Crónica de una liberación anunciada – Por Víctor de Currea-Lugo (Especial desde Chocó para NODAL)
Chocó es lo más cercano al ensayo general del diluvio universal: llueve como en pocas partes del mundo. Esta región de Colombia comparte todas las causas del conflicto armado y tiene, por lo mismo, todas las razones para buscar la paz. Allí, queda solo un grupo guerrillero activo: el Ejército de Liberación Nacional (ELN), pero hay además bandas de narcotraficantes y grupos paramilitares.
Chocó es la región con más pobreza del país y con mayor índice de Necesidades Básicas Insatisfechas. A esto se suma desnutrición y mortalidad infantil, corrupción y burocracia, falta de vías y de agua potable. Allí, casi el noventa por ciento de la población es indígena o afrodescendiente.
En sus selvas, hace más de un mes, fueron detenidos por el ELN seis personas, acusadas de estar espiando. Tres son policías y uno de ellos es un soldado profesional. Los dos restantes son civiles. Esta detención, junto con una similar sucedida en Arauca, tensionó aún más el ya frágil proceso de diálogos que realiza esta guerrilla con el gobierno colombiano.
Su liberación no fue posible de manera concertada y el ELN decidió hacerla de manera unilateral, al no llegar a un acuerdo con el gobierno. En este contexto, yo, como periodista, tomo un avión para Quibdó, la capital de Chocó.
El Frente Occidental
Cubrir un conflicto armado es el arte de preguntar en regiones y a actores que no quieren responder. Esos silencios son los que llenan la teoría, que a su vez es el arte de organizar las suposiciones. Si Chocó es una incógnita para una buena parte del país y el ELN es otra, el ELN en el Chocó es aún más extraño, máxime en un país en el que la verdad está en el televisor.
Las vías del Chocó son sus ríos, imponentes y sin pescadores. La contaminación producto de la minería ha contribuido a la ausencia de pesca. A la orilla se ven algunas dragas y, según los estudios, el mercurio y el cianuro dañan la salud de los chocoanos y otras formas de subsistencia. Hasta hace pocos años, la población vivía de la caza y de la pesca, en pleno siglo XXI. Por sus ríos y después de varias horas de viaje bajo la lluvia, llegamos a un pequeño escampado donde nos esperaba el ELN.
Llegar hasta el sitio de la cita tomó más tiempo del esperado. Los baquianos se cuidaban de moverse ante la presencia de embarcaciones de la Infantería de Marina colombiana. Nos llegaron noticias de las cercanías de barcos “Piraña” desembarcando tropas que luego se internaron en la selva. Los días en esa parte de la selva oscilaban entre amaneceres nublados y atardeceres pintados de amarillo, cuando el sol golpea la vegetación. La guerra no impide, en todo caso, disfrutar de la belleza del lugar.
El Frente de Guerra Occidental del ELN, usa y mucho las redes sociales. Uno de sus comandantes hace a la vez de vocero. Uriel. Un flaco, alto y con acento marcado. En una de las tantas zonas que controla el ELN pude entrevistarlo: ratifica ser parte del ELN, obedece al Comando Central, respeta a la Delegación de Diálogos de esa guerrilla, pero, igualmente, es escéptico frente a la negociación. Hablamos de la incorporación de jóvenes a la guerra, de la izquierda colombiana y de las enseñanzas de la desmovilización de las FARC. Aquí podrán ver la entrevista completa
La inmensa mayoría de los guerrilleros reflejan la composición de la población chocoana: personas de comunidades negras e indígenas. Los combatientes son jóvenes, pero no veo menores de edad. Los ruidos de la selva se mezclan con los ruidos de la formación y los radios de comunicación. Uno de ellos dice que le toca guardia a las 12 de la noche, “cuando salen los muertos” le dice otro, en medio de las risas.
El inevitable tema de conversación fue la detención de seis personas, cuatro de ellos, miembros de la Fuerza Pública. Me insiste en que por allí cruzan policías que van de camino a los diferentes municipios, pero no los detienen. Según Uriel este fue un caso diferente: los detenidos hacían labores de espionaje. Varias veces sobrevolaron los aviones militares, al tiempo que oía las noticias de que el Estado había disminuido la intensidad de la ofensiva para permitir las liberaciones.
Me preguntó por mi propia visión de la lucha armada, frente a algunos de los otros guerrilleros. Pasé de entrevistador a entrevistado. Me sorprendió su alto nivel de escucha. Al margen, él trabajaba junto con otros “elenos” (así se llama a los militantes del ELN) en un plan para liberar de manera unilateral a los detenidos. No vi a los capturados, de hecho, tengo la sensación que estaban muy lejos de allí.
Los preparativos
Organizar una operación humanitaria es el arte de inventarse certezas. Hay poca información y el ambiente es cambiante. Eso es una constante universal. Mientras veía cómo el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la Defensoría del Pueblo y la Diócesis de Quibdó avanzaban sobre la poca información disponible, el ELN y el Gobierno seguían en un rifirrafe mediático de acusaciones mutuas.
