Sebastián Piñera: «El fallo de La Haya significó un gran triunfo para Chile y para la posición chilena»

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Por Javier Moreno

Piñera: “Chile es una sociedad muy desigual con respecto a lo que queremos ser”

Antofagasta es el improbable lugar donde arranca esta entrevista, apenas despega el avión presidencial, un Boeing 767 de la Fuerza Aérea de Chile. Hasta esta ciudad del norte del país, puerto y capital de la zona minera del desierto de Atacama, se ha desplazado el presidente, Sebastián Piñera, pocas horas después de que se conociera el fallo de la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, que rechazó que Chile deba negociar una salida soberana al Pacífico con Bolivia. Piñera (Santiago de Chile, 1949) voló a Antofagasta en un gesto simbólico de reconocimiento a una ciudad que alguna vez fue boliviana y que el presidente Evo Morales prometió recuperar, aunque en el juicio no se decidía ni la soberanía territorial ni la marítima.

En una entrevista con EL PAÍS en 2013, a pocos días de finalizar su primer mandato, Piñera expresaba su sinsabor por no contar con una aprobación mayor de los chilenos, pese al reconocimiento generalizado de su buena tarea de gobierno. Esta vez, sentado en su despacho en el avión, el presidente muestra claramente otro ánimo. En marzo pasado regresó a La Moneda arropado por un triunfo contundente en las urnas, del 54%, aunque sin mayoría en el Congreso.

Durante estos siete meses de mandato, por tanto, el también presidente de la coalición de derecha Chile Vamos ha intentado apelar a los consensos y al diálogo con la oposición para llevar adelante su proyecto político. Ya con más experiencia, busca fundar en este segundo periodo una derecha renovada y tratar así de proyectar a sus correligionarios al menos por dos periodos, tarea en la que fracasó la última vez. Para ello necesitará también impulsar el crecimiento económico, que fue de un 1,7% de promedio en el Gobierno de la socialista Michelle Bachelet (2014-2018).

El objetivo final es ambicioso. Quiere plantar cara a la izquierda en lo que esta ha considerado su territorio exclusivo: la preocupación por los sectores más vulnerables de la sociedad. “La única razón por la cual volví a postular a la presidencia es porque quiero un desarrollo integral, inclusivo y sustentable para Chile; no es cualquier desarrollo”, explica Piñera durante el vuelo de vuelta a Santiago el pasado martes. Este fin de semana inicia un viaje a Europa, durante el que recalará en Madrid [donde participará en un evento organizado por EL PAÍS].

Pregunta. ¿Qué desafíos se ha trazado para este segundo mandato?

Respuesta. A nuestra generación le ha tocado enfrentar dos grandes y trascendentes desafíos o transiciones. La primera fue la que nos permitió a fines de la década de los ochenta y comienzos de los noventa recuperar nuestras libertades, democracia, convivencia y amistad cívica. Esa transición la hicimos de forma ejemplar. Normalmente, las transiciones de dictaduras a Gobiernos democráticos se realizan en medio de crisis política, caos económico, violencia social. Nada de eso pasó en Chile, lo que refleja que fue una transición inteligente. La nueva transición, la transición del futuro, consiste en conquistar el desarrollo y derrotar la pobreza antes de que termine la próxima década. Es el gran desafío que lidero como presidente de Chile y para el que fui mandatado.

P. Chile viene de cuatro años de crecimiento económico discreto. ¿Cómo pretende revertirlo?

R. La economía chilena estuvo muy estancada, con un crecimiento muy débil, de 1,7% de promedio. Pero no solo eso: en los cuatro años del Gobierno anterior, tanto la inversión como la productividad cayeron. Aumentó en forma exagerada el déficit fiscal y se duplicó la deuda pública en cuatro años. Esa situación tenemos que cambiarla para poder tener éxito en este gran desafío del desarrollo y el progreso. ¿Qué ha pasado en estos siete meses? La economía chilena recuperó mucho de su fortaleza y dinamismo. La inversión y la productividad, que antes caían, se están recuperando con mucha fuerza. La inversión en el segundo trimestre creció un 7,1%. La productividad, que era negativa, hoy día está cerca del 3% al año. Es decir, en lugar de ser un lastre es un motor. El crecimiento de la economía en el segundo trimestre de este año fue del 5,3%.

P. El crecimiento, sin embargo, no se traduce necesariamente en mayor empleo.

R. Estamos viendo una fuerte recuperación, pero eso no significa que vayamos a bajar los brazos o dormirnos en los laureles. El camino al desarrollo no está pavimentado. La mejor prueba es que se cuentan con los dedos de una mano los países que en los últimos 60 años han logrado romper la trampa de los países de ingreso medio y pasar de subdesarrollados a desarrollados: Taiwán, Corea, Singapur y unos pocos más. Ningún país latinoamericano lo ha conseguido. Por lo tanto, la meta que se ha fijado Chile es una meta grande, ambiciosa, pero factible. Si durante los próximos 10 años logramos mantener un crecimiento como el que tuvimos durante nuestro Gobierno anterior, entre el 5% y el 6%, vamos a lograr ser un país desarrollado con un ingreso per cápita y un nivel de desarrollo superior al que tienen países europeos hoy en día y acercarnos a lo que es hoy día España.

