Científicas al poder: los nuevos rostros femeninos de la ciencia en Chile

918

Cada vez es más frecuente encontrar a mujeres ejerciendo roles en el ámbito de la ciencia, un mundo que ha estado esquivo al género por muchos años, pero que poco a poco comienza a permearse de científicas que marcan la ruta y dejan huella.

Elegimos a cinco mujeres que destacan en sus respectivos campos: Andrea Slachevsky, neurocientífica; Susan Bueno, inmunóloga; Emilia Díaz, emprendedora biotecnológica; Isabel Behncke, primatóloga, y Millarca Valenzuela, geóloga experta en meteoritos.

Cada una ha derribado mitos y sorteado barreras, logrando descubrimientos de impacto global y el reconocimiento de la comunidad científica.

Estas chilenas muestran hoy una nueva cara de la ciencia, una en la que las mujeres son las protagonistas.


Andrea Slachevsky: «Las neurociencias están subvaloradas»

Entender cómo funcionan las conexiones o rutas de información en el cerebro es lo que por años ha intentado la neurocientífica chilena y académica de la Universidad de Chile, Andrea Slachevsky. Una interrogante que la motivó a investigar y publicar libros de sus resultados, donde une esta disciplina con otras tan diferentes como la economía o las leyes. Los estudios la han ayudado a comprender y a tratar el Alzheimer, enfermedad que, según datos del Ministerio de Salud, fue la quinta causa de muerte en el país en 2010, y otras demencias presentes en la población chilena y mundial.

La científica ha publicado dos libros que aportan al conocimiento del Alzheimer, “Cerebro cotidiano” y “Enfermedad de Alzheimer y otras demencias”, además, de gran ayuda para los cuidadores de los pacientes.

También, en conjunto con una abogada, se planteó el problema de la pérdida de la toma de decisiones en demencia, desde el punto de vista clínico y cómo la Constitución actual no refleja a esas personas, trabajo que la hizo merecedora de un premio de ética de parte del Colegio Médico.

Este cruce de disciplinas es, sin duda, uno de sus principales aportes a la ciencia, pero a ella no le resulta extraño dado su interés por las ciencias sociales y por el impacto que la neurociencia, explica, tiene en la vida cotidiana sin que nos demos cuenta.

De la mano de la economía, Slachevsky demuestra que el costo de la demencia está asociado a los niveles socioeconómicos y que es mayor para las clases más desfavorecidas, un estudio que llega a dar evidencia sobre lo que antes era una sospecha.

A su juicio, en la actualidad uno de los trabajos de mayor impacto en la ciencia es la evaluación del uso de tecnologías por personas con alguna demencia. Por ejemplo, sin son capaces de resolver un sudoku o utilizar redes sociales, lo que si bien no es crucial hoy, lo será para las nuevas generaciones.

Usar tecnologías permite mejorar la evaluación y caracterización de pacientes, desarrollar herramientas para precisar y ser más objetivas con las dificultades que presentan en la vida cotidiana.

“Este trabajo puede tener un alto impacto porque fuimos los primeros en desarrollar un instrumento que incorpora el uso de la tecnología de la información, un área cada vez más importante para desenvolverse en la vida diaria y que hasta ahora no era evaluada y que podría afectar a las generaciones más jóvenes y futuras”, señala.

La mujer en ciencia

En el campo de la neurociencia predominan las mujeres, pero es crítica con las políticas de paridad de género en general y del peso extra que la mujer carga al trabajar y dedicarse a la ciencia.

“Hay un doble sacrificio para las mujeres, ya que si trabaja y viaja, no es tan bien visto como en un hombre. Se le cuestiona su rol como mujer, mamá, y no como científica, algo con lo que puede resultar difícil lidiar y que dificulta cumplir con ciertos objetivos”, dice.

La neurocientífica ha tomado ciertas cartas en el asunto. Además de académica, es subdirectora del Centro Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO), y es coordinadora de la Unidad de Trastornos Cognitivos y de Demencia del Hospital del Salvador y neuróloga en la Clínica Alemana.

Rol en la sociedad

Desde la óptica de la neurociencia, plantea que las personas se sienten muy capaces de tomar buenas decisiones, de saberlo todo, pero “nos olvidamos que las decisiones son complejas y que nos equivocamos”.

