Tecnología, comercio electrónico y empleo – Por Sofia Scasserra

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¡Levante la mano quien no tiene una cuenta de Facebook o WhatsApp! ¡O quien nunca usó un servicio de Google! ¿Quizá quien nunca haya usado un servicio de apple? ¿Sea una macbook, un ipad, o itunes?

Hay cosas que nos son completamente naturales y ya ni pensamos en que lo que están atrás son empresas. Las internalizamos en nuestras vidas hasta el punto de que ya no podemos imaginar vivir sin ellas.

Lo cierto es que estos avances no solo revolucionaron nuestras vidas, sino que también cambiaron la forma de producir bienes y servicios, y de hacer negocios, y por ende cambiaron lo que más nos concierne: los puestos de trabajo.

Es una verdad ineludible: cambió el mundo del trabajo y cambió la manera en la que consumimos. El auge del comercio electrónico ha revolucionado y permeado todo lo que conocemos en una muy breve cantidad de años.

El negocio de la venta al menudeo y la logística son de los más dinámicos hoy por hoy. Hace algunos años Walmart parecía el jefe indiscutido de ese mercado, siendo la empresa que más facturaba a nivel global y la que mayor cantidad de trabajadores empleaba. Marcaba las reglas de mercado y los estándares a seguir para el negocio. Eso cambió. En efecto, desde el año pasado AliBaba, una empresa china del tipo conocido como Marketplace, desbancó a Walmart y es hoy por hoy la que mayor divisas genera.

Esto habla de varios cambios trascendentales a nivel mundial: por un lado el fin de la hegemonía norteamericana y europea como las únicas economías con capacidad para generar empresas multinacionales con economía de escala; por otro lado, la importancia del comercio electrónico y la necesidad de modernizar la estrategia de negocios; y finalmente el fuerte impacto en el sector logístico, con la baja asociada a los costes de transporte. La estrategia histórica de Walmart de tener fábricas en China cuyo único comprador era la empresa para poder controlar los precios, sumado a la fuerte estrategia de centros de distribución, parecen haber sido desbancados por la economía colaborativa: AliBaba no produce nada, es un portal que conecta compradores y vendedores y la logística está a cargo de ChinaPost, el sistema de correos de China.

Pasa a ser esencial los tiempos de entrega, el costo del transporte, y la capacidad de procesamiento y distribución del correo. Respondiendo a esta estrategia es que Walmart intentó una alianza con Uber para poder entregar sus productos a tiempo y limitó el acceso al mercado de AliBaba en Estados Unidos. La trasformación pudo más, y AliBaba expandiéndose al mercado interno y externo, logró lo impensado: ser la empresa de comercio al menudeo que más factura a nivel mundial.

Estas empresas son parte de un conglomerado conocido como GAFA-A1, el grupo empresario que hace lobby a nivel mundial para lograr impulsar la agenda de libre comercio electrónico. ¿Quién es GAFA-A? Google, Amazon, Facebook, Apple y AliBaba. Estas empresas dan servicios espectaculares en internet. Todos ellos, a excepción de Apple, gratuitos. Y es bueno que se note algo: si el producto es gratis es porque el servicio que brindan no es su producto. El producto eres tú.

Exacto. Venden tus datos a otras empresas para mejorar sus plataformas de venta, desarrollar una nueva economía de algoritmos y producir inteligencia artificial. Ese es el negocio.

Es que estamos ante la cuarta revolución industrial. La revolución impulsada por la economía de datos y tecnología. Una economía dirigida por algoritmos. Se procesan datos, se arman algoritmos, obtienen un perfil perfecto del consumidor, hacen publicidad dirigida, optimizan el servicio de venta al punto tal que va a ser imposible desbancar a estas empresas en el futuro. Además de eso, los algoritmos reemplazan procesos dentro de las empresas, y por ende personal. La inteligencia artificial y los algoritmos son el negocio del futuro.

En consonancia con esta realidad hay dos elementos a tener en cuenta: los cambios en el mundo del trabajo, por un lado, y las nuevas normas que se están estableciendo en la Organización Mundial de Comercio a fin de moldear la economía del futuro o establecer las reglas de juego de esta cuarta revolución industrial.

Estas cosas son las dos caras de una misma moneda: es que la relación capital y trabajo están íntimamente relacionadas, y hoy por hoy los datos y la tecnología conforman el capital de esta nueva revolución industrial.

