Wallmapu se levanta ante el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca – Por Andrés Cabrera, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Andrés Cabrera

El 14 de noviembre fue asesinado de un tiro en la nuca el comunero mapuche Camilo Catrillanca en la comuna de Ercilla (región de La Araucanía), consecuencia de una operación llevada a cabo por el Equipo Táctico Multidisciplinario de Carabineros, más conocido como ‘Comando Jungla’. Los 10 días posteriores han estado marcados por intensas repercusiones políticas y sociales, tanto en Temuco y sus alrededores como en el resto del país.

La herida abierta más profunda en la historia del país vuelve a quedar expuesta.

Crónica de una muerte anunciada

En una primera instancia, las principales autoridades de gobierno y Carabineros señalaron que la muerte del comunero era el resultado de su participación en un robo de automóviles sucedido en un colegio de una comuna aledaña, y que su muerte se encontraba relacionada a un enfrentamiento entre los asaltantes y Carabineros. Se dijo que los antisociales incluso habrían respondido el accionar de Carabineros con armas de guerra.

El patrón volvía a repetirse de manera muy similar al asesinato de otros comuneros mapuche en democracia. Los casos más emblemáticos, el de Álex Lemún (2002) durante el gobierno de Ricardo Lagos, además de Matías Catrileo (2008) y Jaime Mendoza Collio (2009), estos últimos asesinados durante el gobierno de Michelle Bachelet. La diferencia respecto a estos casos, donde hubo de pasar años para conocer la verdad, se encontraba en la figura de un testigo clave: un menor de 15 años que acompañaba a Camilo Catrillanca en el tractor en que sería abatido. En el camino, se encontraron de frente con el primer grupo de efectivos de Carabineros en las cercanías de la comunidad autónoma de Temucuicui. El contingente que daría muerte a Catrillanca había salido minutos antes del otrora Liceo Politécnico donde Catrillanca había estudiado y había sido incluso dirigente estudiantil. La militarización de Carabineros en la denominada “zona roja” del conflicto entre el Estado de Chile y el Pueblo Nación Mapuche había convertido ese y otros liceos de la zona en retenes. Sin el relato del menor, la única fuente directa que de seguro tendríamos sería la versión de Carabineros, secundada casi ciegamente por el gobierno. La voz del acompañante de Catrillanca ha hecho caer en un mar de contradicciones a ambas instituciones, desmoronando todos y cada uno de sus argumentos.

El brutal asesinato de Camilo Catrillanca conmocionó a Wallmapu, el histórico territorio mapuche. Su responsó convocó a centenares de comunidades y vocerías mapuche, las cuales, realizaron intensas declamaciones llamando a la unidad del Pueblo Nación Mapuche y a la resistencia. La caída de un nuevo mártir, tal como en tantas otras ocasiones y contextos, agudizó la conflictividad en la zona, desatando múltiples manifestaciones de descontento, algunas de ellas, fuertemente reprimidas por la policía.

Junto a ello, y quizás como en ningún otro momento desde el retorno a la democracia, un nuevo y brutal asesinato de un comunero mapuche levantó una intensa ola de protestas en varias ciudades del sur. El clamor llegó incluso a Santiago, lugar donde el jueves 15 se desarrolló una masiva convocatoria de 80 mil personas repudiando el asesinato del comunero, además del cese de la militarización en la zona. Esta política fue inaugurada por los gobiernos de la Concertación y profundizada por el segundo gobierno de Sebastián Piñera; cuestión que también pone en el tapete de la discusión política el tránsito hacia ‘Estados de excepción’ que –utilizando las vías democráticas– suspenden las garantías del Estado de derecho mediante fórmulas autoritarias.

El domingo 18 se produjeron incluso cacerolazos en algunas zonas de la capital chilena, tras las declaraciones dadas ese mismo día por parte del ministro del Interior que establecían que los agentes de Carabineros que participaron del operativo habían destruido las grabaciones, siendo dados de baja junto a dos altos mandos de Carabineros de la zona. Ello, dejó “la mesa servida” para que comenzaran a exigirse las ‘responsabilidades políticas’ del asesinato.

