Costa Rica: el fin del bipartidismo ¿abrió la caja de Pandora? – Por Gerardo Villagrán del Corral*

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El diputado evangélico Fabricio Alvarado, del conservador Partido Restauración Nacional (PRN) y el oficialista Carlos Alvarado, dirimirán en segunda ronda a disputarse el primero de abril, quien será el próximo presidente de Costa Rica. Esta será la primera vez en la historia electoral del país que ninguno de los dos partidos tradicionales (PUSC y PLN) estará en una segunda ronda electoral.

Fabricio Alvarado, bajo la bandera de la familia y los valores, con un movimiento discriminatorio hacia los homosexuales, se ubicó en el primer sitio de los sondeos después de que asumió una posición firme contra el matrimonio homosexual, al cual también se oponen dos tercios de costarricenses. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó en enero a Costa Rica que conceda a las parejas del mismo sexo derechos, como la posibilidad de heredar propiedades y adoptar niños. Periodista, predicador y cantante cristiano de 43 años, dijo que la determinación de la corte es una violación a la soberanía.

No hizo falta profundizar en sus propuestas, en su política fiscal o en su eventual equipo de gobierno: bastó con explotar la vena de la homofobia en tiempos de crispación y, en el nombre de Dios, señalarse como el líder de la Costa Rica de todos, señala Luis Fernando Cascante. Le resta la hora de la verdad el primero de abril.

“Por la coyuntura y momento histórico, requerirá de un gobierno de unidad nacional, que lo haga para todos y todas las costarricenses, que lleve el diálogo, que respete las diferencias”, expresó Carlos Alvarado en su discurso de la victoria. “(Este resultado) le dejó algo muy claro a los políticos tradicionales y es que nunca más se metan con la familia. Nunca más”, dijo a su vez Fabricio Alvarado.

El caso de Costa Rica muestra el cada vez mayor protagonismo de los conservadores evangélicos en la vida política, quienes se han ganado sus nuevas posiciones protagónicas con trabajo sistemático y perseverante, llenando muy variados vacíos que van dejando el anquilosamiento y la descomposición de la Iglesia Católica, el desamparo en el que deja el Estado a grandes grupos sociales al orientarse bajo las políticas neoliberales, el vacío de sentido que provoca la omnipresente sociedad de consumo, o el desplome del sistema de los partidos políticos, señala el catedrático Rafael Cuevas Molina .

Importantes grupos sociales han encontrado refugio, consuelo y apoyo en los grupos que se congregan -en cualquier barrio, en cualquier pequeña aldea o pueblo- alrededor de alguna pequeña iglesia evangélica, desde el adicto que no puede dejar el crack hasta el empresario que siente que su vida ha perdido sentido en medio de las carreras estresantes a las que lo orilla su búsqueda de lucro. De ahí la vinculación incondicional de los fieles con estas iglesias, añade.

El cristianismo ha jugado siempre en América Latina un papel de primer orden. Recuérdese a los cristianos progresistas de los años sesenta y setenta conformando las organizaciones de base de procesos políticos que luego desembocarían en la Revolución Sandinista o el ascenso de las masas insurrectas en El Salvador, recuerda Cuevas.

En Centroamérica ya ha quedado bien documentado el papel que jugó Estados Unidos en la penetración de estas sectas. Y, como dijo la investigadora norteamericana Sussan Jonas refiriéndose a Guatemala, en estos casos se trató de un “plan piloto” para todo el continente. Es a través de los canales que han abierto estas sectas que penetra la nueva ola conservadora, con una base que a los partidos tradicionales les costaba mantener últimamente cuando sus reiteradas promesas se mostraban vacías.

En Costa Rica, dos partidos políticos dominaron el escenario de toda la segunda mitad del siglo XX, impulsados por figuras como Rafael Ángel Calderón, quien en alianza con los comunistas y la Iglesia Católica impulsó una serie de reformas que pudieran hoy ser tildadas de populistas, como la creación de la Caja del Seguro Social, la introducción de un capítulo de garantías sociales en la Constitución, y del Código de Trabajo.

El otro caudillo fue José Figueres, quien no solo complementó sino que profundizó las medidas impulsadas por su antecesor y su alianza. Sobre sus legados se levantaron dos partidos dominantes, Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Socialcristiana (PUSC), a cuyos militantes y simpatizantes se conoció como figueristas y calderonistas. Pero ellos mismos cambiaron ese rumbo y se sumaron al neoliberalismo.

Tras el fracaso de los partidos tradicionales se verifica el ascenso imprevisto de opciones respaldadas por partidos “cristianos” conservadores, con agenda y formas de acción política transnacional. Estas iglesias se convirtieron en verdaderas armas de penetración ideológica pero también en canales para expresar formas de descontento amplios, difusos y generalizados, que en circunstancias específicas pueden encontrar catalizadores que los catapulten a primeros planos, explica Cuevas.

En el caso costarricense, este catalizador fue la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que resolvió a favor de los grupos LGTBI su derecho al casamiento. Inmediatamente después de la resolución la sociedad se dividió en dos bandos contrapuestos, aparentemente irreconciliables. Este domingo se abrió la caja de Pandora: veremos qué sale de allí.

*Antropólogo y economista mexicano, analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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