Dice que es necesario considerar que el ser humano no es totalmente racional ni piensa objetivamente y que siempre se verá influenciado. Por eso plantea integrar el aprendizaje de la neurociencia en las políticas públicas, como lo hizo Inglaterra, que endureció el trato hacia ciertos grupos de personas, como los causantes de un atropello o quienes se han visto envueltos en conflictos de interés, para enviar determinados mensajes a la sociedad.

Afirma que las neurociencias están “subvaloradas”, ya que junto a otras disciplinas pueden “advertir” a una sociedad de los problemas, ayudar a entender, por ejemplo, la gravedad de la corrupción, por qué hay que frenarla a como dé lugar.

“Desde el punto de vista científico, cuando hablamos de corrupción es necesario ponerle atajo, de lo contrario, la propiciamos”, sostiene.


Susan Bueno: Al acecho de virus y bacterias

¿Por qué la gente se enferma? ¿Cómo recuperan su salud? ¿Por qué algunos son más propensos a enfermarse? Estas fueron las preguntas científicas que hoy -y desde niña- la doctora en ciencias biomédicas Susan Bueno busca resolver. Un camino interminable que a diario, dice, abre más preguntas en vista de problemas como la resistencia a los antibióticos que adquieren los microorganismos.

Aunque su búsqueda de respuestas y soluciones comenzó hace varios años, fue hace nueve, cuando llegó a la Universidad Católica de Chile (UC) como académica, que pudo asentar bases y comenzar a construir con un equipo propio lo que le ha valido una serie de avances profesionales. Entre otros cargos, hoy se desempeña como profesora asociada del Departamento de Genética Molecular y Microbiología de la UC y es directora del área infecciones del Instituto Milenio en Inmunología, un reconocimiento que viene apalancado por unir por primera vez dos disciplinas tratadas de forma independiente: la microbiología y la inmunología.

“Me siento responsable de continuar fomentando la interdisciplina, de generar masa crítica de investigadores en labores de microbiología e inmunología y aumentar la población de profesionales que trabajan en el área, de estudiar la respuesta inmune a enfermedades infecciosas”, comenta.

Una meta que aborda de varios frentes. Hoy estudia cómo las bacterias son capaces de modificar la respuesta inmune y busca blancos que permitan generar nuevas formas de potenciar que el organismo pueda eliminarlas, en enfermedades del intestino, específicamente con salmonella, y las del tracto respiratorio, como el neumococo, ambas de amplia presencia local y mundial.

Sus avances se materializan en un kit que permite la detección de patógenos respiratorios de manera sencilla y que podría simplificar el diagnóstico de enfermedades como la neumonía, incluso, sin necesidad de usar Rayos X o cultivos en laboratorio. Una innovación que se espera salga pronto al mercado, reduciendo junto al tiempo y cantidad de enfermos, los costos de la salud en el país.

Se espera que este kit tenga la sensibilidad suficiente para detectar los virus en las secreciones respiratorias y que se pueda implementar con una técnica que entregue resultados en menos de dos horas.

Los estudios para esta innovación están en etapa de validación para implementar un método accesible para el sistema de salud primario y cuentan con fondos Corfo y del Biomedical Research Consortium Chile (BMRC).

“El objetivo es diagnosticar el patógeno presente en el tracto respiratorio y a los pacientes más susceptibles”, afirma la microbióloga, quien cuenta con un equipo de más de 20 profesionales compuesto por estudiantes de pre y posgrado y técnicos profesionales. Además, colaboran académicos de la UC de las facultades de Ciencias Biológicas y Medicina, de Pediatría y Gastroenterología.

Un grupo interdisciplinario con el que ha publicado artículos científicos en revistas de renombre internacional y con quienes también ha desarrollado seis patentes -cada una solicitada en distintos países-, relacionadas con las herramientas para identificar a patógenos y las moléculas que indicarán si el individuo es más o menos susceptible de desarrollar una enfermedad severa.

Fomentar la curiosidad

Susan Bueno señala que el camino para llegar a ser científico y generar conocimiento parte por la curiosidad. “Me interesa saber cómo algo tan pequeño como los microorganismos son capaces de causar enfermedades infecciosas en seres tan complejos como los humanos”.

