Elecciones en Chile: No da lo mismo – Por Valeska Naranjo Dawson

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Con bastante majadería, desde algunos sectores se intenta plantear que las próximas elecciones presidenciales son, más bien, irrelevantes. Que da lo mismo elegir a cualquier postulante, porque los que tienen más posibilidades se parecen demasiado entre sí y todo permanecerá igual, sea quien sea resulte electo o electa.

Esa es una trampa, destinada a desmotivar la participación y que sólo es útil a la candidatura de la derecha. Para ellos, mientras menos ciudadanos ejerzan su derecho, más posibilidades de instalarse en La Moneda y desmontar o impedir los cambios y reformas al modelo de desarrollo que los privilegia.

Dicho de manera simple y directa: no da los mismo por quién votar el 19 de noviembre, tanto a nivel presidencial como parlamentario.
No es lo mismo pensar que las reformas emprendidas por el gobierno de la Presidenta Bachelet son “la destrucción del país”; que comprender que ellas, más allá de sus imperfecciones, son imprescindibles para avanzar hacia una mejor sociedad.

No es lo mismo postular que la previsión es una cuestión de ahorro individual y proteger a las AFPs; que impulsar un sistema que incorpore mecanismos de solidaridad intra e inter generacional, para ofrecer más dignidad a nuestras viejas y viejos.

No es lo mismo sostener que los derechos reproductivos son una suerte de “carga” que debemos asumir las mujeres, “porque nos toca”; que entenderlos como una responsabilidad de toda la sociedad y que hombres y mujeres debemos ser iguales en derechos y deberes. Algunas reacciones francamente primitivas a mi propuesta de estudiar una “ley menstrual”, demuestran cuánto debate y conciencia falta, en este tema.

No es lo mismo empujar más represión, más gasto policial y endurecimiento de las penas, como la lógica privilegiada, para enfrentar el problema de la seguridad pública; que entender la integralidad del tema y asumir que se debe abordar de manera sistémica y multilateral, incentivando las posibilidades de reinserción y arbitrando medidas de largo plazo, que sean capaces, por ejemplo, de cortar las carreras delictuales precoces.

No es lo mismo asumir la educación como un bien de consumo que se debe resolver con las lógicas del mercado; que saber que se trata de un derecho social y arbitrar por tanto las medidas que apunten efectivamente en dar cuenta de él.

No es lo mismo creer que la democracia se agota en ciertas ritualidades y es un asunto de “acuerdos de caballeros”; que entender que es la presencia ciudadana, a través de instituciones abiertas a la participación, lo que define la profundidad democrática de un país. Para ponerlo en un ejemplo muy práctico: no es lo mismo “estar dispuesto” a hacer algunas modificaciones a la actual constitución; que asumir la necesidad de una nueva Carta Fundamental, nacida de un verdadero acuerdo social, ojalá a través de una Asamblea Constituyente.

En suma, no es lo mismo concebir al Estado como el cancerbero de los negocios privados; que sostener su condición de protector del bien común e impulsor de los derechos de las mayorías.

Está en juego una idea de país. Una manera de concebir el mundo y la sociedad. Tenemos que decidir si queremos seguir progresando en generar condiciones que rompan las bases de la desigualdad estructural que ahoga a millones de chilenas y chilenos o retrocedemos y afianzamos los privilegios de muy pocos, mientras esperamos que la teoría del “chorreo” alguna vez se haga realidad.

El gran instrumento republicano es el voto. Todos estamos convocados y de todos depende que el próximo 4 de marzo asuman autoridades que se den la mano con la ciudadanía, para que apuremos el paso y sigamos avanzando hacia un Chile de mayor igualdad y justicia.

(*) Antropóloga Social. Directora de Relaciones con la Comunidad en Gestión Social S.A.

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