Argentina: Diputados tratará la legalización del aborto el 13 de junio, tras 15 audiencias
Diputados celebró la última audiencia por el aborto y ya se palpita la sesión del 13 de junio
Con la presencia del ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, de sus predecesores Ginés González García y Daniel Gollan, además del «Padre Pepe» Di Paola, y otras figuras de renombre, culminó este jueves en la Cámara de Diputados el proceso de audiencias públicas en torno al proyecto de despenalización del aborto.
De esa manera, comenzó la cuenta regresiva para la «histórica» sesión del miércoles 13 de junio.
El ciclo incluyó más de 800 ponencias en un período de dos meses: se escucharon voces a favor y en contra, con enfoques diferentes como la dimensión bioética, científica, religiosa, jurídica y de Derechos Humanos.
Desfilaron por el plenario de comisiones para dar a conocer sus puntos de vista referentes de distintos ámbitos, como las actrices Florencia de la V, Alejandra Darín, Griselada Siciliani y Carla Peterson, el filósofo Darío Sztajnszrajber, los periodistas Luis Novaresio, Julia Mengolini y Débora Plager, el ex presidente provisional del Senado Eduardo Menem, y los escritores Claudia Piñeiro y Juan José Sebreli.
Un cierre con varios expositores
Rubinstein definió el debate por el aborto como «histórico» y aseguró que es «auspicioso» que se haya abierto tras haber estado «barrido debajo de la alfombra desde el inicio de la democracia».
En este sentido, celebró la decisión del presidente Mauricio Macri de darle luz verde al debate parlamentario «aun cuando sus convicciones personales son contrarias a la despenalización del aborto».
«Entendió que este era un problema social que había sido identificado como tal por la sociedad», resaltó el funcionario macrista.
Señaló además que en 2014 se registraron «47.000 hospitalizaciones por abortos» solamente en el sector público, y sumó a esto que entre el 2005 y 2014 hubo una disminución del 20 % de los egresos hospitalarios por esta causa fruto de las políticas de prevención y el uso de la pastilla de misoprostol.
«El aborto inseguro, aquel que no es llevado a cabo por un profesional o en las condiciones que requiere, supera el 90 % en Latinoamérica», detalló.
La contracara del discurso del ministro macrista fue José María Di Paola, conocido como «Padre Pepe», quien basó su análisis en una lectura geopolítica sobre la presunta intromisión del FMI en las políticas de liberalización del aborto.
El prebístero, referente de la pastoral en villas, consideró que «no es inocente que este año se instale el aborto desde la política para acercarse a aquel que lo promueve en todo el mundo: el FMI».
Tras asimilar las prácticas de interrupción de embarazos no deseados con un «genocidio», Di Paola dijo que «el aborto es sinónimo del FMI».
«Aborto es sinónimo de FMI le guste o no al mundo conservador que no ve con malos ojos que los pobres tengan la menor cantidad de hijos o que no los tengan y también al mundo pseudoprogresista que levanta las banderas de una presunta libertad de las mujeres para disponer de su cuerpo, pero que sabe que este genocidio además es inspirado y promovido por el Fondo Monetario Internacional», analizó.
En un mensaje dirigido a los diputados kirchneristas cuyo grueso manifestó que votará afirmativamente el proyecto, el cura villero citó al expresidente de Ecuador Rafael Correa, al de Venezuela Hugo Chávez y al actual mandatario de Bolivia Evo Morales, quienes se manifestaron en contra del aborto.
«¡No necesitamos agregar más muertes! Nuestros barrios necesitan propuestas de vida digna y una sociedad que proteja a los más débiles, no que los descarte como residuos patológicos», remató.
El discurso de Ginés González García, ex ministro de Salud de Néstor Kirchner, fue de los más festejados por la tribuna feminista que con sus característicos pañuelos verdes pobló algunos espacios de la sala del anexo.
«Como está hoy, la ley solo sirve para que tengamos muertes maternas evitables, para que tengamos miles de internaciones», manifestó.
El dirigente enfatizó que «hay pocas oportunidades como esta de que una ley cambie la historia» y en un mensaje específico a los diputados de su extracción política, dijo que «el peronismo no fue hecho para mantener las cosas como están».
