México: El asesinato de Miroslava Breach y la narcopolítica – Por Luis Hernández Navarro

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Ocho balazos de arma calibre .38 le disparó un sicario a Miroslava Breach. Todos dieron en el blanco. Eran las 7:06 de la mañana del pasado 23 de marzo y la periodista se alistaba a llevar a su hijo Carlos a la escuela. Al lado del cuerpo sin vida, el asesino dejó un cartulina con un mensaje: “Esto te pasó por lenguona, por estar cerca del gobernador. Ahora sigues tú, Javier. Firma el 80”.

El recado resulta desconcertante, al menos por dos razones. Primero, porque los asesinos materiales e intelectuales de Miroslava, según las autoridades, forman parte de un grupo criminal rival al de el 80. Y, segundo, porque las relaciones entre la periodista asesinada y el gobernador Javier Corral, buenas en el pasado, eran bastante distantes en el momento del crimen.

En efecto, tanto el finado Ramón Andrés Zavala Corral, supuesto responsable de disparar la pistola contra la corresponsal de La Jornada, como Juan Carlos Moreno Ochoa, presunto autor intelectual del homicidio, son integrantes de Los Salazar, una célula del cártel de Sinaloa. En cambio, Carlos Arturo Quintana, conocido como El 80, pertenece a La Línea, del cártel de Juárez. Ambas empresas criminales libran un pleito a muerte, disputando palmo a palmo el control del territorio chihuahuense.

La guerra es abierta. El Diario publicó que, tan sólo entre enero y mediados de octubre de 2017, se produjeron 11 enfrentamientos entre bandas delincuenciales, con un saldo de casi 40 personas fallecidas. Los choques fueron verdaderas batallas campales en las que participaron vehículos artillados. No es para menos. Según la DEA, el corredor de El Paso-Juárez es una ruta extraordinariamente rentable: por allí pasa alrededor de 70 por ciento de la cocaína que entra a Estados Unidos desde México.

Más aún, es una guerra en la que también estan en juego tierras y agua para sembrar estupefacientes, y el control de las grandes minas, incluido el negocio del transporte de minerales.

En esta pelea, la filial del cártel de Sinaloa conocida como Gente Nueva (de la que forman parte Los Salazar), está ganando la partida a La Línea. Gente Nueva ha ido apoderándose del estado. Han bajado de la cresta de la sierra y controlado la llanura alta. La deserción de antiguos lugartenientes de el 80, como El Tigre y El Cabo, para aliarse a Gente Nueva, han hecho las cosas más difíciles para Arturo Quintana. Municipios como Cuauhtémoc y Madera, donde a finales del siglo pasado se llevaron a cabo luchas campesinas ejemplares, hoy están dominados por el narcotráfico.

¿Por qué Los Salazar habrían de responsabilizar a el 80 de sus asesinatos? No parece tener mucho sentido que lo haga. No es su forma usual de operar. La brutalidad del homicidio fue un mensaje en sí mismo, y no tendría sentido si su emisor se oculta. Es absurdo que, contando con capacidad de fuego y protección oficial para producir y traficar drogas en todo el estado, y acostumbrados a reivindicar sus ejecuciones, Los Salazar le hayan echado la culpa a otros de su participación en el de Miroslava. Si lo hicieron fue para ocultar a alguien más.

No es el único absurdo en esta historia. Curiosamente, a pesar de que las autoridades conocían su identidad y paradero desde hace seis meses, el pasado 19 de septiembre Ramón Andrés Zavala apareció asesinado, en el ejido El Sombrerito, en Alamos, Sonora, con un mensaje a su lado que advertía: Este es el marrano que asesinó a la periodista Miroslava. El supuesto homicida ya no podrá hablar.

Es falso que, como decía la cartulina que dejó su homicida, Miroslava estuviera cerca del gobernador Javier Corral. Según la periodista Olga Alicia Aragón, en tres ocasiones Corral fue informado de las amenazas en contra de ella y de otra reportera, sin que él hiciera nada para protegerla. Primero en septiembre de 2015, luego en marzo de 2016, más adelante, en agosto, cuando ya era gobernador electo. Finalmente en octubre, cuando el jefe del Ejecutivo estatal ya estaba instalado en su puesto se volvió a intimidar a la periodista (https://goo.gl/BFs038).

Un testigo incluido en actas ministeriales de la Fiscalía del Estado y de la Procuraduría General de la Repúclica dentro de la investigación del crimen –citado por Olga Alicia Aragón– narró que Miroslava ya no quiso informar al gobernador sobre la última amenaza. Aseguró que no tenía caso porque de cualquier modo nada hacía para protegerlos a ella y a otros compañeros en peligro, sabiendo todo lo que se le había informado. “Ya se lo he dicho, él lo sabe todo (…) y si él no actúa aunque sea para evitar broncas en las que se metería su gobierno, que se chingue”.

Miroslava Breach documentó en La Jornada la estrecha vinculación existente entre narcotraficantes, políticos del PRI y del PAN y empresarios. En sus escritos radiografió la imbricada telaraña tejida entre mundo de la política, los negocios y la economía criminal.

En la audiencia de vinculación a proceso en contra del supuesto autor intelectual del asesinato, Juan Carlos Moreno, se presentó una grabación realizada por Alfredo Piñera, vocero del PAN en la entidad, en la que éste presiona a Miroslava para que revele sus fuentes de información sobre los vínculos criminales de precandidatos a alcalde de Chínipas, Buenaventura y otros municipios. La grabación fue entregada por Hugo Amed Schultz Alcántara, presidente municipal blanquiazul en Chínipas, a los integrantes de Los Salazar. Sin embargo, a pesar de que ambos pusieron a la periodista en la mira del crimen organizado, la Fiscalía justificó la actuación de los panistas.

Ahora, no obstante que la investigación se ha caracterizado por su opacidad, contradicciones, irregularidades y filtraciones, el gobierno de Chihuahua quiere difundir la idea de que el crimen está resuelto. Pero eso no es cierto. El caso no está solucionado (véanse los tuits y el reportaje de la periodista Marcela Turati). El único detenido no ha sido aún sentenciado, apenas está siendo procesado. Y sigue sin saberse quién está detrás de los asesinos y cuál fue el móvil del crimen.

El silencio –le dijo Miroslava a Alfredo Piñera, el panista que la grabó– es complicidad y eso ha generado este desmadre. ¿Qué tapa el gobierno? No más silencio. Urge conocer la verdad de su asesinato y castigar a los culpables.

(*) Periodista y escritor mexicano. Coordinador de Opinión del diario La Jornada. Sus últimos libros son Hermanos en armas – Policías comunitarias y autodefensas- y La novena ola magisterial.

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