El G-20 y sus tensiones – El Tiempo, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La idea del presidente argentino, Mauricio Macri, como organizador de la Cumbre del G20 –que arranca hoy en Buenos Aires–, era salir de ella con una imagen fortalecida de estadista de talla mundial que le allanara el camino del triunfo en las elecciones presidenciales de octubre de 2019.
Pero, a la luz de las realidades geopolíticas de los países ricos y las potencias emergentes, y del penoso espectáculo de la frustrada final de la Copa Libertadores de América, Macri debería contentarse con que al final haya un documento de acuerdo, así sea sobre protocolos mínimos, y que la seguridad de la cita no se desborde por las manifestaciones anunciadas.
En teoría, los temas de la cumbre son alimentación sostenible, empleo, infraestructura y perspectivas de género. Pero las fichas de los grandes jugadores mundiales tienen sus ojos puestos en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, en la alarma por retractaciones e incumplimientos en los acuerdos sobre cambio climático y en las tensiones entre Rusia y Ucrania, un pulso que empezó a subir la temperatura de la cita luego de que el presidente estadounidense, Donald Trump, canceló una reunión con su homólogo ruso, Vladimir Putin, precisamente porque Moscú no ha liberado ni a los marinos ni los barcos capturados en el mar Negro, en un acto hostil que Occidente condena.
A esto se suma que los principales líderes llegan a Buenos Aires con serios problemas internos. En el caso de Trump, por ejemplo, la declaración de culpabilidad de su antiguo abogado de que mintió en la investigación de la trama rusa, y el apabullante informe del propio gobierno de su país en el sentido de que EE. UU. podría perder un gran porcentaje de su crecimiento económico debido al calentamiento global. Algo que Trump no cree.
Y del francés Emmanuel Macron, que soporta la enorme convulsión social que ha provocado su intención de subir el precio de los combustibles y la oposición del movimiento de los chalecos amarillos, que planea una gran manifestación para este sábado.
Y no se puede dejar de mencionar la polémica visita del príncipe saudí, Mohammed bin Salmán, seriamente implicado en el asesinato del periodista opositor Jamal Khashoggi en Estambul y con quien no muchos mandatarios se querrán tomar una foto. A nadie se le pasa por la cabeza que la demanda contra el heredero por crímenes de guerra en Yemen y por la suerte del columnista de The Washington Post ante la justicia argentina termine en una detención, pero probablemente será una fuente de incomodidad.
Más allá de eso, es importante que los grandes líderes mantengan vivo ese canal de diálogo en vista de los grandes desafíos que para la economía y las democracias se avecinan y las crisis abiertas que amenazan con convertirse en guerras.
No es deseable, como temen algunos analistas, que se esté fraguando el fin de este foro debido al antimultilateralismo de Trump. Del buen pulso de Macri y del ánimo de los líderes dependerá que la primera reunión de este tipo en Suramérica no deje un mal recuerdo para la posteridad.