Y concluyó: «Estoy seguro de que tienen aprietes, siempre los hubo. Pero una cosa son los aprietes que podemos aguantar, y otra cosa es que las mujeres a veces hasta sean embarazadas por aprietes y tengan las consecuencias que tienen».
A su turno, Gollan resaltó que existe una «enorme cantidad de evidencia científica» en el mundo que permite concluir que «voten lo que voten las mujeres que deciden hacerse un aborto lo van a seguir haciendo, y voten lo que voten ustedes, las mujeres que decidan seguir adelanto con su embarazo lo van a seguir haciendo».
«No va a suceder que si ustedes votan una ley por la cual se legaliza el embarazo todas las mujeres saldrán corriendo a hacerse el aborto», desmitificó el último ministro de Salud de Cristina Kirchner.
El ex juez y diputado radical Ricardo Gil Lavedra fue otro de los oradores que se pronunció a favor de la despenalización, al sostener que «la criminalización ha fracasado, no ha tenido efecto preventivo, disuasorio y además ha producido un fuerte impacto en la salud de las personas de menores recursos».
Otras ponencias tuvieron como protagonistas a la legisladora porteña del Frente de Izquierda Myriam Bregman (PTS), la actriz Dolores Fonzi, la cantante Miss Bolivia, la dirigente de CTERA Sonia Alesso, y las ex diputadas nacionales Cecilia Merchán, Adela Segarra y Soledad Sosa.
¿Qué cambió a tres años de Ni Una Menos?
Este domingo 3 de junio se cumplen tres años desde la primera marcha por Ni Una Menos, la convocatoria que, desde 2015, viene llenando las plazas de todo el país reclamando el fin de la violencia machista en todas sus dimensiones. La movilización logró con el tiempo masificar demandas y ampliar los núcleos de los movimientos feministas, llevando la problemática a espacios hasta hace un tiempo impensados. ¿Qué es lo que cambió durante este tiempo?
Hace casi tres años, los movimientos feministas dieron un salto histórico. Para muchos, el 3 de junio de 2015 quizás se presentó como un hecho inesperado, pero la realidad es que fue el resultado de años de militancia activa y de reclamos imposibles de callar, que se pintaron en las paredes, en los cuerpos y en cada rincón de las calles para decir “basta”. La primera movilización desbordó las plazas de todo el país. Semanas antes, el 10 de mayo, Chiara Páez, una adolescente de 14 años de la localidad de Rufino, provincia de Santa Fe, había sido asesinada a golpes y su cuerpo enterrado en la casa de su novio. El hecho se sumó a la ola de femicidios que todos los días demuestran el extremo más cruel de una cadena de violencias a las que las mujeres se enfrentan de forma cotidiana.
En el Congreso se concentraron alrededor de 300 mil personas. Las consignas fueron muchas, pero todas apuntaron a lo mismo: desarmar la cultura machista que se encuentra en la base de las agresiones y exigir al Estado que tome acción frente a las desigualdad de género, visible en múltiples ámbitos sociales.
En el Congreso se concentraron alrededor de 300 mil personas. Las consignas fueron muchas, pero todas apuntaron a lo mismo: desarmar la cultura machista que se encuentra en la base de las agresiones y exigir al Estado que tome acción frente a las desigualdad de género, visible en múltiples ámbitos sociales. Se trató no sólo de repudiar la violencia física, sino también de denunciar las de índole económica, psicológica, simbólica y sexual. Fue la continuación de un grito que se gestó durante años y cuya masividad ocupó un lugar central en la agenda mediática. De a poco, el feminismo se hizo un lugar en espacios que antes se encontraban vedados y la conciencia acumulada se expandió por fuera de los círculos militantes y académicos tradicionales.
Se comenzaron a cuestionar los roles y a repensar las prácticas, despertándose en varios espacios una necesidad de transformación, con la certeza de que ahora, a diferencia de lo que sucedía años atrás, las denuncias tienen oportunidad de ser escuchadas. Pero deconstruir el sentido común arraigado en todas las instituciones sociales es una cuestión compleja, colectiva y permanente. No es fácil derribar los discursos patriarcales en los que se basa toda educación que, desde la primera infancia hasta la adultez, reproducen estereotipos y relaciones de dominación. Es por eso que, al tiempo que los movimientos feministas y sus reclamos se fueron extendiendo, encontraron también la resistencia de quienes les resulta molesto o incomprensible que las mujeres defiendan la libertad sobre sus vidas y sus cuerpos a viva voz.
