Bancarrota económica y en política exterior, desafíos de López Obrador – Por Gerardo Villagrán del Corral

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Por Gerardo Villagrán del Corral *

El próximo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador afirmó que el país se encuentra en “bancarrota”, aunque bien pudo haber dicho quiebra, ruina o desastre. El endeudamiento de Enrique Peña Nieto ha sido tan alto, gravoso y a la vez inservible para el futuro del país, que obligó al gobierno a usar los recursos en solventar la deuda externa, con lo cual se desatendió totalmente a la sociedad misma.

La deuda bruta externa total ajustada se duplicó en los últimos ocho años y alcanzó un máximo histórico de 453 mil 548 millones de dólares (más del 40% del PIB) al cierre del primer trimestre de este año, de acuerdo al Banco de México. El pago de los intereses fue por 21 mil 613 millones de dólares en 2017, prácticamente el doble de los erogados en 2010.

Los estrategas de López Obrador tendrán que encontrar otras fuentes de recursos, diferentes a la deuda externa, para financiar los programas anunciados y poder contribuir a una mayor expansión de la economía sin generar desequilibrios insostenibles en el tiempo. Hoy, el país está mucho más cerca de una bancarrota que de la bonanza que intenta vender el presidente saliente, el establishment y los medios hegemónicos: el producto por habitante no ha crecido y el futuro aparece demasiado nublado cuando el salario mínimo es menor ahora que hace 30 años.

Una economía más o menos estancada que concentra el ingreso está produciendo pobreza incesantemente y, en tal virtud, contiene fuertes estructuras que reproducen el mismo estancamiento. En ese círculo vicioso ha vivido el México neoliberal. La pobreza reporta números absolutos más altos entre cada sexenio, pero también porcentajes mayores. Existe una bancarrota social, señala el analista Pablo Gómez .

Hace 30 años casi un tercio de la juventud estudiaba: hoy subsiste el mismo porcentaje mientras otros países en iguales condiciones entonces sobrepasan el 60% de matrícula universitaria.

México vive en medio de la delincuencia organizada, la acumulación de dinero ilícito y otros, y el incremento incesante del número de homicidios dolosos, feminicidios, extorsiones, violaciones y otras conductas ilícitas cuyos números son agobiantes cuando se analizan tanto en términos absolutos como en relativos, indica la revista Proceso, que añade que la corrupción es también una bancarrota, no sólo económica, sino moral.

Existe hoy  una sociedad más estratificada y más injusta. Pero si se analiza la situación en la que se encuentran los grandes conglomerados capitalistas, entonces sí que se vive en bonanza, señala Pablo Gómez.

Trump-Amlo

Una carta de López Obrador a Donald Trump –en julio pasado, tras su triunfo-  significó la manifestación del deseo de sostener relaciones binacionales cordiales o una agenda de los asuntos a tratar en común y, a la vez, un inusual informe unilateral de las medidas que su gobierno tomará para frenar la migración hacia EEUU.

El objetivo explícito de las medidas comunicadas a Trump es que los mexicanos no tengan que migrar por pobreza o violencia, esforzándose en lograr que encuentren trabajo y bienestar en sus lugares de origen. Se busca levantar una serie de cortinas que frenen el desplazamiento de la fuerza de trabajo hacia EEUU.

Entre las acciones que se echarían a caminar se encuentra la siembra de un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables en el sureste del país, para crear 400 mil empleos. También, el impulso a un corredor económico en el Istmo de Tehuantepec, para unir el Pacífico con el Atlántico (una especie de Canal de Panamá seco), con una línea de ferrocarril de 300 kilómetros para el transporte de contenedores y el establecimiento de una zona franca.

Adicionalmente, se recorrerán las aduanas mexicanas hacia el sur, 20 o 30 kilómetros, y se disminuirán a la mitad los impuestos cobrados en la zona fronteriza. Asimismo, se establecerá una franja libre en los 3 mil 185 kilómetros de frontera. “Esta será –dice la carta– la última cortina para retener trabajadores dentro de nuestro territorio”.

