Indígenas de Colombia y Guatemala se reunieron para dialogar sobre la paz
Indígenas de Guatemala y Colombia dialogan sobre la paz
“Lo que pretendemos nosotros, los pueblos indígenas de Colombia, es que no tengamos que esperar 22 años para que finalmente se consolide la paz”, afirma Plinio Trochez, indígena del norte del Cauca. Habla sentado junto a Pedro Diego Mateo, indígena maya guatemalteco. Lo dice porque los aborígenes centroamericanos son insistentes al decir que tras más de dos décadas de firmado el acuerdo de paz entre el Estado y la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Guatemalteca no ha llegado la reparación para las víctimas.
Desde el 26 de junio hay una delegación de indígenas maya en el país conversando con los nasa del norte del Cauca. Han compartido sus experiencias en la guerra y tras la firma de los acuerdos de paz en ambos países. El encuentro concluirá el 28 de junio con el foro ‘Las víctimas cuentan’ que se desarrollará en Bogotá.
En el país centroamericano la mayoría de las víctimas fueron indígenas. El 86% de la población de Guatemala es aborigen y durante los años de la guerra (1960-1996) fueron el sector social más golpeado. Según Mateo, el 97% de las violaciones a los derechos humanos en ese conflicto fueron cometidas por el Estado. A pesar de eso, solo el 30% de las víctimas han recibido algún tipo de reparación.
La violencia que sufrieron fue tan brutal que se adelantan juicios por genocidio contra altos mandos militares. Incluso el dictador Efraín Ríos Montt fue condenado en 2013 por intentar exterminar a los indígenas maya ixiles. Dicho pueblo perdió a casi el 10% de su población en medio de masacres, desapariciones forzadas y diferentes delitos ejecutados por el Ejército guatemalteco. Sin embargo, la condena contra Ríos Montt fue revocada y el dictador murió en su casa en abril de 2018.
Por su parte, las comunidades indígenas del norte del Cauca también tienen cientos de historias dolorosas por contar. Por ejemplo, en el 2006 presenciaron la destrucción parcial del municipio de Toribío, tras una toma al pueblo con cilindros bomba que perpetraron las Farc. Con las instituciones armadas estatales la relación tampoco fue fácil. Recuerdan cómo los aborígenes colombianos desmilitarizaron el Cerro de Berlín en el 2012 por considerar que los uniformados estaban ocupando un sitio sagrado. También, los comuneros guardan es su memoria la masacre de El Nilo, en Caloto, cuando 21 indígenas fueron desaparecidos por paramilitares en asocio con agentes de la Policía.
Ese contexto de violencia se lo contaron los nasa a los maya en una visita que estos últimos hicieron a Toribío, Jambaló y Santander de Quilichao. Los guatemaltecos se llevaron una buena impresión sobre los procesos organizativos de los nasa. “Nos sorprendió mucho y es una experiencia que esperamos poder consensuar con nuestras bases”, dijo Mateo acerca de la unidad que tienen los pueblos indígenas del norte del Cauca.
Mateo también reconoció que, en parte, la precaria situación en la que se encuentra la implementación del acuerdo de paz en ese país tiene que ver con la falta de fortaleza de las organizaciones indígenas. Dice que muchas veces los liderazgos terminan cooptados por fuerzas políticas que no defienden los derechos de los aborígenes.
Por su parte, Trochez contó que en un principio las comunidades indígenas estaban excluidas de la mesa de negociaciones entre el Gobierno y las Farc. “La unidad, la propuesta y la lucha se dio porque las comunidades indígenas éramos las más afectadas y debíamos hacer parte de ese diálogo”, cuenta. Dice que a raíz de eso se logró la inclusión del capítulo étnico en el acuerdo final de paz.
El líder guatemalteco encontró diferencias entre la situación de los nasa y lo que ellos vivieron en Guatemala. Mateo dijo que gran parte de los indígenas reconocía a la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Guatemalteca como una “fuerza armada alternativa”. Por eso cuenta que cuando los insurgentes retornaron a sus hogares se hicieron fiestas para recibirlos.
En el caso colombiano, las guerrillas también victimizaron a los indígenas. Aunque en el seno de las familias también se vive alegría por el retorno de sus familiares, en las comunidades del norte del Cauca es necesario que los excombatientes le pidan a las autoridades volver a hacer parte del censo de los cabildos.
Lecciones de justicia
Aunque las autoridades nasa aceptan el retorno de los excombatientes, lo hacen con una aclaración: si la justicia ordinaria los requiere tendrán que comparecer. A pesar de eso, Trochez cuenta que las comunidades indígenas están construyendo un sistema para juzgar los crímenes que de las que fueron víctimas a manos de otros indígenas.
Asimismo, les están pidiendo a los excombatientes que aporten toda la información que tengan de crímenes que se cometieron en el desarrollo del conflicto armado. “¿Quién mató a Cristóbal Secue Tombé? ¿Quién mató a Salatiel Méndez?”, pregunta Trochez sobre los crímenes contra dos líderes indígenas.
Con respecto al acceso a la justicia en Guatemala, Alejandro Rodríguez, coordinador del programa justicia Impunity Watch (ONG que trabaja en ese país centroamericano) dijo que una lección es tener una justicia independiente. Cuenta que entre 1990 y 1994 la justicia estuvo en manos de los militares. “En Guatemala hasta 1998 existía la justicia militar y eso era prácticamente la impunidad”, asevera. Dice que todos los avances de justicia se lograron gracias a que lograron que los crímenes fueran juzgados por la justicia ordinaria.
Rodríguez dice que el trabajo de la comunidad internacional ha sido clave para alcanzar justicia en su país. En el 2007 se instaló la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y su creación impulsó la reforma de varias instituciones que habían sido inoperantes. Tras modificaciones en el Ministerio Público las investigaciones sobre las graves violaciones de derechos humanos han avanzado.
En palabras de Rodríguez “la paz implica la reconciliación, pero sobretodo la transformación de las condiciones que dieron origen al conflicto armado”. Dice que esto incluye la reparación que según su opinión en Guatemala no ha operado, lo cual ha generado conflictos sociales. Evitar que algo similar pase en Colombia es posible solo si se reconocen “los derechos de los pueblos indígenas, de los campesinos y de las personas que más sufrieron para que puedan incorporarse al sistema productivo nacional y que no se haga permanente la exclusión económica y social”, concluyó.
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