Investigadora de la UNQ realiza experimentos con el pez cebra

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Zebrafish: el único pez que no es ningún «pescado»

Desde fines del siglo XV, época de esplendor de Paracelso, famoso médico y alquimista suizo, la humanidad sabe que aquello que diferencia un veneno de un remedio está determinado por una línea muy delgada: la dosis. A partir de la Modernidad, las ciencias han consolidado sus saberes y fortalecido sus campos disciplinares y, afortunadamente, hoy también se conoce que factores como la edad, la nutrición y las enfermedades previas del paciente también deben ser considerados al momento de evaluar la toxicidad de un fármaco.

Según la Organización Mundial de la Salud la toxicología puede definirse como “la ciencia que se ocupa de los efectos adversos a la salud causados por agentes químicos, físicos o biológicos en los organismos vivientes”. Claro que aquello que se denomina “efectos adversos” es tan variable que incluye desde un dolor de estómago hasta la propia muerte.

Desde la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), la Dra. Jimena Prieto –investigadora del Conicet en el Laboratorio de Biomembranas– se especializa en la realización de estudios toxicológicos de fármacos a partir de experimentos en el pez cebra –Zebrafish–, un modelo que permite advertir, a priori, cuáles serían los efectos en caso de suministrarse en humanos. Ha concentrado sus investigaciones en compuestos para tratar epilepsia y enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer. A continuación cuenta de qué van sus últimos desarrollos al respecto.

-Cuando uno revisa su CV advierte que usted es especialista en el “desarrollo de productos nanotecnológicos en el modelo de experimentación del pez cebra”. ¿A qué se refiere con ello?

-Se relaciona con investigaciones en un campo transversal: la toxicología. Desde aquí, junto con otros miembros del Laboratorio evaluamos qué efectos causan los compuestos nanotecnológicos que diseñamos en las larvas de estos animales, durante sus primeros días de vida al salir del huevo.

-¿Qué efectos estudian?

-Por ejemplo, si causan su muerte, o bien, si ocasionan cambios en la morfología –esto es, si genera malas formaciones– del hígado, el corazón y otros parámetros comportamentales como la neurotoxicidad. Realizamos, en este marco, diversos test que nos permiten advertir ciertos resultados que tienen como horizonte lo que podría ocurrir con los seres humanos y una terapia ante una posible enfermedad.

-De modo que las larvas de los peces funcionan como modelo para conocer aquello que, en un futuro, podría ocurrir con humanos ante el suministro de un fármaco que ustedes diseñan…

-Exacto, porque existen ciertos órganos que, desde una perspectiva celular, presentan estructuras y funciones muy similares a las nuestras. Por tanto, si el compuesto que desarrollamos es hepatotóxico en las larvas (dañan sus hígados), probablemente, lo mismo sucederá en humanos.

-¿Para qué enfermedades han probado el modelo de pez cebra?

-En epilepsia, por ejemplo. Inducimos la enfermedad y luego les suministramos los fármacos para evaluar cómo respondían. Ahora mismo tenemos una línea de investigación que también se concentra en el desarrollo de tratamientos para Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas. En este caso puntual colocamos medicamentos en un transportador que actúa como un delivery y los traslada directamente al cerebro.

-¿Cómo actúan precisamente esos transportadores?

-Son productos que diseñamos a escala nanométrica e incrementan la efectividad con la que el fármaco llega al cerebro; a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, cuando una persona toma una aspirina y se disemina por todo el cuerpo.

-Si las larvas son tan pequeñas y los productos que diseñan tienen escala nanométrica, ¿cómo investigan?

-Utilizamos placas especiales con –casi– cien pocillos y en cada uno colocamos hasta tres larvas. Luego, seguimos la investigación con lupas de aumento considerable. Como estos organismos son transparentes podemos observar con nitidez el hígado, el corazón, el intestino y el sistema circulatorio.

-Si los fármacos funcionan con efectividad en larvas, ¿cómo sigue el proceso?

-Pasamos a probarlo en modelos más complejos como los ratones. Luego, si los resultados también son los esperados debemos recurrir a un apoyo monetario suficiente para promover un escalado. Una cosa es probar la droga en el laboratorio y otra muy distinta es producirla a nivel industrial.

-De modo que los análisis toxicológicos son fundamentales como primer eslabón para el diseño de cualquier medicamento…

-Por supuesto. Sobre todo hay que tener en cuenta que la nanotecnología –empleada en el campo de la salud– está presente en los objetos más cotidianos: desde las raquetas de tenis hasta medias y pinturas. Incluso, salen al mercado y las compramos sin advertir que podrían haber sido desarrollados sin respetar los parámetros de toxicidad. En efecto, por ello es tan importante que el testeo previo que realizamos para nuestros ensayos de laboratorio también se practique en el diseño de productos pertenecientes a otros ámbitos.

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