Fernando Pérez: «El cine cubano se está repensando»

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Fernando Perez es uno de los cineastas más representativos de una generación que sin haber sido la fundadora del cine en tiempos de la Revolución, se sumó desde muy joven a la naciente cinematografía durante los años sesenta.

Si bien dirigió su primer largometraje en 1987 (Clandestinos), su relación con la producción comenzó como aprendiz en aquella década fundacional. Como muchos de los mejores cineastas cubanos, construyó gran parte de su experiencia en la tradición del documental construida en la vasta producción del Noticiero ICAIC Latinoamericano.

Pérez se declara a sí mismo como un cinéfilo. Más allá de su trabajo artístico, disfruta del cine. Hoy es uno de los referentes del cine cubano dentro y fuera de su propio país. Reconocido internacionalmente, ha recibido premios en gran cantidad de festivales y muestras. Con diez largometrajes, varios cortometrajes – algunos como Omara (1983) sobre la genial Omara Portuondo muy reconocidos- es una de las personas más autorizadas para hablar del presente del Cine Cubano y de la cinefilia de su pueblo.

¿Qué significado tiene el cine para el pueblo cubano? Cualquiera que haya participado de Festival de Cine de La Habana advierte que es increíblemente popular, por encima que cualquiera en el mundo ¿Cómo es esa relación que en diciembre cumple 40 años?
Si algo le da sentido a nuestro cine es su comunicación con nuestro público. La expresividad, la cinefilia, el espíritu participativo y entusiasta a favor (o en contra) de los espectadores ante cada película cubana es una demostración de la importancia de nuestra cinematografía nacional como reafirmación de nuestra identidad y nuestra cultura.
Y este diálogo enriquecedor se amplía, crece y expande cada diciembre durante el Festival de Cine de La Habana donde la comunicación espectador-cine latinoamericano (y cine en general) es una lección de amor.

Hablando de La Habana, desde Suite Habana (2003) a Últimos días en La Habana (2016), usted ha retratado desde el cine la vida cotidiana en la ciudad ¿Qué cambió allí entre ambas películas y cómo cambió su mirada sobre la capital cubana en este tiempo?
SUITE HABANA fue filmada en el 2003 cuando apenas comenzábamos a salir de lo que se conoce como el «período especial» (esa dura etapa resultado de la crisis económica y social que durante los años noventa del pasado siglo tuvimos que afrontar los cubanos, producto de la caída del campo socialista, el bloqueo norteamericano y nuestras propias carencias).
Siempre he pensado que las huellas más profundas de ese período no han sido materiales, sino espirituales, porque las laceraciones del espíritu son más duraderas que las físicas. Y la crisis de los noventa determinó que los valores espirituales que definieron (y aún definen) al anhelado hombre nuevo de la Revolución sufrieran también su impacto.
Considero que en 2016 (año en que filmé ULTIMOS DIAS EN LA HABANA) esa crisis de valores ha ido creciendo en una dimensión que no puedo juzgar ni criticar, porque en condiciones de sobrevivencia los valores se relativizan. Los personajes de ULTIMOS DIAS EN LA HABANA no tienen la misma escala de valores que los personajes de SUITE HABANA porque su realidad cotidiana se ha hecho más confusa. Y ese es uno de los grandes retos (quizás el más grande) que enfrenta Cuba en este momento, en el que los necesarios cambios en la economía vienen cargados también de valores contradictorios. Confío en que la capital de Cuba (que ahora cumplirá 500 años) logre equilibrar y desarrollar sus estructuras económicas y espirituales en medio de este mundo desequilibrado e injusto en el que vivimos hoy.

Podemos pensar que el Cine Cubano se reinventó a sí mismo con la Revolución, en un proceso en el cual documental y ficción convivieron y se alimentaron mutuamente. Usted trabajó tanto el documental narrativo como la ficción con impronta documental ¿Hay en ese origen cierta identidad que incluye también la presencia de voces e identidades populares?
El cine cubano de la Revolución nació con espíritu revolucionario, es decir: inquieto, transgresor, pleno de búsquedas expresivas. Son innumerables los documentales que reconstruyeron historias como ficciones (GIRON, HOMBRES DEL MAL TIEMPO y otros) y largometrajes que se filmaron como documentales (DE CIERTA MANERA, LA PRIMERA CARGA AL MACHETE, MEMORIAS DEL SUBDESARROLLO). Pero no me atrevo a elevar esta búsqueda expresiva a la categoría de identidad de nuestro cine. Lo veo como una característica más de su diversidad.
SUITE HABANA fue muy controvertida en su estreno porque algunos la definían como un documental y otros como ficción. No soy muy dado a las clasificaciones pero si tuviera que definirla lo haría como un documental de representación, en la línea de NANOOK, EL ESQUIMAL. Aunque en el cine actual la clasificación genérica ha expandido sus fronteras y en ese caso, SUITE HABANA es simplemente una película.

¿Cuál es la situación actual del Cine Cubano?
Decía Frantz Fanon que «la revolución se piensa haciéndose». Y en mi percepción, el cine cubano se está repensando. Sólo que la práctica va mucho más rápida y es mucho más dinámica que su propio pensamiento, sobre todo gracias a la generación más joven que, como resultado de la tecnología digital y su propia audacia, van haciendo películas de manera independiente sin esperar por los mecanismos «establecidos» (que lamentablemente van muy lentos).
En estos momentos se está discutiendo (después de una larga espera) una nueva legislación que confío se cimente en los mismos principios de libertad creadora e identidad nacional que sustentaron la creación del ICAIC en marzo de 1959.


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