P. En ese panorama de 10 años que usted dibuja aparecen muchas sombras: el alza de tasas arrastrada por Estados Unidos y las guerras comerciales. ¿Cómo pueden afectar a su plan?

R. Por supuesto que es un desafío difícil, ambicioso, pero factible. Nadie lo garantiza, hay que hacer las cosas bien. Estamos entregando lo mejor de nosotros mismos, haciendo las reformas estructurales que el país necesita para poner a Chile en esa senda de progreso y desarrollo y sacarla de la senda de crispación, estancamiento y frustración que tuvimos hace poco tiempo. Tenemos muchos obstáculos en el camino. Algunos heredados del Gobierno anterior y otros de la economía mundial. El alza de las tasas de interés, la guerra tarifaria entre China y Estados Unidos que ya nos está perjudicando: ha significado una caída muy fuerte en el precio del cobre, nuestro principal producto de exportación y un alza muy importante en el precio del petróleo, nuestro principal producto de importación. Además, lo que ocurre en el barrio: la recesión en Argentina, la crisis total en Venezuela, por mencionar solamente algunos países.

P. ¿Cuán desestabilizante puede ser Brasil, teniendo en cuenta el tamaño e influencia en el continente, en función del resultado de las elecciones?

R. Nuestro principal socio comercial es China, después Estados Unidos, la Unión Europea, pero Brasil es un socio comercial importante y un gigante dentro de América Latina. Por lo tanto, seguimos con mucha atención lo que ocurra en Brasil, que tiene por delante una elección muy incierta y compleja.

P. Las desigualdades generan división en la sociedad. ¿Le preocupa la inequidad que hay en Chile?

R. Chile es una sociedad muy desigual con respecto a los países desarrollados y con respecto a lo que queremos ser, pero quiero recordar que no basta con denunciar o con tener buenas intenciones. Acabamos de conocer el informe Casen, que mide los niveles de pobreza y desigualdad en Chile, y ¿qué nos muestra respecto al resultado del Gobierno anterior? Que la pobreza se estancó, que la desigualdad aumentó y que el crecimiento del país se debilitó. A veces la izquierda habla mucho de igualdad y de pobreza, pero el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Para nosotros el verdadero desarrollo tiene que ver no solamente con el crecimiento económico, sino con la justicia, la igualdad de oportunidades, reducir las desigualdades excesivas, mejorar la calidad de la democracia, de las instituciones, la seguridad de la población, la protección del medioambiente y la naturaleza.

P. Usted quiere llevar adelante una reforma tributaria y una de pensiones. ¿Cómo pretende hacerlo sin mayoría en el Congreso y con una oposición que su Gobierno tacha de obstruccionista?

R. Ganamos la elección presidencial por un amplio margen y con un mandato claro, pero no tenemos mayoría en ninguna de las dos Cámaras. Por tanto, tenemos que ejercer la capacidad de diálogo, de colaboración, de búsqueda de acuerdos y convencer para sacar adelante reformas que son muy necesarias.

P. En estos primeros meses de Gobierno, ¿lo ha conseguido?

R. No es fácil, no está garantizado, pero es el único camino.

P. ¿Cuánto le importa mantener su popularidad [54% de aprobación, según una encuesta difundida el pasado jueves], sobre todo sin mayoría en el Parlamento?

R. Especialmente si no se tiene mayoría en las Cámaras, es muy importante tener el apoyo de la gente. Cada día es más difícil gobernar. La inmensa mayoría de los gobernantes tienen bajos niveles de popularidad, alto rechazo, muchas dificultades, porque se está produciendo un fenómeno muy importante y positivo: la gente se ha empoderado y exige a sus líderes respuestas rápidas y eficientes a sus problemas. La ciudadanía está muy consciente de sus derechos, aunque no tanto de sus obligaciones y, muchas veces, no comprende que no se pueden resolver todos los problemas de forma instantánea. Que a veces se requiere tiempo, perseverancia.

P. En su primer mandato usted tenía una idea de cómo tenía que ser la derecha de Chile en el futuro. ¿Cuánto se ha avanzado?

R. Tanto la derecha como la izquierda en Chile han evolucionado y en la dirección correcta. La izquierda en Chile en el pasado no respetaba la democracia, la consideraba una democracia burguesa, sin ningún valor, que había que destruirla con las balas o con los votos. Introdujo la violencia como un instrumento de lucha política. Yo estoy seguro de que en esas dos materias la izquierda ya recapacitó y hoy valora la democracia y condena la violencia. La derecha en el pasado no tuvo suficiente conciencia y preocupación por valores muy importantes, como, por ejemplo, el valor de los derechos humanos, el valor de la justicia, el valor de la igualdad. Y yo estoy seguro de que hoy día la derecha chilena tiene un claro y firme y total compromiso con la democracia, con la libertad, con el respeto a los derechos humanos, con la igualdad de oportunidades, con la justicia social. Ahora, en los últimos tiempos, uno nota síntomas de retroceso y creo que hay que preocuparse: esos caminos ya los conocimos en el pasado y no dieron frutos fecundos.