Una curiosidad que busca fomentar en los más pequeños. Por ello, cada cierto tiempo, cambia las aulas universitarias por las de escuelas y liceos, para demostrar a niños y adolescentes que la ciencia no es ficción, ni ajena a su entorno y que en Chile hay gente capacitada si quieren dedicarse a ella.

“Los grandes científicos son alcanzables y hay que demostrárselo a los jóvenes. La labor científica no es sólo difusión de papers y laboratorio, sino también responder a la curiosidad de las futuras generaciones”, dice. 


Emilia Díaz: Combatir la marea roja reprogramando a los microorganismos

Con 26 años, Emilia Díaz es reconocida por ser la fundadora de Kaitek Labs, emprendimiento biotecnológico que desarrolla un kit para la detección de la marea roja. Congeló sus estudios de ingeniería civil en Biotecnología en la Universidad Católica para dar vida a este proyecto, por el que obtuvo los premios Excelencia en Ciencia y Tecnología en el concurso Tech-I del Global Innovation Through Science and Technology, de “Her Global Impact” (2015) y del “Pitch competition” de Junior World Entrepreneurship Forum (2015), entre otros.

Díaz cuenta que la motivación para el kit partió en un ramo de biología sintética donde enseñaban a ampliar su mirada sobre la biotecnología y aplicaciones biológicas en general.

“Cuando tomé el curso, estaba decidiendo mi especialidad en ingeniería entre biotecnología o computación. Ya que el objetivo del ramo era pensar en las bacterias como máquinas, decidí enfocarme en mi máquina favorita: los computadores”, comenta Díaz. Y considerando que los microorganismos son capaces de procesar información sobre su medio de manera natural, teóricamente “podríamos ser capaces de darles un nuevo software -un circuito genético- y una pantalla o manera de comunicarse con nosotros, por ejemplo, un cambio de color, con lo que tendríamos a nuestra disposición toda la capacidad de procesamiento de los microorganismos a los que tengamos acceso”.

Con esta idea, en 2012 comenzó a trabajar en un proyecto aplicando el concepto a la marea roja, con el objetivo de desarrollar un kit simple y rápido de detección de este fenómeno, con resultados en cuatro horas. El cambio de color indica la toxicidad de la muestra. Todo esto, con el fin de combatir un problema común en Chile: la intoxicación por consumo de mariscos contaminados. Un proyecto que ha logrado un alcance global.

En junio de este año realizaron las primeras ventas del producto inicial en Europa. Y los planes, adelanta Díaz, son concretar pilotos en territorio chileno a partir de 2018 y comercializar el kit final en su versión de uso en terreno en 2019.

Tras convertirse en la ganadora del certamen del K-Startup Grand Challenge de Corea (2017), programa que permite a las empresas generar redes en su mercado, Díaz está en ese país estableciendo alianzas con universidades y laboratorios académicos para acelerar el proyecto.

“Estamos levantando nuestra primera ronda de inversión y buscando empresas del sector acuícola en Chile que estén interesadas en probar nuestros kits con pilotos tipo marcha blanca”, comenta la fundadora de Kaitek Labs.

Los mismos concursos han ido entregando financiamiento al proyecto, entre ellos, US$ 30.000 del International Business Model Competition (2015), $ 5 millones de Jump Chile (2012), $ 180 millones de Corfo (2013-2017) y US$ 12 mil del K-Startup Grand Challenge (2017).

Emprender en ciencia

Díaz plantea que impulsar proyectos científicos no ha sido un camino fácil y que es complicado estar en constante comparación con emprendimientos en el área tecnológica o de desarrollo más rápido.

“Muchas veces creen que uno no hace nada, porque no se explican lo mucho que nos hemos demorado. Emprender desde la ciencia es más costoso, riesgoso y lento que cualquier otro tipo de proyecto, lo bueno es que también es el perfil de emprendimiento que puede tener más impacto real a nivel de vidas humanas”, afirma.

Otro de los desafíos, apunta, es la brecha de género que existe en el ámbito científico, donde el reto aún pendiente es hacer visible el trabajo de las mujeres, con el fin de motivar a otras a sumarse a este campo.

“Lo clave es aumentar la visibilidad de las mujeres que ya trabajan en el ámbito de las ciencias, y sin repetirlas mucho, como ocurre conmigo, porque se genera la impresión de que somos pocas y siempre las mismas. La idea es que se instaure la noción de que hay muchas mujeres haciendo ciencia de alto nivel y que entonces tiene todo el sentido que se sumen más”.

