México | Amaranta Gómez, activista trans indígena: “La colonización niega la cultura, la corporalidad y el género”
Por Pablo Álvarez Y.
Son alrededor de cincuenta personas las que están reunidas en el Cementerio General de Recoleta este sábado 31 de marzo, Día Internacional de la Visibilidad Trans. Ahí es donde la activista mexicana Amaranta Gómez Regalado toma la palabra para hacer una pregunta:
—¿Dónde van nuestros muertos?
Frente a ella hay niños y niñas trans, activistas históricas de distintas organizaciones, representantes de otras luchas de la diversidad sexual e incluso alcaldes. Detrás de ella, el primer Mausoleo Trans de América Latina, una iniciativa que había sido un sueño para la organización Traves Chile desde hace más de diez años y que, tras presentar una propuesta al Fondo Internacional Trans y ganar con el mayor puntaje la oportunidad de financiamiento, se volvió realidad.
Gómez Regalado, antropóloga, es parte del consejo directivo de ese fondo. Se define como muxhe, un concepto que proviene de la cultura zapoteca y que remite a personas que, si bien al nacer se les asignó un sexo masculino, tienen una identidad construida desde lo femenino, en colectivo con otras indígenas muxhes. Desde esa identidad, sigue su palabra refiriéndose a la línea de negaciones que sufre una persona trans a lo largo de su vida:
—Se nos niega si no tenemos el apoyo de nuestros padres y madres, se nos niega en nuestra niñez nuestra propia identidad, se nos niega el acceso a la educación y terminamos desertando a temprana edad, se nos niega el derecho a lo laboral, como si no tuviéramos capacidad y que nuestros únicos destinos fueran la prostitución y el estilismo, se nos niega el derecho a la felicidad. Y a la hora de morirnos, se nos niega el derecho a ser enterrados con esa identidad y nombre propio.
Con un espacio para 20 personas, el Mausoleo buscará privilegiar a las y los trans de mayor edad, que estén en situación de abandono. Durante la ceremonia, algunas personas sostuvieron que no se trataba de un acto político, pero la activista mexicana no compartió esa apreciación, asegurando que era un llamado a una sociedad indiferente. Bajo esa perspectiva, concluyó:
—Nuestros muertos van a nuestras almas, nuestras conciencias, nuestra memoria y nuestro corazón. Digo esto porque genera mucha angustia el que no haya posibilidades en el futuro para muchas personas trans en América Latina. El único destino parece ser en muchos casos morir en soledad y abandono. Este proyecto le da una vuelta a la historia.
Una identidad de más de 500 años
Si bien la agenda de Amaranta Regalado en Sudamérica ha estado marcada por una serie de actividades relacionadas a la diversidad sexual -desde intervenir en el juicio de Diana Sacayán en Argentina hasta la inauguración del Mausoleo Trans en Chile-, está lejos de reducirse a solo ese ámbito.
En América Latina, identifica de inmediato otros dos temas de discriminación: hacia pueblos indígenas y hacia inmigrantes. Como indígena zapoteca, mujer transgénero muxhe y persona con una discapacidad -al perder su brazo izquierdo en un accidente automovilístico-, Gómez Regalado sabe a lo que se refiere al hablar de discriminación. “Un reto enorme en estos tiempos es asumir que la herencia del racismo está presente”, asegura.
Cuando estuvo en Bolivia, le tocó ver cómo discriminaban a mujeres cholas a la hora de tomar un bus, relegándolas a sentarse en el pasillo e incluso siendo expulsadas por mujeres blancas. Ese menosprecio hacia los y las indígenas lo vivió la misma Gómez Regalado una vez que intentó entrar a una discotheque gay de Ciudad de México y que no la querían dejar entrar al ver sus ropas.
“En México siempre nos quejamos de lo que nos quiere hacer Estados Unidos o lo que nos hacen, cuando tenemos una cola que mirar de cómo tratamos al resto. Al igual que con las personas trans, con las personas inmigrantes se piensa que no tienen capacidades y hay un imaginario social que siempre los coloca en la periferia. Eso también pesa con las comunidades indígenas, que todos piensan que están atrasadas, cuando en realidad están cada vez más vivas”, dice la antropóloga.
—¿Crees que falta diálogo entre esas distintas comunidades discriminadas?
—Lo que pasa es que existe esta idea de las patentes, de “esta es mi lucha, pero esta otra no…”. Al interior de nuestra comunidad también nos falta más acompañamiento. El otro día veníamos conversando con un grupo de gente trans de la tercera edad, pero sus esquemas están colocados desde netamente lo binario. Quien se mueva de eso, no es aceptado. En cambio, en las juventudes se habla más desde un discurso queer. A veces hay un individualismo radical que me cuesta entender.
—¿Cómo es en ese sentido la cultura muxhe? La identidad muxhe se vive desde lo colectivo.
