TLC, una muerte anunciada al agro ecuatoriano – Por Martín Pastor

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

“Venid, yanquizantes ciegos, y ved como el dólar conquistador ha tratado a esas desventuradas naciones”.

– José Peralta, La Esclavitud de la América Latina, 1927

Una manera rápida de aniquilar el sector agropecuario en Latinoamérica es firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC). Casos como el colombiano, peruano o mexicano lo demuestran pero eso no lo dirán los políticos, empresarios y medios privados. Su discurso se basa en repetir el mito neoliberal sobre el libre comercio y cómo mejorará la economía y atraerá inversión extranjera.

Y a pesar de tener una larga tradición de resistencia –ALCA 1999 y TLC 2005-, el Ecuador vuelve a coquetear con los Estados Unidos. Para ‘apaciguar’ críticas, Moreno habló de un acuerdo “con cierto sentido de igualdad”, pero la realidad es que las asimetrías en el neoliberalismo capitalista nunca generan “igualdad” y peor aún la ingenua idea de un ‘ganar/ganar’.

Como en cualquier transacción habrá ganadores y perdedores, por un lado los beneficiados serán los de siempre; las elites empresariales, multinacionales y el gran capital, representado por las Cámaras de Comercio y la Embajada norteamericana. Mientras que los perdedores serán los pequeños productores y la producción nacional.

Los casos latinoamericanos permiten tener una visión a ‘futuro’ de lo que un TLC puede causar. Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, mientras las ventas colombianas crecieron en un 16% entre 2012 y 2015, las importaciones agropecuarias colombianas con ese país incrementaron en 120% . Y la balanza comercial agropecuaria, excluidas las exportaciones de café y banano, pasó de -158 millones en 2012 a -1.411 millones en 2015, un déficit de 793%.

Esto se debe a que los acuerdos comerciales dejan fuera de la desgravación de aranceles a muy pocos productos y no toman en cuenta las asimetrías entre naciones, los niveles de producción y la capacidad del campesinado local en adaptarse al agresivo ingreso de productos importados a menores costos.

Es decir que los productores nacionales de maíz, arroz, lácteos, carnes entre otros deben competir con la importación de los mismos productos ‘Made in USA’. En México luego de 14 años (2008) de la firma del TLCAN, las importaciones agrícolas habían aumentado más del 50% y en Perú, después de seis años de la firma del TLC, aumentaron en 109%.

Lo que tiene una relación directa en la pérdida de trabajos en el agro. En Colombia, según el Centro de Trabajo (Cedetrabajo) entre 2012 y 2016, el sector agropecuario tuvo una pérdida de 51.000 puestos laborales. Una situación similar en México , donde cerca de dos millones de campesinos fueron desplazados del campo al 2008 y en Centroamérica la modificación de la producción de granos básicos redujo a la población de agricultores del 14% al 8%.

Algo que sería fatal en Ecuador ya que se desplazaría a la pequeña producción agrícola, la misma que provee entre 1,5 y 3 empleos por hectárea de área cultivada.

Pero no solo el agro se ve afectado, el informe de Cedetrabajo demuestra que la balanza comercial de Colombia con Estados Unidos pasó de un superávit de 8.244 millones de dólares en 2012 a un déficit de -1.414 millones en 2016, y una caída en las exportaciones del 54.1%. Es decir que Colombia vende a Estados Unidos menos de la mitad de lo que exportaba antes de tener el acuerdo.

Los TLC son vestigios de un neoliberalismo rapaz que solo beneficia los intereses de ciertas elites nacionales e internacionales. Como lo dijo José Peralta, hace casi 100 años, debemos ver como ese dólar conquistador ha tratado a nuestros vecinos y de esa manera podremos evitar un futuro similar.

(*) Columnista en Rebelión

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