Comenta que también hay que sortear el machismo instaurado en la sociedad chilena.

“Nos enseñan ambiciones, gustos e intereses distintos que mantienen a las mujeres fuera del mundo de la ciencia. Mientras sea ´raro´ ver a una científica, vamos a continuar mal”, advierte.


Isabel Behncke busca entender a los humanos estudiando a los primates

La chilena Isabel Behncke es la primera científica occidental en internarse en la selva del Congo, en África, para estudiar a los primates bonobos. ¿Su objetivo? Entender el comportamiento humano, dada la cercanía y parentesco evolutivo con quienes tenemos una “abuela” en común.

Tras meses de vivir en la selva estudiando a los bonobos, observó que el comportamiento de juego era clave para los primates no sólo en la infancia, sino también en la edad adulta, una característica con la cual estos animales han alcanzado la felicidad en el país más violento de África. Justamente, descubrir la relevancia del comportamiento de juego en una sociedad, se le reconoce mundialmente como uno de los principales aportes de su investigación.

“Ha sido un aporte que no lo decido yo, sino que se da en el tiempo. Es una noción que hay que expandir y seguir estudiando, ver qué dice la neurociencia del aprendizaje a lo largo de la vida”, comenta Behncke, quien hoy forma parte del Centro de Investigación de Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo.

Este camino no ha sido corto. Creció en Chile en medio de la naturaleza, estudió zoología –disciplina que se enfoca en el reino animal, sus orígenes y procesos- en la universidad de Oxford e hizo un máster en Conservación de la Naturaleza, pero su deseo de comprender la evolución humana la llevó a estudiar el comportamiento de los primates, tarea por la que retornó a Inglaterra y desde allí al Congo.

Una ruta maratónica y arriesgada, pero natural, dice. Behncke ya se había definido como una apasionada de la naturaleza, curiosa por la evolución y el conocimiento. Estos factores la llevaron a optar por construir una experiencia universitaria -y sobre todo de vida- más integradora.

“He sido afortunada al tener un entrenamiento bastante holístico, en el sentido que siempre me interesó entender el fenómeno en distintas organizaciones, desde la neurociencia hasta la ecología y la paleontología. Eso me ha permitido tener una mirada amplia”, afirma.

Una visión que le permite ser hoy un puente entre las ciencias del conocimiento, ecológicas, cognitivas, del comportamiento y de la evolución. Una mirada que no quiere perder y que le parece importante por ser integradora.

“Mientras más se sofistica, mientras más avanzamos como civilización, aumenta la especialización; es un fenómeno que ocurre, que es normal, pero a la vez necesitamos incrementar el esfuerzo en coordinar los distintos elementos que quedan aislados, entonces este trabajo de integración es muy importante”, explica.

Además de unir las ciencias para estudiar a los bonobos, la científica participa en foros sobre el futuro de la tecnología, le interesa saber hacia dónde avanzan las ciudades y estar al tanto de los problemas que enfrenta la sociedad, de los cambios. Su idea es evaluar qué conocimientos de los que aprendió con los primates y las ciencias del comportamiento pueden aplicarse a soluciones prácticas, pero de impacto global.

Mirada femenina

Behncke reconoce que tiene un papel único en su especialidad y que radica en una combinación de factores; entre ellos, una mirada chilena, latinoamericana, de mujer, cercana a la naturaleza y la libertad para investigar, que le permitió ver cosas distintas. Es clara al destacar la importancia de las mujeres en equipos científicos y de toda índole, ya que pueden dar una mirada distinta.

Para apoyar esta postura, trabaja con el Instituto de Sistemas Complejos de Santa Fe, en Estados Unidos, donde examinan los beneficios de la diversidad cognitiva, cuyos resultados indican que aumenta la inteligencia colectiva.

Es crítica ante la baja paridad de género en el rubro científico y plantea que para que haya más presencia femenina “faltan condiciones”. Añade que los proyectos de corto plazo implican estar trasladándose de un lado a otro, impidiendo –a hombres y en especial a mujeres con hijos- la estabilidad para mantener arraigo.

“Veo que muchos de los problemas del feminismo son de tiempo, si tuviéramos intervenciones y si las pudiéramos crear, que aumenten el tiempo y flexibilidad para las mujeres, estaríamos dando un beneficio tremendo”, señala. 


