¿Qué le pasó a la UNASUR?- Por Oscar Ugarteche y Armando Negrete
Por Oscar Ugarteche y Armando Negrete*
La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) entró en funciones en agosto del 2008 a través del Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas, firmado por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela y fue ratificado con su firma en marzo del 2011.
La búsqueda de su constitución fue motivada por la interferencia abierta de Estados Unidos en la vida política de Bolivia tras tres años de acciones sistemáticas de desestabilización incluyendo un intento de guerra interna, luego que Evo Morales fuera electo presidente.
El presidente Morales conversó con los presidentes Kirchner y Lula y acordaron que lo correcto era organizar un espacio de discusión autónomo que fuera autónomo de la OEA. El presidente Chávez estuvo de acuerdo con esto y se organizó la reunión de Brasilia del 2008 donde se juntó por primera vez UNASUR. Esto era un espacio análogo al Consejo de Europa para discutir temas de manera autónoma, sin interferencias extra regionales. UNASUR puso en evidencia que había una distancia entre América del Norte y Central que terminan en Panamá y América del Sur. También evidenció que la interferencia en Sudamérica era inaceptable mientras que la otra mitad del hemisferio estaban abiertamente subordinados y era irremediable.
Apoyados en la convergencia política y económica de los gobiernos progresistas de Lula en Brasil, de Michelle Bachelet en Chile, Tabaré Vázquez en Uruguay, de Hugo Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y de Cristina Fernández en Argentina, se conformó el bloque político más grande en la historia del continente. Desde entonces, sobre un particular esquema de integración definido como regionalismo abierto, a UNASUR le hubiera gustado conformar el Mercado Común del Sur, juntando Mercosur (1991), con la Comunidad Andina (1993) pero al final no se logró.
Se fortaleció, en cambio, la autonomía de la región en materia de gestión de crisis política y construcción de condiciones regionales para superar las limitaciones de cooperación que impone la estructura de la Organización Estados Americanos (OEA) y la influencia de EEUU en el continente. Se avanzó de manera importante en la discusión sobre cooperación financiera regional y la promoción de fondos regionales de desarrollo, con la fundación del Banco del Sur y el lanzamiento en Quito en el 2007 de la arquitectura financiera regional.
UNASUR enfrentó cambios en la convergencia de sus objetivos regionales con los giros políticos de los gobiernos de Argentina (2015), Brasil (2016) y Chile (2017). Los desacuerdos y división generados llegaron al punto en que el organismo operó, desde el 31 de enero de 2017, sin Secretario General por falta de acuerdo; sin acuerdos en la agenda; ni consenso sobre las reuniones de los órganos colectivos de decisión; mientras que cada vez eran más repetidos los enfrentamientos políticos entre las facciones de los gobiernos. El organismo cayó en una situación de parálisis institucional que tornó su operación ineficiente, e irrelevante. En este marco se creó el grupo de Lima en agosto del 2017 para enfrentar al gobierno de Venezuela, por iniciativa del gobierno peruano, tomando los gobiernos sudamericanos un papel a la inversa del de UNASUR.
Una semana después de la VIII Cumbre de las Américas en Lima, y dos días después del nombramiento de la presidencia pro tempore boliviana de UNASUR, el 20 de abril de 2018 presentaron su baja temporal e indefinida de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú. Esta decisión fue anunciada bajo la consigna de la no reincorporación hasta que “no se garantice el funcionamiento adecuado de la organización”.
Con esto, UNASUR se quedó con seis miembros activos, menos de la mitad más uno, lo cual la dejó sin fondos y sin poder de decisión, y la convirtió en un organismo únicamente testimonial. Se truncó este esquema de integración política como antes se truncaron todas las iniciativas planteadas desde que Bolívar primero, Diego Portales y Juan Bautista Alberdi, pensaron esquemas de integración recién obtenida la independencia de España.
La retirada de estos seis países se vincula, por una parte, con los diversos mecanismos de presión del gobierno estadounidense contra los esquemas de integración regionales en el tiempo. Esta vez el pretexto fue la oposición a Nicolás Maduro, en Venezuela vía el Grupo de Lima. Los seis miembros que suspendieron su participación son, casualmente, los mismos que se unieron a EEUU en la campaña de condena a Venezuela por violación de los derechos humanos y que pueden ser identificados como las “repúblicas de los empresarios”.
Por otro parte, su salida expresa la divergencia política que existe entre los gobiernos suramericanos. Después de una década y media de gobiernos progresistas, con fortalecimiento de mercado interno y promoción de la integración regional, con el regreso de las repúblicas de los empresarios, se han fortalecido las políticas neoliberales de desregulación económica, crecimiento liderado por exportaciones y fortalecimiento de las políticas panamericanistas con EEUU. En la nueva visión no hay disputa por la autonomía política sino que los países latinoamericanos son vistos por el gobierno estadounidense como “un perro simpático que está durmiendo en la alfombrita y no genera ningún problema”. (Kuczynski, Discurso en la Universidad de Princeton. Febrero, 2017). Es una clara expresión de la subordinación esperada y obtenida, en la relación amo/siervo.
De manera oficial, la salida fue atribuida a la objeción al uso del consenso para la toma de decisiones. El desacuerdo que mostraron Venezuela y Bolivia a la candidatura argentina de Octavio Bordón, para la Secretaría General, fue percibida como un veto político y juzgada como parte del entrampe ideológico en el que había caído el organismo. Sin embargo, no ha sido casual la reaparición en escena de la OEA como el organismos de choque y truncamiento del proyecto de integración regional autónomo.
Desde su fundación, UNASUR planteó conformarse como un bloque regional que permitiera autonomía regional, especialmente comercial y financiera, frente a la subordinación y dependencia a las instituciones multilaterales del Consenso de Washington. La pérdida de un organismo regional como éste representa, no sólo un retroceso político en términos de integración, sino el reforzamiento del patrón económico neoliberal y dependiente del modelo primario exportador, en el marco de una guerra comercial entre Oriente y Occidente. El vaciamiento de UNASUR abre la puerta a la intervención legitimada, económica y política, de EEUU en Suramérica, donde el tema estuvo en discusión.
De la misma manera como el ALADI se truncó, y el ALALC, antes, y el Pacto Andino y la Comunidad Andina y el SIECA, y el Acuerdo de la Cuenca del Plata de 1941, ahora se trunca UNASUR. Queda claro que las elites sudamericanas se dividen entre las primario exportadores y las industrialistas, las modernizantes y las tradicionales y que estás últimas ahora están atadas al capital financiero internacional; con lo que la subordinación al mercado financiero y al capital trasnacional es rentable en términos financieros y políticos. Para esto la subordinación política es indispensable.
De este modo, América Latina está, otra vez, a merced de las disputas hegemónicas y los intereses particulares en el continente, ahora encarnadas por el conflicto China, Rusia y EEUU y sus capitales trasnacionales. La subordinación ideológica parece ser el factor en común de todos los truncamientos en el tiempo.
(*) Oscar Ugarteche es investigador titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, coordinador del Proyecto OBELA, miembro del SNI/CONACYT. Integrante del Consejo de ALAI.
(*) Armando Negrete es integrante del proyecto OBELA.