Luis Hernández Navarro recuerda que el desarrollo de la región sur-sureste para frenar la migración anunciado por López Obrador no es novedad. Vicente Fox auspició (provocando una incesante oleada de resistencia indígena y campesina) el Plan Puebla-Panamá. Peña Nieto creó en 2016 las zonas económicas especiales (ZEE), como territorios de excepción con incentivos fiscales, beneficios aduaneros y un marco regulatorio ágil, y ahora señalan que buscarán extenderlas a todo Chiapas, Oaxaca y Guerrero.

Todos estos planes han fracasado. Las entidades donde se promovieron no crecieron económicamente y la población no vive mejor, señala el analista de La Jornada. En una historia sin fin, al menos desde 1997, los gobiernos en turno han anunciado el inicio del proyecto de transporte intermodal, para conectar Salina Cruz, Oaxaca, con Coatzacoalcos, Veracruz, y establecer un cluster regional de sectores industriales con alto potencial económico.

“Invariablemente se han topado con un problema irresoluble: el rechazo de las comunidades a su construcción”, recuerda. Más allá de las promesas, nada indica que en esta ocasión la ancestral respuesta de campesinos e indígenas vaya a ser distinta a la del pasado.

Las relaciones con el mundo

Para la académica y diplomática Olga Pellicer, tres grandes rasgos distinguen las relaciones exteriores de México en estos momentos: la creciente vulnerabilidad ante Estados Unidos, la escasa proyección de México en los foros internacionales y el deterioro progresivo de los arreglos institucionales para conducir la política exterior.

La decisión de profundizar la dependencia se tomó al firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuando la exportación de manufacturas, producidas de manera integrada con corporaciones estadounidenses, se convirtió en el motor principal del crecimiento económico del país.

La mayor vulnerabilidad en los últimos años responde a la importancia creciente que adquieren las importaciones de gas natural y gasolina desde EEUU (la seguridad energética mexicana depende de ello) y al cambio inesperado, proteccionista y demoledor de la política de comercio exterior del actual presidente Donald Trump (empeñado en construir un muro que “una” los dos países), lo que exige una redefinición del proyecto de desarrollo nacional.

En los últimos seis años se produjo un sensible debilitamiento de la posición de México como actor con influencia a nivel regional o como defensor de causas en organismos internacionales. Con excepción de la atención concedida a la Alianza del Pacífico y la decisión –tardía- de integrar las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU, el sexenio de Peña Nieto llegó a su fin carente de un proyecto de envergadura en foros multilaterales, como sí se tuvo en 2010 en la COP 16 sobre cambio climático, o en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),

En el terreno de los derechos humanos, el gobierno de Peña mantuvo serios desacuerdos con el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, con los relatores especiales y con los grupos de expertos designados por la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos para coadyuvar en el esclarecimiento del trágico problema de Ayotzinapa y los miles de desaparecidos en todo el país.

Para Pellicer, conducir la relación de México con el mundo requeriría de instituciones sólidas, listas para echar a andar políticas que permitan contrarrestar las circunstancias que han profundizado la vulnerabilidad del país, pero el gobierno entrante recibirá un andamiaje institucional débil: agencias que no se comunican entre sí, sacando adelante los temas coyunturales pero sin responder a metas y objetivos de largo plazo.

Es una herencia perturbadora, pero el futuro lo será aún más si quienes han sido designados por el presidente electo para ocuparse de las relaciones exteriores no se abocan, de inmediato, a enfrentar omisiones y obstáculos que dificultan una mejor conducción de las mismas.

Dado el entorno externo tan adverso para México en 2018, de una buena política exterior depende en gran medida la estabilidad interna y el éxito de la mayoría de proyectos que está dando a conocer el próximo gobierno, concluye Pellicer.

* Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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