Brasil: multitudinaria marcha en homenaje a las víctimas de la tragedia del Chapecoense

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Chapecó enmudece y marcha en memoria de sus héroes

Chapecó enmudeció en la madrugada del miércoles cuando las campanas de su Catedral le recordaron que a esa misma hora hace un año comenzaba la peor pesadilla de su historia: el accidente que le arrancó a su equipo del alma.

Eran las 1:15 locales y el corazón de esta apacible ciudad del sur de Brasil regresó a las montañas Medellín, donde hace justo 12 meses se estrellaba el avión que llevaba al Chapecoense a la final de la Copa Sudamericana.

“Fue doloroso cuando tocaron las campanas, porque me trasladaron a aquel cerro, en el momento del impacto en Colombia, pero son cosas que tenemos que pasar”, contó Rafael Henzel, el único de los seis supervivientes que acudió al acto.

Recién aterrizado de Rio, el periodista quiso celebrar lo que él califica como “su primer año de vida” honrando la memoria de las 71 personas que se fueron.

Nadie aquí olvida al equipo que les hizo soñar en grande con su increíble salto de la cuarta división a una final continental en apenas siete años, y al que perdió cuando acariciaba la gloria.

“No tengo palabras. Chapecó se recuperó un poco, pero nunca volverá a estar al 100% porque fue una tragedia muy triste para nosotros”, contaba con los ojos aún enrojecidos María Inés Muniz, portando su camisa verde del ‘Chape’ en un rincón de la Catedral.

Como esta ama de casa de 64 años, muchos rompieron a llorar mientras el sonido de las campanas rasgaba esta noche de primavera. Antes, una emocionada marcha silenciosa había salido desde el estadio, encabezada por familiares de varias de las víctimas portando camisetas en recuerdo de sus seres queridos.

Abrazado a los suyos estaba el alcalde, Luciano Buligon, a quien una reunión de última hora salvó de la tragedia el año pasado. “Es un momento de celebrar sus vidas. Ese fue el sentimiento de Chapecó a lo largo del año. Cambió el sentimiento de profunda tristeza por el de nostalgia, de reconocimiento, de que sus vidas tienen que ser exaltadas”, afirmó.

Lágrimas en el estadio

Con un ramo de flores blanco presidiendo un gramado de luto y su hinchada cantándole al cielo, Chapecó abrió los tributos a sus “eternos campeones” al caer la noche. “Nostalgia. Para siempre en nuestra historia, eternamente en nuestros corazones”, rezaba un cartel a la entrada del estadio al que hace justo un año empezaron a acudir sus hinchas desesperados.

Caía una lluvia rabiosa en Chapecó cuando los medios comenzaron a informar de lo que parecía un mal sueño: el avión del equipo se había estrellado en la víspera de disputar el partido más importante de su historia ante el Atlético Nacional. Murieron 71 personas, entre ellas 19 jugadores, 14 miembros de la comisión técnica y 9 directivos del club. Solo 6 ocupantes sobrevivieron.

“Fue el día más triste de la historia de Chapecó, no hay cómo explicarlo. Es muy emocionante recordarlo”, contaba con la voz entrecortada Miriam Macari, una gerente de 27 años que no había sido capaz de volver al estadio desde el accidente.

Tras un año haciendo equilibrios entre el dolor, la nostalgia y la necesidad de seguir adelante, el club decidió no realizar ningún acto por “respeto a quien quedó y respeto por los buenos recuerdos”, pero abrió las puertas de su casa.

Pétalos en el cielo

Los homenajes ya habían arrancado desde la mañana en Colombia, con dos helicópteros de la Fuerza Aérea dejando caer pétalos en la plaza central de La Unión, cerca de la montaña donde el Chapecoense encontró la muerte camino a la gloria.

“La gloria estaba cerca (…) la tragedia apagó ese sueño”, afirmó Andrés Botero, presidente de Nacional.

El actual campeón del fútbol colombiano, que cedió al Chapecoense el trofeo de la Sudamericana 2016, organizó el homenaje, que también incluyó un minuto de silencio. Mientras los helicópteros dejaban caer los pétalos fueron leídos los nombres de las víctimas, que quedaron inmortalizados en una placa.

Tras el homenaje en La Unión se realizó una misa en el cerro que ahora lleva el nombre del Chapecoense. Un altar fue levantado en el lugar donde quedó el fuselaje. Dos cruces de madera dominaban la vista de decenas de asistentes, muchos de ellos con la camiseta de Nacional.

A los pies de la cruz una familia lloraba. Los padres de Silsa Arias, la copiloto boliviana fallecida en la tragedia, viajaron desde Bolivia para despedir a su hija. ”Vinimos a darle un abrazo y decirle que procuraremos continuar sin ella. Y trajimos un poco de sus cenizas y las esparcimos, unas imágenes que seguramente les mostraré a sus dos hijos cuando comiencen a hacer más preguntas”, dijo Jorge, su padre.

En la montaña, Luis Albeiro Valencia, de 53 años, levantó en su pequeña finca el único monumento que recuerda en La Unión lo ocurrido hace un año. En lo alto de un palo está una réplica en madera del avión a pequeña escala junto a dos columnas de ladrillo, una de ellas coronada con las llantas del tren de aterrizaje y la otra, con un balón apenas inflado.

“Esto es para recordar, para que no los olviden, porque con el tiempo seguramente todos se olvidarán de ese morro”, dijo este agricultor.

La Nación

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