Los nuevos puestos de trabajo

Es común leer títulos apocalípticos sobre el futuro del trabajo. Páginas y páginas dedicadas a describir cómo una máquina, un algoritmo, un software nos va a reemplazar a todos y cada uno de nosotros en la economía del futuro. Falso. Nada más falso que eso. Esta es la cuarta revolución. Antes de ésta hubo tres más. En todas se tuvo el mismo miedo y en todas, la humanidad sobrevivió trabajando. En todas se destruyeron puestos y se crearon nuevos, haciendo honor al concepto de Sombart y Schumpeter de la “destrucción creativa”. Las empresas de tecnología necesitan enormes estructuras de manejo, producción y mantenimiento de software. Las empresas de servicios precisan enormes estructuras de back office. Y así podemos seguir. Además, siempre estará el empleo irremplazable: los trabajadores domésticos, los maestros que no solo enseñan, dan contención y cuidado. Las enfermeras, acompañantes terapéuticos y psicólogos. Toda una economía dedicada al amor, irremplazable por cualquier máquina o programa por complejo que sea. Estos son solo algunos ejemplos.

La realidad es que el ser humano es esencial para generar capital, conocimiento y valor agregado, no solo por sus ideas, sino por su trabajo.

Entonces, ¿qué pasa con los puestos del trabajo del futuro? Ahí está el problema. Habrá más empleo, pero ¿a qué costo? Cada vez más las empresas utilizan la estrategia de tercerización, buscando en pymes y empresas chicas, parte de su negocio, no haciéndose responsables de las condiciones de empleo que éstas brindan. Muchas veces son cuentapropistas los que están detrás de esa página web, generando empleos precarios y trabajadores vulnerables. Existen empresas monstruosas como Mercado Libre que opera en 18 países y es una de las que más factura en venta al menudeo regional y cuenta solo con 4000 empleados en la región. En la mayoría de los países donde opera ni siquiera tiene presencia comercial. Todo el soporte se terciariza. Los productos que vende no son propios, todos cuentapropistas o pymes operando en las sombras. Empleo precario, trabajadores vulnerados.

¿Qué pasa con el empleo público?

El empleo público no es ajeno a esta corriente. Las negociaciones comerciales en los acuerdos megarregionales y tratados de libre comercio tienen dos pilares: privatización y desregulación.

Privatización de las empresas estatales por un lado. Pero privatización de la función pública por otro. Es decir, no solo se busca pasar cada vez más negocios a manos privadas, sino que se busca un Estado chico, que sea un mero facilitador de negocios privados. Un Estado que cobre pocos o nulos impuestos, se dedique a licitar obras y brindar servicios a los sectores no rentables de la economía. El resto, debe pasarse a manos privadas.

Se busca un Estado eficiente, y bajo este concepto se quiere terciarizar algunos de los servicios que brinda el Estado. Las regulaciones y exigencias pasan a ser mínimas. En efecto, otra característica de esta economía son los espacios e instancias como la “responsabilidad social empresaria” y los estándares de normas ISO, entre otros, logrando una autorregulación empresarial, donde no son los Estados los que tienen la soberanía para exigir, sino que las corporaciones controlan a las corporaciones con estándares determinados por ellas mismos.

Las reglas de juego o ¿quién corta el bacalao?

¿Se puede hablar de futuro del trabajo sin hablar de capital? ¿Se puede hablar de capital sin hablar de tecnología y datos? ¿Se puede hablar de tecnología sin hablar de comercio electrónico? Creo que no. Son conceptos íntimamente relacionados que conforman lo que llamamos la cuarta revolución industrial o la economía de algoritmos.

Existen instancias como la Organización Mundial de Comercio, que hará su próxima Conferencia Ministerial en diciembre 2017 en Buenos Aires, que busca negociar estos temas y fijar bajo el paraguas del E-Commerce (comercio electrónico) estas nuevas normas y estándares internacionales a fin de que la economía del futuro esté dictada con las reglas del capital, enormes empresas de tecnología que ni siquiera tienen presencia comercial en nuestros territorios, sino que tienen domicilio en algún paraíso fiscal lejano.

Estas reglas no pueden, no deben ser fijadas por los Estados respondiendo al lobby empresario. La única manera de que esta gigantesca revolución del capital funcione a favor de consumidores y trabajadores es si la sociedad se involucra en el armado de las reglas, conservando la soberanía regulatoria de los Estados, exigiendo que las empresas sean responsables de toda la cadena de suministro de su negocio, vinculando a los sindicatos en el proceso decisorio y regulatorio, ejerciendo control y exigiendo estándares que beneficien a las sociedades en conjunto.

Los trabajadores somos protagonistas de la historia. La lucha sindical ha sabido obtener grandes logros. Este nuevo escenario no puede sernos ajeno, ya que aquí se define el futuro del trabajo, y por consiguiente, de los trabajadores y la sociedad en general.

(*) Investigadora y docente, Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio-UNTREF; asesora en Temas Económicos y de Comercio Internacional FAECYS – UNI Américas; representante de Red OWINFS Argentina.

Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento: Internet ciudadana o monopolios 16/11/2017

1. Idea elaborada por Burcu Kilic y Renata Avila. Para ver mas https://www.opendemocracy.net/digitaliberties/renata-avila-burcu-kilic/new-digital-trade-agenda-are-we-giving-away-internet

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