Además de esperar que las partes le bajaran a la intensidad mediática, se esperaba que efectivamente disminuyeran las operaciones militares. Había un plan A y un B y un C. Que si helicóptero, que si lanchas, que si carros. Todo dependía del terreno y de las rutas más seguras para que los guerrilleros y los seis detenidos pudieran moverse sin problemas de seguridad. En estos casos, la seguridad se impone a la confianza. Al frente de todo estaba Juan Carlos Cuellar, gestor de paz del ELN.
A las comisiones anteriores se sumaban la sociedad civil y los periodistas. De la sociedad civil vendrían, además de líderes locales, algunas vocerías del orden nacional. Ya estaban en Quibdó los voceros de comunidades reclamantes de la restitución de tierras, de Riosucio. Uno de ellos me habló de la “angustia de dormir amenazado de muerte”.
Finalmente acordaron que el CICR recibiría a los detenidos, y que la Defensoría, la iglesia y la sociedad civil harían presencia; quedaba pendiente el tema de nosotros, los periodistas. Tuvimos una reunión entre nosotros para ajustar un pacto de que nadie saliera a “chiviar” al otro. En época de redes sociales, el éxito no está en decirlo primero sino en decirlo mejor.
Estando pendientes de la liberación, la cadena RCN anunció la liberación, pero era mentira, fruto del afán por informar sin confirmar con las fuentes: se trataba realmente de un grupo de salud, víctima de presiones por parte de delincuentes comunes en otra zona de Chocó.
El día D
La ruta fue objeto de cambios. Hubo un primer plan, por tierra, pero finalmente fue cambiado. En la exploración de ese potencial primer camino, a la salida de Quibdó nos despedía un letrero que decía: “Uribe es Colombia”. Luego cruzamos por lugares, años antes, bajo el control de las Autodefensas Unidas de Colombia, cuyas siglas todavía dan miedo. El paramilitarismo en Chocó no es parte del pasado.
El segundo camino, el que finalmente se usó fue por agua. En varios botes íbamos humanitarios, religiosos, sociedad civil y periodistas. Con varios habían tenido reuniones previas, como Monseñor Juan Carlos Barreto y el Defensor del Pueblo, Carlos Negret.
En las orillas se observan las consecuencias de la minería y unas trochas que no reflejan la gran riqueza del departamento. Más de dos horas después nos estaban esperando. Dejamos las lanchas para esperar en un caserío indígena, la entrega de los detenidos. Antes nos habían recomendado apagar los teléfonos celulares por precaución a que inteligencia militar ubicara la ruta y aquello terminara “de mala manera”.
Finalmente vimos llegar a las seis personas esperadas. Todos vestían ropa limpia y nueva. Uno de ellos, ante mi pregunta por el trato recibido, me dijo: “no nos dijeron ni una grosería”; otro afirmó que “estaban preocupados de que comiéramos bien”. Les gustó el “lindo detalle de traernos ropa nueva”. Los guerrilleros encargados del traslado llegaron igualmente ensopados por la lluvia.
El personal médico del CICR, dirigido por la enfermera Lorena, examinó el estado de salud de los recién liberados, buscando malaria o alguna otra dolencia. El ELN pidió que alguien leyera su comunicado, como condición para la liberación. El Gestor de Paz, Juan Carlos Cuellar, confió en mí y me pidió que lo hiciera, no sin antes advertirles a los colegas periodistas que no hubiera malinterpretaciones, pero eso no impidió las risas. La formalidad de las liberaciones se estrella siempre con la espontaneidad humana.
El camino a casa
El regreso ya era más fácil: la prisa era de nosotros, los periodistas, por informar los hechos. Y claro, cada uno lo hace desde su propia percepción y su línea editorial. Tal como se había acordado, la parada final sería la Defensoría del Pueblo, donde estarían a la espera varios oficiales de las Fuerzas Armadas. Allí también esperarían los familiares de algunos de los detenidos. “Nos trataron mejor que a ellos mismos” fue la última frase que escuché de uno de los recién liberados.
La liberación había llegado a su fin, seis personas habían recuperado la libertad y había cierto aire de optimismo. Pero los otros temas de esta historia seguían ahí: la pobreza, la exclusión, la guerra misma, la minería, la corrupción y el centralismo. El problema sigue siendo cómo liberar al país de todos esos otros males.
Un sector de la sociedad, de los mismos que reclaman la defensa de la Constitución, se dedicaron en Twitter a negar la misma Constitución que reconoce el derecho humanitario y sus categorías. Pero aquí no es el espacio para hacer un curso de derecho.
La Mesa de La Habana recibe con esto un nuevo apoyo, aunque estoy convencido que la voluntad política del Gobierno respecto a la paz, para bien o para mal, ya estaba tomada, aunque el ELN cumplió con su palabra. Se siente una extraña frustración de participar de una acción humanitaria exitosa, ante un Gobierno que no da el paso hacia la paz y ante una sociedad que habla desde el odio. Ahora algunos analistas volverán a sus puestos, a decir sobre el proceso de diálogos, a desdecir sobre lo divino y lo humano de una región del país estancado en la pobreza. Atrás permanecen las incógnitas sobre el Chocó y sobre el ELN, cuyas respuestas son mucho más evidentes y simples de lo que algunos suponen.