El asesinato de la verdad, el camino de Bolsonaro al poder – Por Juraima Almeida y Álvaro Verzi Rangel
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.PorJuraima Almeida* y Álvaro Verzi Rangel**
Los medios hegemónicos brasileños, acostumbrados por décadas a estar en el centro del espectáculo electoral gracias a su casi exclusivo contacto diario con los ciudadanos, vieron amenazada su relevancia por otros medios de comunicación que insuflaron una catarata de noticias falsas, creando imaginarios colectivos virtuales para favorecer al candidato presidencial ultraderechista Jair Bolsonaro.
“Posiblemente estas elecciones serán estudiadas en el futuro como un caso de dominio de las fake news, tal vez sea un caso más extremo que las elecciones de 2016 en Estados Unidos”, afirmó el comentarista político Kennedy Alentar. “Las ‘fake news’ guían esta elección presidencial”, señaló el economista Joel Pinheiro en Folha de Sao Paulo.
Hasta el Tribunal Superior Electoral de Brasil debió ordenar al derechista Jair Bolsonaro, a que retire los seis videos conocidos como el “kit gay” en los que denuncia una supuesta promoción de la homosexualidad durante la gestión petista.
Pero lo que sorprende que este tipo de campañas son habituales en las democracias formales y el uso de los perfiles de los usuarios de redes sociales para manipular la opinión pública, fue usada en la campaña de Barack Obama antes que en la de Donald Trump. Lo que extraña es que la izquierda brasileña no pareció estar enterada de este nuevo tipo de guerra y redujo su accionar a la denuncia, generalmente desoída.
El asesinato de la verdad
La elección presidencial en Brasil está bajo ataque; la campaña del delfín de Lula, Fernando Haddad, es objeto de una destructiva guerra cibernética orquestada por los asesores comunicacionales del ultraderechista Jair Bolsonaro y financiado por el poder fáctico, para instalar un régimen de terror político, social, cultural y también económico.
Lo cierto es que Bolsonaro no se preocupa en presentar propuestas y tampoco en hacer campaña de calle, conceder entrevistas o participar de debates, mientras su equipo de ciberterrorismo se dedica a deconstruir y atacar a Fernando Haddad y Manuela d´Ávila con métodos sucios, campañas calumniosas y lenguajes ultrajantes.
Bolsonaro sigue rehuyendo cualquier debate y difícilmente se le escape alguna idea que no sea la de fusilar a sus oponentes: sigue el formato que utilizara Donald Trump contra Hillary Clinton en 2016, confiado en que sus mentiras y ataques y en que los ciberataques de su equipo, bastaban para vencer en esta batalla.
Los videos, parte de los fake news sobre los que basa su campaña el candidato ultraderechista, fueron lanzados por Bolsonaro en las redes sociales y refieren al plan de educación sexual durante la gestión de Fernando Haddad como ministro de Educación (2005-2012). Bolsonaro afirma en sus fakevideos que ese material didáctico –que ni siquiera llegó a distribuirse- estimula precozmente a los niños a interesarse por la sexualidad. “Es una puerta abierta a la pedofilia”.
Debido a la cantidad de noticias falsas que circularon durante la campaña electoral, la titular del Tribual Superior Electoral, la jueza Rosa Weber, convocó –obviamente tarde para prevenirla, como debió hacer- a una reunión para buscar terminar con esta práctica.
WhatsApp, la aplicación de mensajes de Facebook, es una de las principales herramientas que los brasileños usan para intercomunicarse, pero también es parte de la política: una reciente encuesta mostró que el 44% de los votantes usa whatsapp para leer información política y electoral. También fue usada en la primera ronda electoral para lanzar alarmantes cantidades de rumores y desinformación y noticias falsas.
Cristina Tardáguila, Fabrício Benevenuto y Pablo Ortellado señalan en una nota de opinión en el New York Times que aún hay tiempo para que la empresa propietaria de esta aplicación haga cambios temporales en su plataforma para reducir el envenenamiento de la vida política brasileña.
Es difícil establecer hasta dónde estos mensajes están afiliados con partidos o candidatos, pero sus tácticas son claras: por medio de la combinación de estrategias piramidales y de red, los productores crean contenidos maliciosos y los difunden a activistas locales y regionales, que a su vez los expiden a grupos públicos y privados, agigantando su impacto nocivo hasta influir en el imaginario colectivo.