—Es algo similar a lo trans, pero es originaria, masiva en la cultura zapoteca. No somos ni mujeres ni hombres, sino que personas físicamente masculinas pero construidas desde una identidad femenina, vestidas o no de hombre o mujer. Los procesos de aceptación, a diferencia de las ciudades, no se vive de manera individual, sino de forma colectiva. El muxhe está acompañado de mamá, papá, vecinas y vecinos. Hay una socialización de esa corporalidad.
—¿Desde cuándo viene la tradición muxhe dentro de la cultura zapoteca?
—La referencia bibliográfica es de 1500 y fracción, o al menos se documenta en el siglo XVI.
—Llama la atención que siendo un conocimiento tan ancestral, en las sociedades modernas lo trans recién se haya hecho más visible en las últimas decenas de años.
—Es que hay gente que piensa que la sopa de letras LGBTTTI era lo único. Pero no, ya había otras letras antes: la M de Muxhe, la F de Fa’ afafine en la Polinesia, una O de Omeguit en Panamá, un T de Two Spirit en Canadá, una H de Hijras en la India. El año pasado estuve en una reunión del Congreso Internacional de Derechos Humanos y en la declaratoria decían el LGBTTTI y le agregaban un “+”. Nosotras decíamos que no, que el “+” debería ir antes de la L, ya que es un conocimiento histórico y merece ser reconocido.
—¿A qué crees que se deba esa invisibilización?
—Tiene que ver con un proceso colonizador que no solamente consiste en negar la cultura, las lenguas y la historia, sino que también la corporalidad y el género. En esos espacios ya existía esa diversidad, pero como es indígena es como si no tuviera vigencia. Sin embargo, aquí estamos 500 años después resistiendo. Eso tendría que estar reconocido, pero a veces nos instalamos solamente para temas como el matrimonio igualitario.
“Los legisladores tienen miedo de reconocer la corporalidad e identidad de niños y niñas”
El miércoles 4 de abril, Amaranta Gómez Regalado llegó a la calle Sócrates de la comuna de Ñuñoa. “Bienvenides”, decía la pizarra del aula de clases donde fue recibida por niños y niñas trans.
La escuela de la Fundación Selenna, pensada para la convivencia y aprendizaje de niños, niñas y adolescentes tanto trans como cisgénero, pensó un buen tiempo en un nombre. Según relató Evelyn Silva -directora de la fundación-, asegura que se pensó por ejemplo en el de la activista trans Diana Sacayán pero que, dado su asesinato, no se quiso transmitir que ese podría ser el destino obligado de las personas trans. Fue ahí que surgió otra alternativa: Escuela Amaranta Gómez.
La antropóloga mexicana agradeció el gesto, valoró el que se abra la escuela también a personas cisgénero -“para dar el ejemplo de inclusión que allá no se nos da”- y se comprometió con el proyecto.
—Acá se está cuestionando una estructura de cómo se educa en un país desde una mirada binaria, el cómo hay profesores que no quieren desaprender para abrirse a otros conocimientos. Este cambio cultural tiene que ocurrir.
Durante su niñez, Gómez luchó por que se le reconociera su identidad de género. Sin embargo, a la hora de solicitar en sus colegios el cambio de nombre, siempre le repetían lo mismo: “El sistema no lo permite”. Fue recién bien entrada en la universidad, con la buena voluntad de las autoridades, que se produjo el cambio. “Ahí me di cuenta de que no era un tema del ‘sistema’. Mueven dos deditos y lo cambian”.
Gómez Regalado luego comenzó a ser invitada a actividades de Naciones Unidas a nivel internacional, pero a veces era retenida en los aeropuertos. Al no corresponder su imagen a la del nombre de sus documentos, una vez le preguntaron: “¿Por qué nos engaña?”.
En México, la Ley de Identidad de Género está solamente aprobada en cuatro entidades federativas: Ciudad de México, Colima, Michacán y Nayarit. “Sin embargo, la Constitución Federal contiene un artículo que dice que todo documento oficial expedido por una entidad institucional, gubernamental, legislativa, tiene validez en toda la república”, asegura Amaranta, que hasta ese trámite solo había podido apelar a la buena voluntad de las instituciones para que se le reconociera con ese nombre.
—En Chile, la Ley de Identidad de Género se encuentra en su tercer trámite legislativo y tiene una serie de puntos a resolver. ¿Qué características crees que debería tener una ley así?
—Lo ideal sería que fuera una ley como la de Argentina, hecha para todos. Pero la particularidad que tiene Chile es que actualmente tiene un gobierno difícil en esta materia. Yo no creo que en este gobierno eso pase, lo veo complicado.
—Justamente el tema de si incluir o no a las y los niños trans es uno de los principales puntos de conflicto en la discusión de la Ley de Identidad de Género en Chile. ¿Qué opinas de ese punto?
—A veces queremos tener todo, y yo no sé hasta qué punto sería un error aprobar esta ley de forma incompleta, sin los niños. Sin embargo, podría haber un ápice de oportunidad para avanzar a futuro en esas modificaciones. Falta madurez cultural y los legisladores tienen miedo de reconocer la corporalidad e identidad de niños y niñas. Creen que ellos se reducen solamente a lo trans, pero su mundo es muchísimo más amplio.
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