La competencia de belleza Miss Bolivia Trans, el arte detrás de la corona

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David Cepeda ha vuelto a la casa donde se preparó antes de participar en el Miss Bolivia Trans, que ganó gracias —afirma— a su compromiso y preparación en cuanto a los derechos del colectivo LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales). Retorna al mismo lugar de la zona de Tembladerani para transformarse, otra vez, en Circe Le Fay Hilton. “Se supone que es el lado secreto, pero me vale, porque al final es lo que hacemos”, comenta antes de mostrar cómo se logra una corona de belleza trans.

Desde que a principios de octubre fue elegida soberana entre 18 candidatas provenientes de todo el país, Circe ha participado en varias actividades. De hecho, un día antes de la entrevista estuvo en el Palacio Consistorial de La Paz, en un acto para promover los derechos humanos.

Su agenda es complicada, tomando en cuenta que debe coordinar entre su trabajo y sus presentaciones con la Familia Le Fay —que se dedica al baile para “desestructurar las mentes limitadas por las construcciones machistas y patriarcales”— y con Vitryaz —un movimiento que, a través de la danza con tacones, lleva un mensaje de inclusión y diversidad—, además de los deberes de una soberana.

Sentado en un sofá del departamento de Jonathan Arancibia (Yoko) —el amigo con quien comparte estas experiencias hace cinco años—, David inicia la conversión a Miss Bolivia Transformista 2017.

Como si se tratase de la bolsa de un ilusionista, de su mochila surge todo un arsenal de belleza: base de maquillaje, polvo compacto, sombras para ojos, delineador, rubor, delineador para labios, labiales, peineta y otros elementos que permitirán perfeccionar el cambio.

“El maquillaje es arte, porque te conviertes a ti mismo en un lienzo en el que vas poniendo color y expresas algo”, explica.

“Me animé a participar (en el concurso de belleza) porque el transformismo es una herramienta de activismo para la estructuración en la sociedad, que está enraizada en el machismo, lo patriarcal y la imagen de la mujer, un tema bien delicado de manejar incluso para un transformista”, afirma mientras se aplica en el rostro, con las yemas de ambas manos, una pomada de color castaño claro.

“Cuando perdemos el por qué hacemos algo, especialmente en lo visual, podemos caer en la cosificación y demás cosas que hacemos por vernos bien”, prosigue antes de cubrir la parte superior de su cabeza con una media nailon.

“Me estoy explayando en hablar y olvidé que tengo que maquillarme”, ríe David cuando se da cuenta de que lleva buen tiempo con la pomada y con el discurso sobre su función como activista.

Con el cuidado de un artista que está a punto de delinear un cuadro, sostiene una brocha gruesa con la que da color a sus mejillas mediante un colorete.

“Cuando empecé esto, desde cuando me puse tacones, fue difícil para mí, porque siempre el hombre feminizado es motivo de burla, es un hombre que está perdiendo masculinidad, es decir que está perdiendo el privilegio genético de tener falo”, reflexiona, mientras pregunta a Yoko si se está maquillando bien.

Para el concurso de belleza, que se realizó en Potosí, recuerda que feminizó un traje de k’usillo, con el que demostró su habilidad de baile con tacos y su agilidad con los pasos de esta danza autóctona.

Cuando fue elegida candidata paceña admite que sintió nervios y presión, porque la ganadora tiene el derecho de llevar el Congreso de la Coalición Boliviana de los Colectivos LGBTI a su ciudad. Por esa razón pasó cursos de baile y maquillaje, y con el apoyo de varios amigos preparó una coreografía y diseñó su ropa.

“Me di cuenta de que las misses deben tener discurso político, porque en la ronda de preguntas no ubicaban muchas cosas de temas actuales, por ejemplo, la 807”, la Ley de Identidad de Género. Al mismo tiempo, si bien asimila las lecciones muy rápido, reconoce que lo que más le cuesta es colocarse las pestañas postizas.

En el concurso le preguntaron qué sector vulneraba más lo derechos del colectivo LGBTI, a lo que señaló a los fundamentalistas religiosos, “la gente fanática que lleva la fe a un extremo tan negativo, que daña a otros seres humanos”.

Circe es consciente de que la corona que ha ganado no es solo para exhibirla o para presentar en el desfile gay, sino que se porta junto con el activismo por los derechos humanos. Por ello es que estuvo los siete días que duró una huelga que exigía una aclaración al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) sobre la inconstitucionalidad del parágrafo II del artículo 11 de la Ley de Identidades de Género, que veta matrimonios y adopciones para los transexuales.

Lo más difícil en este cambio es el maquillaje, porque lo demás es menos moroso, aunque no deja de ser dificultoso: por ejemplo formar las caderas y ponerse medias. “Hay muchos transformistas que por pudor no tocan eso, ¿no?”. Circe aclara que para lucir una figura curvilínea se tiene que acomodar cinco capas de esponja en las caderas, aunque en su caso emplea tres para evitar ser voluminosa. Con la colaboración de Yoko, acomoda el material de tal manera que su figura luzca natural. Es un forcejeo que dura varios minutos, pero se logran los resultados esperados. Luego se pone otras cuatro medias, con el fin de que sus piernas se vean naturales.

De la mochila que parece una bolsa de ilusionista, extrae una peluca que ha aprendido a ponérsela en poco tiempo. “Lo que no volveré a utilizar son uñas largas, porque no puedes hacer nada”, recalca Circe Le Fay Hilton antes de ponerse guantes de seda rojos, acomodarse la banda y la corona que le confieren el derecho de ser Miss Bolivia Trans, que no solo se destaca por su belleza, sino también por su activismo por el colectivo LGBTI.

La Razón

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