A pedido de las universidades de São Paulo (USP) y Federal de Minas Gerais (UFMG), los analistas de la Agência Lupa analizaron el grado de veracidad de 50 imágenes –a partir de un relevamiento hecho con 347 grupos públicos de discusión política monitoreados por el proyecto Elecciones sin fake-news- que circularon en whatsapp entre el 16 de agosto y el 7 de octubre, durante la primera vuelta de las presidenciales: de ellas, apenas cuatro eran comprobadamente verdaderas.
En esos grupos públicos 18.088 usuarios postearon 846.905 mensajes (107.256 imágenes; 71.931 videos; 13.890 audios; 562.866 mensajes de texto y 90.962 links externos). Ocho de las fotos e imágenes eran totalmente falsas, 16 eran imágenes reales usadas fuera de su contexto original o con data distorsionada, lo que indica que el 56% de las imágenes más compartidas no se ajustaban a la realidad. Solo el 8% de las 50 fueron consideradas totalmente reales y confiables.
El problema de las noticias falsas en Brasil trasciende las divisiones ideológicas. Los seguidores de Bolsonaro compartieron muchas imágenes describiendo a políticos –incluso a los de centroderecha- como comunistas. Una de las imágenes –en blanco y negro- mostraba a Fidel Castro con una joven, con un texto que sugería que la ex presidenta Dilma Rousseff era una alumna de Castro, “una estudiante socialista”. La foto fue tomada en EEUU en abril de 1959, cuando Dilma tenía apenas 11 años.
Estamos en plena guerra de quinta generación, donde una de las herramientas utilizadas es la manipulación de procesos políticos a través de los medios digitales y de las redes sociales para causar caos, fragmentar, dividir las sociedades, fracturar el tejido social y crear un imaginario colectivo que permita la elección de candidatos impresentables pero garantes de la consecución de políticas ultraliberales y racistas.
Los experimentos de manipulación, mediante la utilización de las nuevas tecnologías del los algoritmos del big data en la era de la inteligencia artificial son la elección de Donald Trump en EEUU, el referéndum británico para salir de la Unión Europea (Brexit), el referéndum del acuerdo de paz en Colombia, y las campañas de la extrema derecha en varios países europeos.
Las herramientas han cambian en estas guerras. Si hace 45 años se necesitaban tanques, bayonetas, muertos y desaparecidos para imponer un modelo político, económico y social, hoy basta con dominar los medios hegemónicos de comunicación e información y las llamadas redes sociales digitales.
Hoy las grandes empresas multinacionales (Facebook, Amazon, Google, Cambridge Analytica, entre otras) son las que venden los datos y perfiles de los usuarios de las redes a quien pueda pagarlos, sea un Estado, la inteligencia militar o financiera, un partido, un candidato con el suficiente financiamiento.
Cambridge Analytica compró datos privados y la información de más de 87 millones de usuarios de facebook para este propósito. Steve Bannon, un nazifascista que fue asesor de Trump y que ahora asesora a candidatos y partidos neonazis en Europa, tras reunirse con Eduardo Bolsonaro (el hijo de Jair) en Nueva York en agosto, señaló que “ciertamente estamos en contacto para unir fuerzas, especialmente contra el marxismo cultural».
La logística de la campaña sucia de Bolsonaro para promover la manipulación y el fraude está instalada tanto en Brasil como en territorio extranjero y cuenta con expertos (hackers) de varios países del mundo.
Jeferson Miola explica cómo se desarrolla la operación: números de teléfono pertenecientes a los sistemas oficiales de telecomunicaciones de los países extranjeros se utilizan para crear grupos procedentes de WhatsApp [WA] de la campaña Bolsonaro.
Cada línea telefónica puede crear decenas de grupos de hasta 257 integrantes. Esto se hace con el uso de algoritmos que agrupan a los votantes según sus intereses, gustos, con perfiles, criterios geográficos, temáticos, religiosos, profesionales, proporcionados por ellos mismos en sus cuentas de las redes sociales.
Una usina de pensamiento crea los contenidos –de odio, calumnias, mentiras, difamaciones, insultos, agresiones, orientaciones de violencia- en formatos de audios, videos, memes y textos contra el candidato del PT Fernando Haddad, su vice Manuela, el expresidente Lula y el Partido de los Trabajadores, que se propalan por cientos de miles de subgrupos de WA, bombardeándolos con informaciones falsas (fake news) y contenidos desfavorables a la campaña del Haddad y estimuladoras del odio antipetista.
Y como si todo esto fuera poco, desde la central ciberterrorista se inoculan virus troyanos en las redes petistas, hábiles para capturar información y generando información contradictoria que desorienta a los partidarios de Haddad.