Millarca Valenzuela conecta geología y astronomía con meteoritos

Desde abril de 2017, el asteroide 11819, visto por primera vez en marzo de 1981 en Australia, recibe el nombre de Millarca en honor a la geóloga chilena e investigadora del Instituto Milenio de Astrofísica (MAS) y del Centro de Astro-Ingeniería UC, Millarca Valenzuela. Este bautizo no es causal, es el reconocimiento al trabajo de la única profesional experta en Chile en meteoritos (fragmentos de minerales de asteroides o cometas que chocan con la superficie de la tierra) y creadora del primer sistema nacional de seguimiento y observación de meteoros: Chacana (Chilean Allsky Camera Network for Astro-Geosciences), que detectará los que caen al desierto de Atacama.

Un ámbito fértil para la investigación, pues en Chile, explica, se concentra la mayor cantidad de meteoritos para estudio. Algo clave para su trabajo, pues a partir de la observación de la trayectoria de estos cuerpos es posible investigar el origen del sistema solar.

“Chacana nació al juntar a una geóloga con astrónomos, para monitorear bólidos y recuperar meteoritos frescos”, comenta Valenzuela quien vivió por años en Antofagasta. Dice que si bien el nombre del sistema es un acrónimo, es también el de la cruz andina, que simboliza la unión entre la tierra y el cielo y para ella, del trabajo de la geología y la astronomía.

Hoy, pensar que esta vinculación es posible y que los meteoritos sirven para conocer el espacio es en gran parte responsabilidad de esta geóloga, pionera en el país en el estudio de estos fragmentos.

Conoció a los meteoritos a los 19 años tras congelar sus estudios del Plan Común de Ingeniería en la Universidad de Chile, y que luego retomó para dedicarse a la geología. Un camino en el que fue la primera y, por lo mismo, debió ser su propia maestra leyendo artículos internacionales.

“Me daba miedo entrar en una temática donde no había orientación en Chile, pero luego, siendo profesional y trabajando en otra área de la geología, entendí que lo que hacía -y hago- es pavimentar algo que no existe y que tiene que ver con la cultura científica, que tiene que estar en el día a día”, afirma la académica que hoy busca acercar la astronomía a la gente.

“La divulgación científica está subvalorada en Chile, pese a que es la base para aumentar el nivel de conciencia en el país”, dice.

Con ese fin asumió la vicepresidencia de la Sociedad Geológica de Chile, rol desde donde aspira a motivar a jóvenes para sumarse a esta disciplina; abrió un grupo de ciencias planetarias y meteoritos, además de realizar charlas, para demostrar que la ciencia es para todos y donde hay espacios para mujeres.

Valenzuela plantea que es necesario aumentar la masa crítica de jóvenes interesados en la ciencias, pero en paralelo dice que hay aspectos por mejorar, como la brecha de género.

“Estamos 50 y 50 en carreras que antes eran dominadas por hombres. Lo que no veo es la siguiente etapa, la jefatura, las profesoras, cargos mayores, ahí estamos igual o peor que antes y debería cambiar”, comenta.

Dice que Chile no es una sociedad que apoye la familia y quienes deciden tenerla, deben luchar descarnadamente por mantenerla y el principal esfuerzo recae en la mujer. Algo que no ocurre en otros países.

Protección de meteoritos

Para Millarca Valenzuela las tareas no paran en ningún ámbito. De cara a 2018, uno de sus retos es conseguir financiar 10 nuevas cámaras de observación para Chacana, e insertarlas en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, además de poner en marcha el software que permita determinar las trayectorias de los meteoros encontrados bajo el alero de las investigaciones del sistema.

También espera seguir de cerca el proyecto de Ley presentado por el senador Guido Girardi para proteger los cráteres de impacto y los meteoritos del territorio nacional, para el cual elaboró un informe técnico. Esta propuesta regulatoria busca evitar que las comunidades científicas extranjeras se los llevan libremente, debido a que no existe una legislación vigente que las obligue a dejar un porcentaje en el país.

“Los científicos tenemos una responsabilidad social enorme, de divulgación, promoción y resguardo del material de estudio y eso es lo que intentamos hacer con este proyecto de ley”, afirma. 

Diario Financiero

Más notas sobre el tema