La oposición amenaza con un 2018 movidito para el proceso boliviano – Por Sullkata Quilla

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Nadie puede dudar estas alturas que en Bolivia se lleva adelante el proceso de cambio más profundo de toda su historia de este país. Nadie, quizá, salvo la oposición político-mediática que, por otro lado, se esfuerza por desestabilizar el gobierno de Evo Morales, incapaz de presentar una propuesta alternativa, un proyecto de país.

Si el 2017 fue un año de mucho movimiento, el 2018 presagia un duro enfrentamiento entre los dos bloques: el indígena-campesino-obrero y popular en el gobierno, y la heterogénea y envalentonada oposición: ser´ año preelectoral, donde la disputa gira en torno a la participación de Morales para la reelección.

Los analistas progobierno insisten en la necesidad de que el bloque de poder debe corregir los errores cometidos en 12 años de gobierno, debe reinventarse. Mientras, la oposición tiene su gran desafío en la construcción de la unidad, aunque fuera electoral, para poder recuperar su condición de clase dominante, que mantuvo por 181 años.

De todas formas, las encuestas señalan que Evo mantiene un 60% de aprobación pese a los embates –muchas veces muy poco éticos- de la oposición y sobre todo de los medios hegemónicos. Su respaldo político duro oscila en torno a un 40% de la ciudadanía.

Pero la derecha ha cambiado en los últimos años y no solo aparece con seminarios (muchas veces organizados y financiadas por ONGs y fundaciones estadounidenses y/o europeas) que luego tenían su divulgación amplia en los medios. Durante años se dedicó a oponerse a todo lo que dijera o hiciera el gobierno: oposición per se.

Pero los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 le dieron nuevas esperanzas y desde entonces el conglomerado de opositores –partidos, movimientos (autodenominadas plataformas ciudadanas alentadas, promovidas y financiadas por Washington), pero sobre todo medios-insisten en crear el imaginario colectivo de que el proceso de cambio se ha agotado. Ya la intelectualidad de derecha, desde Europa y sus repetidoras desde nuestros países- había decretado el fin del ciclo progresista.

Bolivia ya no es la misma, en comparación a toda su historia. Es el país en Sudamérica que mejor comportamiento económico mantiene desde hace varios años y la distribución de la riqueza ha generado un proceso de igualación social importantes.

Las políticas públicas del Proceso de Cambio deben incluir a la brevedad en ella a todos para acabar con toda forma de inequidad y discriminación. Que la pobreza y la inequidad aún existen, no se puede negar ni oculta. Pero que Bolivia ha transformado su situación de protección y promoción de los derechos humanos en el gobierno de Evo Morales, es una verdad que la oposición no tiene argumento alguno para objetar.

Se preocupa el analista Fernando Rodríguez por el hecho de que la bandera de los derechos humanos, uno de los ejes de la acumulación política contra las dictaduras y el neoliberalismo, ha sido expropiad, con la complicidad de algunos izquierdistas, por los dirigentes de la derecha que siempre negó y pisoteó esos derechos.

Pero parece que pocos recuerdan el Bono Juana Azurduy, el Bono Juancito Pinto, los programas de agua y riego, el seguro a la producción campesina cuando se sufre pérdidas por causas climáticas, los programas de vivienda que son sólo algunos ejemplos de realización de derechos humanos, de una población que en 10 años, ha rebajado a la mitad los índices de pobreza extrema en Bolivia, situación reconocida y aplaudida por los organismos internacionales, pero invisibilizados por los medios hegemónicos y los dirigentes de la oposición política.

Las posibilidades de revertir el proceso histórico abierto “oficialmente” en enero de 2006, cuando Morales asumió la conducción del país, son menores de las que tiene el gobierno, los movimientos sociales y los ciudadanos y ciudadanas de las capas urbanas para profundizar el cambio, señala La Época.

La derecha, tampoco es la misma y hasta se ha convencido de que el gobierno no solo se conquista con golpes de Estado: ahora sabe de la importancia de tomar las calles, quiz´ imitando lo practicado por la oposición radical en Venezuela, que llegó a acciones terroristas para terminar con el gobierno de la Revolución Bolivariana.

(*) Antropóloga y economista boliviana, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).

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