Los hackers brasileños y extranjeros identificaron, por ejemplo, los teléfonos +1 (857) 244 a 0.746, Massachusetts, y 351 963 530 310, de Portugal, que manejan más de 70 grupos de campaña de Bolsonaro; y el número +1 (747) 207-0098 de California, que administra más de 100 grupos de WA. Quizá tenga razón Haddad: si se apaga whatsapp por cinco días, no queda nada de Bolsonaro. Pero no se apaga.
Record: Tiembla el poder de Globo
Pero lo que sucede no debiera extrañar. Ya el 4 de octubre, Bolsonaro había reafirmado públicamente su profundo desprecio por la democracia y por las reglas de juego electoral. Excusándose en un ataque recibido, rehuyó del debate con los otros candidatos programado por la Red Globo por razones de salud, pero ofreció una larga y amistosa entrevista en la TV Record del pastor Edir Macedo -un “fundamentalista charlatán”- según Haddad, dueño de la Iglesia Universal delo Reino de Dios.
El STE desechó el pedido de suspensión de esa entrevista, convirtiéndose en cómplice del abuso de poder religioso para convertir una concesión pública de radio y televisión en un órgano de propaganda partidaria, pasando por encima de las cuotas asignadas para propaganda electoral, en detrimento de los otros partidos.
La entrevista en la red Record oficializó el contubernio de Bolsonaro con las iglesias pentecostales, asegurando al ultraderechista una autopista propia para hacer proselitismo, en una apuesta (fracasada) para arrasar en la primera vuelta. Pero en el plano estratégico, este contubernio augura la conformación de un poderoso sistema de comunicación oficial del bolsonarismo, de ganar las elecciones. Con prebendas similares a las que tiene Fox News en EEUU, en el gobierno del fake newer Trump.
Obviamente, este contubernio afectará, sobre todo, a la oligopólica Red Globo, tanto en sus intereses económico-comerciales como en poder y hegemonía política, ideológica y cultural que mantenía desde el gobierno militar de 1964. El 28 de octubre también puede marcar la caída hegemónica de Globo, y el lanzamiento a primera fila de la Record, una televisora que se financia con la explotación inescrupulosa de la religión.
Y no es que Globo defienda la democracia ni el estado de derecho (fue factor fundamental en el juicio político y destitución de Dilma Rousseff, propulsora del golpe, pero atemperó en los últimos días sus ataques a Haddad y Lula), pero su supervivencia y poder dependerá de su capacidad de enfrentar a Record.
El fascismo nos hace petistas
El docente universitario y periodista Gilberto Maringoni señala que el antipetismo no significa estar contra el partido nacido en las huelgas obreras de 1978-80 y que fue electo cuatro veces para presidir el país, hasta ser derrocado por un golpe. La realidad ahora es otra: el antipetismo se tornó una amalgama de preconceptos, odios, violencias, amenazas y oposición de clase por parte del conservadurismo brasileño.
Decir, como lo hizo Bolsonaro en Acre, que va a fusilar a los petistas equivale a dar carta blanca para mucho más que la eliminación física de los miembros del PT: está sobreentendido que junto a ellos irán los trabajadores, los pobres, los negros, los indígenas y todos los condenados de la Tierra, añade.
El antipetismo se está tornando una ideología, así como el anticomunismo, que aglutinó a la oposición a todo lo que fuera transformador en la sociedad. Lo que se vive hoy, en esta escalada fascistizante de chantaje y amenazas de jueces, gorilas y pastores es algo muchísimo pero que cualquier desliz, error, traspié petista. El fascismo, añade Maringoni, nos hace a todos petistas.
Jeferson Miola alerta que el nazismo no comenzó con el holocausto. Los cimientos sociales, políticos y culturales que favorecieron la hegemonía y la legitimidad nazi fueron creados paso a paso. El holocausto representa el apogeo de un régimen que fue institucional y socialmente preparado en un concepto social de aceptación irresponsable y de naturalización de la persecución y la intolerancia, de condescendencia con el arbitrio y de tolerancia con prácticas y valores fascistas que fueron banalizándose en la cotidianeidad.
Es difícil prever el momento exacto en que comienza el fascismo. Es por ello imposible, a la luz de la experiencia histórica, desconocer el ambiente de terror y barbarie de Brasil, si Bolsonaro no es vencido. El antipetismo, en todas sus dimensiones y matices, es el pasaporte al fascismo, afirma.
(*) Almeida es investigadora brasileña, analista de CLAE.
(**) Verzi Rangel es Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)