La victoria del activismo feminista en la Argentina

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Por Estefanía Pozzo*

En la Argentina, hay un gesto político que solo pertenece a las mujeres: usar un pañuelo como símbolo de reivindicación de sus luchas. En abril de 1977, en plena dictadura, un grupo de madres se ataron un pañuelo blanco en la cabeza y reclamaron la aparición con vida de sus hijos en la Plaza de Mayo. Mientras se discute la legalización del aborto por primera vez en la historia en el Congreso argentino, miles de mujeres han salido a apoyar ese reclamo con un pañuelo verde que se atan al cuello.

El reclamo por la despenalización del aborto es global: en El Salvador se discutió este año flexibilizar su ley contra el aborto (aunque no prosperó) y en Irlanda, un país católico que hasta 1993 prohibía la homosexualidad, los resultados del referendo le dieron una victoria abrumadora a la legalización del aborto. De aprobarse, Argentina sería el tercer país en América Latina —después de Cuba y Uruguay— que tendría una ley de interrupción voluntaria del embarazo en todas las circunstancias.

En la Argentina el aborto es legal desde 1921 solo en dos casos: en los que peligra la vida o la salud de la mujer o si el embarazo es producto de una violación. Según estimaciones del Ministerio de Salud, en el país se realizan entre 370.000 y 522.000 abortos clandestinos al año y, solo en 2016, los abortos causaron la muerte de 43 mujeres.

La discusión en el parlamento fue anunciada por Mauricio Macri en el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Poco más de un mes después, el 10 de abril, comenzó el debate en la Cámara de Diputados. Este logro se debe al esfuerzo continuo del movimiento de mujeres argentinas. El reclamo de distintos grupos de la sociedad civil por legalizar el aborto en el país tiene casi treinta años de historia, aunque el activismo feminista lleva trece años trabajando activamente para que el palacio legislativo discuta una nueva ley.

¿Por qué Macri, al frente de un gobierno conservador y quien se ha manifestado en público en contra del aborto, abre ahora la puerta a discutir una ley que lo permite? Para la oposición, la explicación ha sido que el gobierno buscó desviar la atención de los temas más apremiantes de su gestión (la persistente inflación, la posibilidad de una nueva crisis económica o las acusaciones a algunos miembros de su gobierno por administrar empresas en paraísos fiscales). Pero reducir la apertura del debate parlamentario sobre el aborto a una visión instrumental de Macri significa no entender el estado actual de la política argentina.

Mientras que Macri es cada vez más impopular y el sindicalismo tradicional ha estado sumido en una profunda crisis de conducción, el activismo feminista ha ganado impulso con una agenda clara. Gracias a ello, el movimiento de mujeres es uno de los actores políticos más activos y con mayor respaldo popular del tablero político argentino actual: solo en la capital del país, salieron a la calle 350.000 mujeres —de distintas clases, ideas y partidos políticos— durante la marcha del Día de la Mujer, el 8 de marzo.

Más allá de que pueda haber oportunismo político por parte de Macri, que el aborto legal se esté discutiendo hoy tiene que ver con la voz colectiva de las argentinas y con la acumulación de experiencia política y años de militancia.

La primera vez que apareció la demanda de discutir el aborto fue en 1989. Ese año se organizó el Cuarto Encuentro Nacional de Mujeres y se incluyó un taller de “Anticoncepción y aborto”. Catorce años después, se planteó en una asamblea masiva la necesidad de escribir una ley. En el encuentro de 2003, en la movilización que cerró la edición, la organización Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) repartió pañuelos verdes para visibilizar el reclamo. A partir de ese momento, los pañuelos verdes simbolizaron la lucha por el aborto legal. Dos años después, se formó la organización Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que presentó siete veces seguidas el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que ahora se está debatiendo.

En la Argentina no se puede hablar del activismo feminista sin regresar a 2015. En mayo de ese año apareció asesinada Chiara Pérez, una adolescente de catorce años. El reclamo por el esclarecimiento de ese feminicidio consolidó la primera gran movilización en la Argentina para protestar y exigir el alto a la violencia de género. Con la consigna #NiUnaMenos, alrededor de 300.000 personas se manifestaron en Buenos Aires. Hubo otras protestas en el resto del país y se replicó en varias naciones de América Latina. A partir de ese momento, la potencia colectiva del movimiento de mujeres magnificó su importancia.

Las aliadas del movimiento de mujeres, porque también forman parte de él, fueron las diputadas de todos los partidos políticos que han impulsado el proyecto de ley por años. Según la organización Economía Femini(s)ta, la votación en la Cámara de Diputados, el próximo 13 de junio, será definida por 37 legisladores indecisos. Pero para ser ley debe ser aprobado también por el Senado, donde 40 por ciento de los senadores no ha expresado su postura públicamente.

El aborto legal es uno de los reclamos fundamentales del activismo feminista argentino, pero no el único. La fuerza cada vez más protagónica del movimiento de mujeres seguirá avanzando por más cambios, como políticas para prevenir e investigar la violencia de género, jubilación para amas de casa o una ley de cupo laboral para travestis y trans, entre otras reivindicaciones pendientes.

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La historiadora Mary Beard encontró en la Odisea la primera ocasión en la literatura occidental en la que un hombre hizo callar a una mujer. El adolescente Telémaco ordena a su madre Penélope que se calle y vuelva a sus quehaceres, porque la palabra era “cosa de hombres”. No hablar, para Beard, significaba que las mujeres no eran reconocidas como sujeto político, una premisa que veintisiete siglos después permanece: impera una idea que las voces de las mujeres no deben ser escuchadas en la esfera pública. Pero en la Argentina del 2018, la palabra es también de las mujeres y que el aborto se discuta en el parlamento y las calles se llenen de pañuelos verdes, mientras en la Casa Rosada hay un gobierno conservador, es prueba de ello.

Incluso en las épocas más oscuras, en medio de una dictadura, un grupo de mujeres se ató pañuelos blancos en la cabeza y salió a la calle a reclamar la aparición con vida de sus hijos. La voz de las mujeres ya no se puede silenciar. Ahora es necesario que el Congreso argentino no se tape los oídos.

*Estefanía Pozzo es periodista. Trabaja en el diario El Cronista Comercial y en la radio Futurock.fm.

The New York Times


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