Milu Correch contra el «Street Art»
Un manifiesto a favor del arte y el artista
Redacción NodalCultura
Milu Correch es considerada una gran artista. Lo es. Su obra como muralista demuestra no solo comprensión de la naturaleza de su arte, sino una creatividad y una capacidad técnica sobresalientes.
Hace uno pocos meses uno de sus trabajos fue elegido por un sitio holándes, llamado Streetart.Today, como uno de los mejores murales del año 2017 en todo el mundo. Se trata de un trabajo realizado en la ciudad de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, en el cinturón industrial que rodea la capital argentina.
Esta suerte de fama inesperada para los medios argentinos, que como ella afirma en una entrevista, probablemente no hubiera tenido la misma repercusión si el sitio hubiera sido local, la ha ubicado como una artista de elite a la que ahora habría que observar. La fascinación de los medios por la mirada europea, lugar al que Correch ya había accedido mucho antes, pues pintó paredes en varias ciudades del mundo, hace que se asuman categorías y valoraciones más cercanas al régimen de circulación y consumo del arte, que a la naturaleza de la relación del artista con sus materiales y con la creación.
Correch escribió un largo manifiesto a partir de la idea de la categoría de Street Art como apropiación de las tradiciones del muralismo y el grafitti, de las expresiones artísticas populares, de largo cuño político. «Contra el Street Art. Caóticas ideas para una pintura en conflicto» que hoy presentamos gracias a la gentileza de Milu Correch, propone ideas para pensar el lugar del arte y del artista frente a un modelo capitalista hegemónico que convierte al arte en decoración, que engulle al artista y lo pone frente al ser o no ser del mecanismo de exhibición. A partir del Street Art, Correch piensa las artes. Esta amplitud de mirada tiene un valor fundamental para el debate. Mientras las artes plásticas se sienten las depositarias de la centralidad del arte, Correch piensa desde la poesía y el cine, desde la calle y la política.
Correch, sin decirlo explícitamente, interpela al propio concepto bajo el cual fue ahora incluida (y por lo que es reconocida entonces en los medios hegemónicos de su país): «El «Street art» cool, moderno y decorativo no solo te vende un producto en una publicidad, sino que también te puede vender hasta la represión policial. El «Street art» habla en inglés aunque esté en Latinoamérica, porque el muro no importa tanto como su difusión, su registro globalizado y normalizado. El «Street art» capitaliza lo popular, la pobreza, la calle, la guerra o la masa en likes, galerías de elite y blogs sensacionalistas. (…) El «Street art» no quiere creación, quiere reproducción, quiere decoracion, quiere figuritas de album».
Uno de los fenómenos más interesantes de los últimos años en la cultura popular latinoamericana es el modo en que los artistas jóvenes ganan las calles para hacerlas un espacio de protesta, reflexión, inclusión, debate, pertenencia. El arte se convierte en un modo de competencia por darle sentido al espacio público. Vaciarlo de publicidad y «decoración» y constituirlo como espacio de circulación de cuerpos y sentidos.
Esto, y Correch lo señala muy atinadamente, se entronca con una tradición insoslayable entre para los artistas de la región. Desde México con la enormidad de sus maestros Rivera y Siqueiros, hasta Argentina con el grupo Espartaco y la obra de Carpani y Mollari, el muralismo y el arte en las calles latinoamericana tiene una genealogía con la que Correch dialoga en este manifiesto.
Correch, que se declara «mujer blanca argentina privilegiada de clase media sin título universitario y monotributista en marzo del 2018», afirmar que estas ideas deben entenderse como «como pocas, insuficientes, incompletas e incorrectas, como una base para una discusión efervescente, un intercambio a viva voz y una discrepancia fructífera. Entiéndanse estas ideas como un chiflido, como lo más lejos de lo absoluto y eterno, como algo escrito en una servilleta sucia. Entiéndanse como parámetros personales que devienen en una semilla de debate centrífugo que crece solo en espacios ajenos».
Nosotros creemos que se deben pensar como un debate necesario contra la colonización cultural y de los cuerpos; contra la apropiación de los espacios y de las imágenes de los dolores de nuestros pueblos; contra la estetización de lo que deberían ser gritos; contra la reducción del arte al mero espectáculo; contra el vaciamiento del sentido de la palabra.