P. ¿Cuáles son esos síntomas de retroceso?

R. Obstruccionismo, demagogia, populismo, son peligros que siempre están presentes. La democracia, la estabilidad, el Estado de derecho, no hay que tomarlos como bienes garantizados, sino que hay que estar permanentemente promoviéndolos, fortaleciéndolos, defendiéndolos. La libertad, la democracia y los derechos humanos tienen formidables enemigos.

“LA DEMANDA BOLIVIANA CONTRA CHILE PROVOCÓ UNA PÉRDIDA DE CONFIANZA ENTRE LOS GOBIERNOS”

P. La demanda boliviana ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) provocó un fuerte sentimiento antiboliviano en las ciudades del norte de Chile. ¿Cómo podría revertirse esta situación?

R. El fallo de La Haya significó un gran triunfo para Chile y para la posición chilena, pero al mismo tiempo fue un triunfo para derecho internacional, el respeto de los tratados internacionales y para a sana y pacífica convivencia entre los países. Ratificó que los tratados válidamente celebrados y plenamente vigentes deben respetarse. Esta demanda nunca debió haberse presentado, porque nos tuvo cinco años enfrentados ante la CIJ y con muchas consecuencias en las relaciones entre los dos países, en circunstancias en que, como la corte confirmó, no tenía ningún fundamento ni histórico, ni político, ni jurídico. Y efectivamente: provocó un grave distanciamiento y una pérdida de confianza y de cercanía, no solamente entre los pueblos, sino que también entre los Gobiernos.

P. ¿Y entre los presidentes, ustedes dos, en lo personal?

R. El presidente Evo Morales, a lo largo de estos cinco años de juicio, fue muy agresivo y descalificador. Hizo afirmaciones muy temerarias, como por ejemplo que Antofagasta fue, es y va a seguir siendo boliviana. Es como si Francia dijese que Asturias fue, es y va a seguir siendo francesa. Ahora que la sentencia es conocida, viene una segunda etapa: si Bolivia acepta el fallo y lo cumple de buena fe, si respeta la validez y vigencia del tratado de paz y amistad de 1904, si no continúa con esta absurda pretensión sobre territorio, mar o soberanía chilenos, entonces las puertas van a estar siempre abiertas para un diálogo fecundo, constructivo, de buena voluntad.

P. El Estado boliviano tiene una pretensión de acceso soberano al mar y lo ha consagrado en su Constitución…

R. Cada país puede tener las pretensiones que quiera, pero lo importante es no confundir pretensiones con derechos. No confundir buena voluntad con obligación de negociar. Chile siempre ha estado dispuesto al diálogo, pero lo que no queremos es establecer relaciones para que Bolivia las rompa bajo cualquier circunstancia. Queremos una relación más responsable, más estable, más madura y para eso estamos mirando atentamente la reacción y la conducta del gobierno boliviano.

P. ¿Chile debería salirse del Pacto de Bogotá de 1948, que entrega la potestad a la CIJ para resolver asuntos territoriales?

R. Chile es parte del Pacto de Bogotá y ese es un tema que vamos a discutir en su mérito, pero no a propósito de este caso.

“LA IGLESIA EN ALGUNOS CASOS OCULTÓ Y EN OTROS RELATIVIZÓ LOS ABUSOS CONTRA NIÑOS”

P. Su gira por Europa que ha comenzado este fin de semana ­─que incluye Francia, España, Alemania y Bruselas y reuniones con sus gobernantes y principales líderes─ finalizará con una audiencia con el Papa en el Vaticano. ¿Abordará con él la crisis de la Iglesia chilena, en la que Francisco lleva a cabo una histórica limpieza por los abusos sexuales contra menores?

R. Espero que conversemos con el papa Francisco los temas más relevantes para nuestro país y entre ellos, por supuesto, está la grave crisis que afecta a la Iglesia Católica en el mundo entero y también en Chile.

R. ¿Le preocupa la crisis de la institución? [la Fiscalía tiene abiertas al menos 126 investigaciones].

P. Por supuesto que sí, porque soy católico y creo en Dios. En Chile se cometieron durante demasiado tiempo abusos y delitos graves, inaceptables, contra niños en materia sexual por miembros de la Iglesia católica. Y la institución no supo reaccionar como correspondía. Tal vez fue una mala entendida solidaridad o lealtad, en lugar de haber enfrentado esto con toda la fuerza y decisión del mundo. En algunos casos lo ocultó, en otros lo relativizó y eso terminó haciendo que la crisis fuera mucho más grave, mucho más profunda y mucho más dañina para la Iglesia católica que lo que habría sido si lo hubiera enfrentado con mayor coraje y verdad. Ahora el Papa está reaccionando en la dirección correcta. Espero que la Iglesia católica pueda superar este difícil y oscuro momento.

El País


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