Chile: Qué es y cómo se puede promover una educación no sexista – Por Margherita Cordano F.

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Pedir a las mujeres que se sienten «como señoritas» y estar constantemente disciplinando en base a su cuerpo, leer cuentos donde los hombres tienen la tarea de ser héroes y salvarlas, o invisibilizar los méritos históricos de ellas son algunas prácticas que se repiten en la sala de clases. Hoy se busca crear más conciencia e igualdad.

Cuando la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) preguntó a los apoderados chilenos si esperaban que sus hijos hombres trabajaran en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas en el futuro, la mitad de ellos dijo que sí. Cuando se les preguntó si esperaban lo mismo para las mujeres, la cifra solo llegó a 16%.

Según datos de la Unesco, una situación similar se vive dentro de la sala de clases, con tres de cada 10 profesores del país que aseguran que la habilidad para aprender matemáticas depende del sexo: el 85% de ese total ve a los hombres como más capaces.

«Los estereotipos de género se instalan a través de diversos mecanismos sociales y se expresan de múltiples formas. Por ejemplo, a través de los chistes, la música popular, los cuentos de hadas y los libros de texto que se usan en el colegio. Estas expresiones muchas veces están basadas en nociones rígidas sobre el género e instalan reglas implícitas y ocultas sobre cómo deberían ser y comportarse las mujeres y los hombres», comenta Mary Guinn Delaney, asesora de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la Unesco.

«Los contextos escolares, como expresiones más pequeñas de una sociedad más amplia, no se encuentran ajenos a estas ‘reglas del juego’ y las reproducen en la forma de enseñar, en las orientaciones que entregan y en las expectativas y exigencias que establecen para las niñas y los niños».

Prácticas reflexivas

Desde su rol como profesora de Lenguaje y Comunicación en el Colegio Centenario de Arica, Carla Roco ha buscado luchar contra los estereotipos con diversas acciones, que van desde pedir a hombres y mujeres que decoren la sala de clases cuando hay festejos -dejando de lado la idea de que ellas son las que se encargan de la ornamentación- hasta llevar a un psiquiatra infanto-juvenil a hablar sobre trastornos alimentarios. «El desafío era desmitificar conceptos sexistas como ‘anorexia y bulimia, temas de minas'», explica la docente, quien fue destacada por el Ministerio de Educación por tratar estos temas.

No cerrarse al diálogo «instauró una práctica reflexiva muy importante, porque los estudiantes comenzaron a cuestionar muchas cosas. Recuerdo que un alumno de 3° medio me dijo que ahora notaba que frases que eran típicas en algunos profesores, como decirles a las niñas que se sentaran como señoritas, o a ellos que debían quedarse calladitos porque los hombres no lloran, eran sexistas».

«Los ejemplos de cómo se manifiesta la educación sexista son muchos, pero se pueden focalizar en tres ámbitos», indica Ana Luisa Muñoz, académica de la Facultad de Educación UC. Uno de ellos se relaciona con estar constantemente disciplinando los cuerpos de las mujeres -nuevamente, la idea de sentarse como señorita-, mientras que otro tiene que ver con cómo se abordan los contenidos.

«Esto se ve hasta en los cuentos que se leen en educación primaria. Si uno mira cómo se representan y qué valores se asocian a los hombres y las mujeres, ellas suelen ser representadas como personas débiles que tienen que ser salvadas», dice.

Un tercer ámbito es invisibilizar el aporte histórico de las mujeres. «En comparación con los hombres, muy pocas mujeres con las mismas profesiones y roles sociales, como científicas, escritoras, deportistas, músicas y políticas, tienen presencia en los textos escolares. Cuando sí son mencionadas, muchas veces es por ser ‘la primera’, como si el hecho de ser mujer fuera asombroso o más importante que el logro en sí mismo», explica Mary Guinn Delaney.

Mallas curriculares

Desde el Colegio San Ignacio Alonso Ovalle -establecimiento que desde 2015 es coeducacional-, la profesora Carolina Calderón busca dejar de lado la educación sexista entremezclando espacios de diálogo (este mes, estudiantes de enseñanza media levantaron una asamblea abierta para discutir sobre la violencia patriarcal) con acciones concretas.

«El año pasado se trabajó en un proyecto integral con la obra de la artista Violeta Parra y de manera interdisciplinar. Como comunidad, vimos que más de mil estudiantes bordaron sus canciones en creaciones propias», dice. Calderón destaca que la acción generó una discusión interesante, porque «el bordado y las actividades de índole manual han sido por años un estereotipo ligado a la mujer».

En la escuela básica Vicuña Mackenna de la comuna de Santiago, la directora Ana Peña dice estar consciente de que los cambios toman tiempo. «En nuestra planta docente tenemos profesoras noveles y otras más antiguas, a quienes les puede costar un poquito más», responde cuando se le pregunta cómo se han ido adaptando para dejar de lado ciertos estereotipos. Entre los mismos docentes se han ido ayudando unos con otros.

«Por ejemplo, lo de sentarse como señorita se puede plantear de otra manera. Quizás decirles que se traten de sentar más cómodas, o explicarles que la posición es importante porque puede dañarse la columna», indica.

Sylvia Contreras, académica del Departamento de Educación de la U. de Santiago, cree que es necesario que las universidades comiencen a tratar el tema con sus futuros graduados, más allá de las carreras de pedagogía. «Lo que corresponde es asumir la responsabilidad de asegurar que la perspectiva de género, de derechos humanos, entre otras, se explicite en las mallas curriculares», dice. «No se trata de dictar un curso o tener un electivo. Se trata de que este enfoque esté presente en todas las propuestas de formación que ofrezcan las instituciones de educación superior. Se trata de recalcar que todos somos responsables».

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