Un gobierno asediado y sin el control de la agenda: los días más complejos del segundo gobierno de Sebastián Piñera.

El día lunes 19 era un hecho que el principal representante político del gobierno en la zona, el intendente de La Araucanía, Luis Mayol, dimitiría producto de la presión mediática ejercida por las protestas y la opinión pública. Mayol, fue el primer designado oficial del gobierno tras el homicidio. A horas de transcurrido el suceso, fue él quien involucró a Catrillanca con el asalto y los supuestos enfrentamientos, indicando incluso que el comunero mantenía antecedentes penales.

Las resonancias sociales y políticas tras las el asesinato de Catrillanca no fueron indiferentes al choque de fuerzas en el terreno parlamentario. Así, las distintas fuerzas opositoras al gobierno en Congreso, desde la ex Nueva Mayoría hasta el Frente Amplio, impulsaron distintas iniciativas parlamentarias, entre aquellas: a) la reducción del presupuesto de gastos reservados para Carabineros en el Senado, b) la interpelación al ministro del Interior Andrés Chadwick, c) la creación de una comisión investigadora y d) la acusación constitucional contra el Intendente Luis Mayol.

El martes 20, esta última iniciativa, levantada de un modo oportunista por la Democracia Cristiana, permitió al gobierno descomprimir el ambiente mediante el “sacrificio” de un intendente, pero mantenía la sobrevivencia de su principal pieza en el juego después del presidente; hablamos del ministro del Interior y Seguridad Pública, Andrés Chadwick. Luis Mayol renunciaba sin pedir disculpas públicas a la familia de Camilo Catrillanca. Tampoco mostró ningún atisbo de autocrítica. A su juicio, dejaba la Intendencia regional en mejores términos de que la había recibido en marzo de este año. Renunciaba, producto de la “política mezquina de la oposición”.

Mientras Mayol dimitía con estas indolentes palabras, a esa misma hora la selección chilena de fútbol jugaba un partido amistoso frente a la selección de Honduras en Temuco. En las horas previas, el presidente de la Asociación Nacional de Fútbol (ANFP), Arturo Salah, negó la posibilidad de efectuar un minuto de silencio en honor a Catrillanca. A las afueras del estadio, Carabineros requisaba las bandera mapuche llevadas por los hinchas. Pocos esperaban que fuesen los propios jugadores de la selección los que llevaran a cabo el rito de rendir honores a un mapuche inocente asesinado por la espalda. Primero, fue Jean Beausejour, quien entró a la cancha con el nombre de su madre mapuche en la espalda: Coliqueo. Posteriormente, fue el minuto de silencio convocado por el capitán de la selección, Gary Medel, el que convocó a hondureños y chilenos al centro de la cancha para expresar con respeto el rito que la ANFP había negado.

Desintegrar el Comando Jungla y la exigencia de una salida política al conflicto

El ambiente que se vivió aquél día en el estadio es sintomático del clima de apoyo a la causa mapuche que se ha generado en el resto del país, más allá de las fronteras de La Araucanía, donde las exigencias por justicia y el fin de la militarización en la zona se han constituido, por ahora, en las demandas centrales de las movilizaciones, provocando también la reinstalación de demandas históricas del Pueblo Nación Mapuche que los propios periodistas, historiadores y activistas mapuche han sabido instalar con la contundencia que ameritan las circunstancias. De este modo, una salida política viable al conflicto, también requerirá discutir la: a) plurinacionalidad del Estado, b) autodeterminación política, c) recuperación de tierras, d) modelo de “desarrollo” distinto al predominante extractivismo forestal-latifundista, entre otros.

Con este escenario de fondo, uno de los momentos más intensos tras la muerte de Catrillanca se presenció este viernes 23 con el arribo de Sebastián Piñera a la novena región, quien había regresado al país recién el pasado lunes desde una gira por Asia-Oceanía, por tanto, el viaje realizado significaba su mayor involucramiento público desde que el asesinato de Catrillanca detonó el conflicto.

