para hacerse al dominio de los corredores del narcotráfico. El tercero es que precisamente son zonas donde el Estado nunca había estado presente, donde todo conflicto se resolvía a tiros, y eso también es parte del proceso de aprender que los problemas se resuelven dialogando y con instituciones. La construcción de la paz tiene que fortalecerse cada vez más, sobre todo en las regiones donde el conflicto fue más severo. Pero es un fenómeno que nos debe preocupar a todos.
¿Cómo es un día en la nueva vida de Juan Manuel Santos?
Es una vida maravillosa, tuve la inmensa fortuna de tener una nieta más o menos al mismo tiempo que dejaba la presidencia. Estoy dedicado a la academia, a escribir, a hacer mucho de lo que no pude hacer durante los ocho años en la vida personal. Yo creo que debo culminar el primer libro a principios del año entrante.
Se dijo que Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln, lo marcó mucho al momento de conformar su Gobierno. ¿Qué está leyendo ahora?
Acabo de terminar un libro del mejor biógrafo de Churchill sobre él y los judíos, y voy a comprar la última biografía de Churchill, Walking with destiny, que me dicen que es la mejor que se ha escrito.
¿No es paradójica su admiración por Churchill, un líder de tiempos de guerra?
Es que a Churchill también le tocó lidiar al mundo haciendo la paz, todo lo que se hizo después de la Segunda Guerra Mundial. Y ahí uno se da cuenta de que es más fácil hacer la guerra que hacer la paz.