El último tren pasaba – Diario El País, Uruguay
El siguiente editorial responde exclusivamente a la visión de este medio
El Mercosur tiene una última oportunidad. Enfrentado a un proceso de decadencia interna, de charlatanería estructural, y de irrelevancia global, la negociación de un acuerdo con la Unión Europea es la chance final para que el bloque se ponga a la altura de los elevados objetivos para los que fue creado.
Pero la miopía, el sectarismo, y los complejos ideológicos llevaron ese proceso a la quiebra cuando aún ni siquiera se sabía bien lo que podía llegar a implicar. Patético fue ver hace unas semanas como algunos dirigentes locales recordaban ese fracaso como un gran logro.
Claro que el mundo no para porque a cuatro demagogos se les ocurra, de la misma manera que la inflación no para porque al delirante que maneja un país se le ocurra intervenir los supermercados. La rueda siguió andando, y ahora tenemos en puerta la Alianza del Pacífico, integrando a países de toda América con las pujantes naciones de Asia. A China, un país continente pero que se da cuenta que no puede vivir solo en el mundo, acelerando su proceso de integración con África. Y lo más peligroso de todo, el incipiente proceso de negociación entre Estados Unidos y la Unión Europea.
Mientras eso sucede en el mundo, el Mercosur sigue a la deriva, mirándose el ombligo, y condenándose a sí mismo a la soledad y a la irrelevancia. En gran medida debido a la ceguera de Argentina, que en pleno siglo XXI parece haber descubierto la sustitución de importaciones, y cree que puede vivir aislado del mundo como si fuera una nueva Albania.
Por culpa de esta visión, y de la tolerancia que han tenido los gobiernos de Uruguay, y sobre todo, de Brasil, el Mercosur se ha perdido oportunidades concretas, como la de firmar un TLC con Corea del Sur, o la de haber alcanzado un acuerdo con Europa hace ya muchos años.
Hoy el bloque tiene una nueva oportunidad, ya que la Unión Europea, presionada por su dramática crisis económica, está dispuesta a negociar y a ceder en cuestiones como es su protección a los sectores agrícolas, históricamente la gran traba para un pacto de esta naturaleza. En ese sentido, las negociaciones parecen bastante avanzadas, y la reciente reunión en Brasilia del presidente Mujica con Dilma Rousseff ha dejado en claro que nuestros dos países están más que dispuestos a acordar, y Paraguay está en la misma tesitura. Resta ver como responderán Argentina, y el convidado de piedra, Venezuela, cuyo caos interno hace poco probable que pueda firmar ningún acuerdo salvo con Guinea Ecuatorial o Zimbabwe.
Pero el reloj nos juega en contra. El acuerdo entre Estados Unidos y Europa es una realidad inminente, e incluso se encuentran estipulados plazos para que sus negociadores se pongan a trabajar. Esos plazos son el límite con que cuenta el Mercosur para lograr un pacto con la UE, ya que a partir de allí todo el foco de ese bloque estará apuntando a negociar con el país más rico del mundo.
Cuando surgió la posibilidad del ALCA, desde el actual oficialismo se lo defenestró como un arma de imperialismo neoliberal, y todo el continente se perdió un tren que parecía prometedor. Lo mismo pasó a escala nacional cuando fracasó el TLC con EE.UU. Y estamos en la misma con una integración con la Alianza del Pacífico. Con la UE nos unen afinidades culturales, históricas, y hasta comerciales, ya que tenemos producciones en buena medida complementarias. Incluso políticas, ya que nadie puede decir que la «Europa del bienestar» es un nido de neoliberales. Lo que falta es una negociación seria, honesta y con mirada de largo plazo. Si eso se encamina, no debería haber justificaciones para dejar pasar este tren. Porque mirando alrededor, es probable que sea último que pase, y no tomarlo sería una tragedia.
Es fundamental que la negociación entre el Mercosur y la Unión Europea se concrete para sacar al bloque del aislamiento y decadencia actual. El problema es, otra vez, Argentina.
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