«Se comenzaron a cuestionar los roles y a repensar las prácticas, despertándose en varios espacios una necesidad de transformación, con la certeza de que ahora, a diferencia de lo que sucedía años atrás, las denuncias tienen oportunidad de ser escuchadas».
Mucho se dijo – y se continúa diciendo – sobre el feminismo, en particular desde los medios de comunicación, que son los que tienen una responsabilidad esencial a la hora de crear conciencia sobre una sociedad más justa y respetuosa, construida sobre la equidad de género. Que el feminismo “exagera”, que “es una moda”, que “ya no se puede decir nada”, son solo algunas de las frases más comunes que buscan deslegitimar una lucha necesaria, en un contexto en el que una mujer es asesinada cada 29 horas porque su cuerpo es visto como una propiedad, donde el acoso es moneda corriente y la brecha salarial respecto de los varones es del 27%. Así, desnaturalizar también la discriminación, los prejuicios, la culpabilización de la víctima es entonces fundamental, y es lo que genera que lo que antes era motivo de indiferencia – o incluso de risa – ahora sea objeto de condena pública.
En aquel sentido, el 2017 y estos primeros meses del 2018 fueron un ejemplo del poder movilización y de los resultados de la organización colectiva, que demostraron que la marcha atrás ya no es posible. Las denuncias de violencia simbólica contra los chistes y comentarios sexistas de personajes públicos – como sucedió con el show del humorista “Yayo”, o los dichos de Facundo Arana, Roberto Pettinato y Cacho Castaña -; los reclamos de liberación de Higui y Belén; las marchas espontáneas contra femicidios, como los de Micaela García, Araceli Fulles o Anahí Benitez; la visibilización de la violencia machista al interior de ámbitos hasta hace poco herméticos, como el rock o el fútbol y la caída de “ídolos” tradicionales, son algunos de los tantos hechos que demuestran que estamos ante un cambio de época.
«Que el negocio de la clandestinidad del aborto saliera a la superficie y se debatiera no sólo en el parlamento, sino también en la pantalla chica de la televisión, significó arrancar uno de los tabúes más grandes sobre el cuerpo y la libertad de las mujeres».
Y lo que en este último tiempo marcó sin dudas una de las conquistas más grandes fue lograr, después de años de trabajo, que el aborto sea finalmente un tema de discusión central en la agenda política, social y mediática. Que el negocio de la clandestinidad saliera a la superficie y se debatiera no sólo en el parlamento, sino también en la pantalla chica de la televisión, significó arrancar uno de los tabúes más grandes sobre la libertad de las mujeres. Y eso, en un país como Argentina, donde la Iglesia continúa evidentemente teniendo peso sobre las políticas estatales representa un paso extremadamente valioso. Reclamar el derecho a la decisión y a la autonomía, tomar el poder y el control sobre el propio cuerpo y teñir las calles con esa consigna es así uno de los resultados de la acción feminista.
La movilización por Ni Una Menos, que este año se realizará el 4 de junio desde Plaza de Mayo hasta el Congreso, es otra oportunidad para apropiarse de ese espacio público del que la mujer tantas veces es relegada, y convertirlo en un escenario para continuar reclamando por todo el camino que falta andar. Para exigir las políticas públicas necesarias, para que ni una sola mujer sea víctima de violencias, para que no tenga que vivir con miedo, para que no se vea afectada por las injusticias que recaen sobre su cuerpo por su sola condición de género.
«Como tantas otras, esta marcha es así una forma de reivindicar la participación política y social de las mujeres, de continuar construyendo vínculos y herramientas para empoderarse y deconstruir de forma conjunta el lugar asignado por la tradición machista».
Como tantas otras, esta marcha es así una forma de reivindicar la participación política y social de las mujeres, de continuar construyendo vínculos y herramientas para empoderarse y deconstruir de forma conjunta el lugar asignado por la tradición machista. Es una nueva jornada para revertir las prácticas que se empeñan en disciplinar y oprimir todo lo que no encaja en las normas patriarcales y para seguir profundizando un cambio que ya no tiene vuelta atrás.