El chavismo triunfó otra vez: la oposición, en retirada hacia el plano de la presión internacional – Por Luis Wainer
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Luis Wainer*
En el medio de uncontexto de dificultades económicas y asedios múltiples, Venezuela ha experimentado una nueva mega-contienda electoral, en la que se resalta lapresidencial.Elecciones que han sido ampliamente reclamadas desde dentro y fuera del país sudamericano. El adentro y el afuera, son la clave que debe ordenar la lectura de la actualidad, pero también del largo proceso bolivariano: siempre hacer hincapié en ambas dimensiones ha sido la condición para poder caracterizar la revolución bolivariana.
Nicolás Maduro se ha impuesto con más del 67% de los votos de un padrón electoral que se presentó en un 47%. Una primera lectura diría que fue baja la participación, aunque, si consideramos la decisión de los principales partidos de oposición de no participar de las mismas, entonces los números adquieren otra relevancia. Qué decir si ubicamos la contienda en el escenario real en que supervive la ciudadanía venezolana: desabastecimiento de productos de primera necesidad y una economía que hace imposible la menor previsibilidad cotidiana en cuanto a precios y capacidad de compra del salario.
Era impensable, apenas un año atrás, que en nueve meses el chavismo convoque y se imponga en cuatro procesos electorales por amplio margen; cuando se llamaba a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), buscando –fundamentalmente- cerrar un ciclo de intensa violencia de calles que duró cuatro meses y que costó la vida de más de 120 venezolanos.
Que Maduro haya sido reelectono es resultante exclusivo de este escenario interno-electoral, sino del juego presentado por la oposición, tradicionalmente nucleada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) que, consagrada a disputar el partido propuesto desde el exterior (Estado Unidos, Unión Europea, Grupo de Lima, OEA) decidió no participar de las elecciones, desconocerlas y empezar inmediatamente a desplegaresas fichas ya reiteradas veces enunciadas: sincronía mediática internacional reponiendo el rótulo de “crisis humanitaria”, calentamiento de las calles, descalabro económico, sanciones externas y bloqueo financiero y comercial.
Recordemos el calibre del cerco internacional sobre el cual se montó la oposición abstencionista: en continuidad con el Decreto sancionatorio de Obama de 2015 (Venezuela “Amenaza” a la seguridad norteamericana), se puso en marcha la Orden Ejecutiva propuesta por Donald Trump en agosto pasado, lo que implicó la prohibición de refinanciar los bonos de la deuda contraída con el país del norte, un conjunto de sanciones a las transacciones privadas con el Estado venezolano o con PDVSA, incluidas a navíos que transporten alimentos. Esto sumado al embargo de armas por parte de la Unión Europea.
Junto a las sanciones a los principales funcionarios nacionales por parte de Estados Unidos y la Unión Europea -el “lawfare” en Venezuela se resignifica como sanciones extranjeras justamente por la dimensión internacional que atraviesa el proceso revolucionario-, se inició una fase de estrangulamiento financiero reflejado en la capacidad de compra de alimentos e insumos básicos, cierres unilaterales de cuentas del Estado en el exterior, cancelación de pagos, depósitos y contratos; detención de contenedores cargados de insumos básicos y congelamiento de fondos para la importación de medicamentos.
Si decíamos que estas elecciones se jugaban en un tablero que tiene una de sus partes fuera del país, debemos recordar, por ejemplo, que se ha montado un “Tribunal Supremo Legítimo en el Exilio”, más precisamente en Miami, el cual emite sentencias condenatorias; al mismo tiempo que una parodia de parlamento internacional compuesto por los cancilleres de 12 países del continente más el propio norteamericano (Grupo de Lima). Las últimas e incesantes declaraciones del Almirante Kurt Tidd y Mike Pence –jefe del Comando Sur y vicepresidente del país del norte), junto a las del flamante titular del Departamento de Estado, Mike Pompeo (ala dura de los republicanos), han adquirido el máximo tono bélico sobre Venezuela conocido a la fecha.
Algunos indicadores de una América Latina en proceso de recomposición colonial pueden encontrarse en hechos recientes: hace apenas unos días hemos visto como en Argentina, la DEA norteamericana avanzó en lo que ha denominado la instalación de una “fuerza de intervención” (taskforce) en Misiones, con el argumento de la “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo”. Desde noviembre del año pasado, en la frontera entre Brasil, Colombia y Perú, se realizó la operación conocida como “América Unida (Amazonlog 17)” en coordinación con los Ejércitos de los tres países y las fuerzas estadounidenses. Las FFAA norteamericanas lograron un viejo anhelo: ingresar a la Amazonía brasileña. Estas acciones militares se desplegaron bajo el supuesto de una intervención multinacional “que debe estar preparada para atender una crisis humanitaria”, término que, como se sabe, suele asociarse a Venezuela.
En Venezuela se sigue resolviendo mucha de la suerte de nuestra América. En consecuencia, sin desdeñar las enormes dificultades que ello implica para el pueblo venezolano, la importancia de la resistencia de ese país radica en evitar la profundización de tantas de las amarguras que padece el continente. Ganar tiempo resistiendo, mientras Argentina, Brasil, Ecuador, México o Colombia recuperan o construyen una agenda regional que hoy carecen.
Los planos internos y externos están a la vista. Y se conjurarán de un modo más pronunciado apenas concluidas estas elecciones del ciclo post ANC. La oposición que se auto-excluye de la vía institucional por carecer de programa propio, solo espera retomar la iniciativa al quedar afuera de todo cargo político. Esa iniciativa se torna temeraria porque no tendrá ninguna reserva institucional para profundizar la guerra: las flamantes nuevas sanciones (nueva Orden Ejecutiva de Estados Unidos por la que se limita al gobierno de Venezuela la venta de deuda y activos públicos en territorio estadounidense; luego de catalogar –junto al Grupo de Lima- las elecciones como “farsa”). Seguirán en esa línea,seguramente con la presión hacia los países de Lima para que expulsen las respectivas embajadas de Venezuela de sus países.
Con un horizonte de dos años sin elecciones, el chavismo podrá encarar los problemas de su economía productiva, para lo que fue elegida la ANC. La oposición queda relegada a la presión internacional. Si esta ya ha adoptado la dimensión de desestabilización internacional –además rápidamente Henri Falcón y Javier Bertucci desconocieron las elecciones de las que participaron- entonces profundizará la lucha de calles y toda la trama del tablero externo ya activada.
(*) Sociólogo argentino y Magister en Estudios Latinoamericanos UBA-UNSAM. Coordinador del Área de Estudios Nuestroamericanos del Centro Cultural de la Cooperación.