La educación reinventa el campo colombiano

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Desde el 2013 la Fundación Bancolombia y la Universidad de La Salle han acompañado aproximadamente a 120 jóvenes de las zonas rurales del país en su formación profesional. 

En el municipio del Valle de Guamuez, en Putumayo, cientos de jóvenes vieron de cerca la guerra. Algunos sintieron el dolor que causa la muerte y otro tanto el agobio de tener familiares desaparecidos. Esta tierra que en un tiempo fue sinónimo de bonanza, durante décadas se convirtió en un pueblo cocalero, un pueblo fantasma en el que los paramilitares sembraron el terror a finales de los noventa.

En medio del conflicto armado muchas personas encontraron en la escuela su salvación. Caminar a diario cientos de kilómetros entre una vereda y otra fue el motor de su lucha por un futuro mejor, por creer que era posible una vida distinta. La educación los salvó, les abrió puertas y les brindó las oportunidades para cambiar su territorio.

«Ahora con el posconflicto en el municipio ha disminuido la violencia. Incluso muchas personas han dejado los cultivos ilícitos y están sembrando productos que pueden vender en el mercado y con los que pueden vivir”. Desde su vereda, en el Valle de Guamuez, Yesica López habla de cómo su vida cambió después de estudiar Ingeniería Agronómica en Yopal, Casanare, gracias al programa Utopía de la Universidad de La Salle, al que la Fundación Bancolombia se unió desde 2013 a través de su línea de educación.

Hace más de cinco años estudiar una carrera profesional era algo imposible para ella. Barreras como la falta de recursos económicos o el poco acceso a la educación en su zona le hacían creer que esto solo podía ocurrir en sus sueños. “Un día una profesora me habló de un anuncio que habían pasado por la radio sobre unas becas, me dijo que escribiera un ensayo y participara. Lo hice y me dijeron que el 10 de diciembre me enviaban un correo si había sido admitida. Ese día fui con una amiga a revisar el correo, pero no encontré ningún mensaje, pensé que no había pasado. Al día siguiente el alcalde me dio la noticia. Fue uno de los días más felices porque ahora sí podía estudiar y ayudarle a mi familia, a mi comunidad”, comenta López.

En 2013 se trasladó a Yopal e inició sus estudios. Durante todos los semestres contó con el apoyo de la Universidad de La Salle y la Fundación Bancolombia para financiar su carrera. Los agradecimientos a sus donantes, como ella los llama, se los enviaba a través de cartas en las que reafirmaba su compromiso por mantener un promedio superior a 3.5 y expresaba todos sus deseos por seguir adelante.

La mejor forma de ayudar al campo es a través de la educación“El proyecto Utopía, de la Universidad de La Salle, está enfocado en educar a los jóvenes que están en la Colombia rural y hacer de ellos unos polos de desarrollo y paz en cada región. Nosotros como benefactores hemos apoyado a cerca de 140 jóvenes, de los cuales 38 ya se graduaron, para que se formen como ingenieros en agronomía, todo esto porque desde la fundación creemos en el desarrollo rural sostenible. Nuestras tres líneas estratégicas son: la educación pertinente para la ruralidad, el emprendimiento rural conectado con los mercados y el trabajo de alianzas y cooperación”, explica Lina Montoya, Directora de la Fundación Bancolombia.

Cumpliendo con la segunda estrategia de la fundación, este año Yesica López regresó a su casa en Putumayo para implementar como proyecto de grado la siembra de habichuela en 2.000 m2.  Aplicó todos sus conocimientos en ingeniería agronómica y en cinco meses vendió cinco toneladas de esta hortaliza a los mercados del municipio. Con esto les demostró a las personas de su comunidad que sí es posible dejar de cultivar coca y encontrar otras fuentes de ingreso.

“La idea del programa es que después de terminar los estudios regresemos a nuestro lugar de origen y generaremos un impacto social. Actualmente, trabajo con la comunidad para enseñarles conocimiento sobre agronomía y con esto prevenir enfermedades en los cultivos. Para mí lo principal es darles ideas de lo que se puede hacer en sus parcelas. Por ejemplo, después del éxito que tuvimos con la habichuela, ahora siembro con mis padres una hectárea de plátano y una de maíz.

Además, con mis compañeros de universidad estamos formando una fundación para gestionar proyectos y emplear a la gente. Todo lo que hago es por amor a la agricultura y porque la gente tenga herramientas para hacer mejor su trabajo”, finaliza López.

El programa, apoyado por la Fundación Bancolombia, no busca transformar la vida de una persona sino la de toda una comunidad. Para Lina Montoya los emprendimientos de estos jóvenes son un motor del desarrollo rural. “Creemos que ahí es donde los jóvenes se pueden conectar con sus territorios y encontrar la manera de contribuir con su desarrollo. Para nosotros la mejor forma de ayudar al campo es a través de la educación”.

El Espectador  

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