Piñera arribó a La Araucanía secundado por los ministros Andrés Chadwick (Interior) y Alfredo Moreno (Desarrollo Social). Este último lidera el Plan Impulso Araucanía que tiene como objetivo alcanzar el desarrollo económico de la región e intentar promover la paz. La tesis –completamente errada de Moreno– es que la superación del “subdesarrollo” será capaz de solucionar conflictos históricos anidados hace siglos. Así, hay quienes piensan que nos encontramos ante una confrontación entre “Halcones” y “Palomas”: los primeros, liderados por el ministro del Interior, Andrés Chadwick, traen la guerra a Wallmapu actualizando la lógica del “enemigo interno”. Los segundos, liderados por el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, traen la paz promoviendo la lógica del “la inversión”. Por otro lado, hay quienes piensan que un conflicto complejo puede ser abordado –y es recomendable que así sea– mediante la táctica de “cuerdas separadas”. Esto es casi una obviedad. Lo que no es tan obvio es la “coherencia” estratégica que deben tener los contenidos tácticos. Es aquí donde el plan del gobierno falla estrepitosamente. Sebastián Piñera, en vez de “importar” la más sensata política colombiana liderada por un gobierno de derecha: los Acuerdos de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, prefirió “importar” la más nefasta de todas: militarizar el conflicto mediante la doctrina de la seguridad nacional y el enemigo interno (aplicada en su máxima expresión por la extrema derecha encabezada por el ex presidente Álvaro Uribe, por supuesto, asesorada por Washington).

En la loza del aeródromo esperaban al contingente gubernamental proveniente de la capital el nuevo intendente de La Araucanía, Jorge Atton, además de su mismísimo Luis Mayol.

La errática performance del gobierno desarrollada durante esta semana quedó en evidencia nuevamente mediante un gravísimo error en el diseño de la salida comunicacional de Sebastián Piñera en Temuco. Allí el presidente intentó dejar “offside” una demanda que hoy más que nunca resulta imperativa: desmilitarizar progresivamente la “zona roja” del conflicto entre el Estado chileno y el Pueblo Nación Mapuche, estableciendo que el Comando Jungla había sido una “invención de la prensa”.

A fines de junio, fue el propio Sebastián Piñera el que viajó a Temuco para hacer una demostración de fuerzas que replicaba en pleno siglo XXI la lógica de la doctrina de seguridad interior del Estado capaz de enfrentarse al enemigo interno, al terrorismo, instalado en la “zona roja” del conflicto.

El nombre Comando Jungla –que sale inscrito incluso en documentos oficiales– no fue una “invención de la prensa”. Todo lo contrario, se trata del Equipo Táctico Multidisciplinario (ETM) conformado por un contingente de 80 efectivos fuertemente armados, con tecnologías, drones, cámaras, tanquetas, etc. Este grupo –del que 15 de ellos han sido este año formados en Colombia– tenga el nombre que tenga, tiene que ser disuelto a la brevedad, ya que es la condición de posibilidad que explica por completo el homicidio de Camilo Catrillanca.

Este domingo, un día después de la partida de Sebastián Piñera de Temuco, dirigentes de distintas comunidades mapuche reunidos en un clan familiar de Temucuicui, anunciaron un mes de protestas por la muerte de Camilo Catrillanca. Se espera que el próximo sábado 1 de diciembre, también en la zona de Temucuicui, llegarán representantes de todo Chile para trazar los objetivos de la estrategia política del pueblo mapuche, mientras en Santiago siguen las protestas, en espacios públicos, actos y calles.

La herida abierta más profunda en la historia del país vuelve a quedar expuesta a partir del brutal asesinato de Camilo Catrillanca, mientras la única salida política viable al conflicto tendiente a volver a reeditar en pleno siglo XXI los parlamentos que sellaron las negociaciones entre el imperio español e inicios de la república y el pueblo mapuche, es indirectamente proporcional a la intensificación militar propuesta por este gobierno.

¿Se extenderá la llama de Wallmapu al resto del país? Lo observaremos en los próximos días.

*Analista político chileno.


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