Bolivia: Agenda 21F, la insistencia en volver al pasado – Por Sullkata M. Quilla

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La denominada Agenda 21F, que con respaldo de 180 personalidades se presentó en la ciudad de La Paz, plantea que, al no existir “viabilidad jurídica para los planes de perpetuación del presidente Evo Morales en el poder, las organizaciones de oposición y el MAS deben prepararse para un nuevo proceso de transición”, lo que algunos críticos han calificado como “un intento de alianza para el regreso” neoliberal.

Esta transición implicaría el paso del gobierno actual hacia un nuevo tipo de Estado, que respete los derechos de las personas, de los pueblos y de la naturaleza, exactamente lo contrario de lo que está haciendo el actual Gobierno, dijo el editor José Antonio Quiroga, promotor de esta alianza para el regreso: “No se limita a un cambio de gobierno, sino que exige un ‘cambio de régimen’”.

En diciembre de 2014, el presidente Evo Morales dijo a Quiroga, durante la presentación de la Biblioteca del Bicentenario, que si no lo hubiera traicionado, hoy sería su vicepresidente. En 2004, Quiroga ya había propuesto la formación de un «frente amplio”, que reeditó ocho años después para enfrentar a Evo en 2014, junto a un grupo de intelectuales y militantes de la llamada izquierda independiente, como Loyola Guzmán, para sumarse a Samuel Doria Medina. En junio de este año, Quiroga y Guzmán dejaron a Doria y murió el Frente Amplio.

Entre quienes suscribieron la Agenda 21F están la académica Gloria Ardaya (única sobreviviente de la masacre de ocho jóvenes del MIR a manos de la dictadura de Luis García Meza en 1981), el politólogo Jorge Lazarte (vicepresidente de la Asamblea Constituyente entre 2006-2007), Guillermo Mariaca (ex viceministro de Educación), la ambientalista Cecilia Requena, la psicóloga, exsenadora y feminista Erika Brockmann, Enrique Velazco (Fundación Inaset), el cineasta Alfonso Gumucio y la joven activista Carla Casas.

Junto a ese grupo de “intelectuales” –paceños en su mayoría- Quiroga presentó la llamada Agenda del 21F, en clara referencia al referéndum de aquella fecha, en la que muestran sus deseos de un cambio de gobierno y una suerte de programa de “transición”, de lo que ellos llaman un “régimen autoritario y corporativo” (la terminología es similar a la de la oposición venezolana).

Desde el vamos hay una lectura errónea de lo sucedido en aquel momento: la ciudadanía rechazó una enmienda electoral (que permitiera la reelección de Evo) pero nunca se propuso un cambio de gobierno. La elección de los términos del discurso tampoco es baladí: define al de Morales como un “régimen” (no una administración, un gobierno), aprovechando que la connotación negativa que tiene en el imaginario colectivo latinoamericano, ya que se asocia al genocidio de las dictadura cívico-militares. Y abusa del término “corporativo” de forma de descalificar a los movimientos sociales que aúpan al gobierno popular de Morales.

La puesta en escena mostró a representantes de anteriores gobiernos de escasa vocación democrática pero abundante vocación corporativa y de corrupción mafiosa. El documento fue leído al estilo de los sobrinos del Pato Donald, en turnos sucesivos.

Carla Espósito remarca en La Época la profunda colonialidad de la puesta en escena, con la presencia impostada de tres indígenas en el panel: “hubiera sido incómodo y poco atinado presentar un documento de esa naturaleza sin la presencia de indígenas a estas alturas de la historia”. Se los presenta como “compañeros”, sólo con sus nombres de pila y procedencia, mientras que otros son presentados como “ciudadanos” con nombres y apellidos: Gonzalo Rojas, José Luis Quiroga, Loyola Guzmán, Cecilia Requena, a los que llaman “ciudadanos” y son nombrados por sus nombres y apellidos.

“Los indígenas son invitados a leer tres párrafos de un documento que claramente sienten ajeno. Claro está que se sumaron a la agenda de los intelectuales que condescendientemente les dan voz e incluso les dicen qué leer. Triste avance de tan ilustrado grupo”, añade Espósito.

Un proyecto burgués

La “agenda” se propone transitar hacia un tipo de democracia diferente y un nuevo Estado de derecho, basado en la independencia de poderes, una institucionalidad que garantice el cumplimiento de derechos y “en el principio republicano de la igualdad de todos frente a la ley y la limitación de los poderes públicos al derecho”, una caracterización que corresponde al modelo liberal y republicano, consustancial con el sistema capitalista y la democracia burguesa.

Propone “un tipo de Estado y una forma de democracia, que supondría un retorno al pasado para cumplir un ansiado y conservador proyecto burgués que siempre quiso desarrollar plenamente el ciclo capitalista en el país”, señala el sociólogo Arturo Villanueva Imaña.

Y agrega que ello supondría la imposibilidad total de cumplir con aquel loable propósito de “respetar los derechos de la naturaleza, así como los límites biofísicos y la capacidad de regeneración de los ecosistemas” que se proclama en el documento, por la sencilla razón de que el capitalismo es el principal instrumento de explotación, extractivismo y depredación de los recursos naturales y del propio hombre. No se puede proteger la naturaleza, si la causa que origina su destrucción y depredación, es el mismo sistema que provoca el daño y su explotación salvaje.

El documento está lleno de ambigüedades pero también de consignas permanentemente lanzadas desde ONGs y fundaciones europeas, exigiendo abandonar el modelo extractivista y la dependencia de los combustibles fósiles …”, sin hablar de establecer un modelo alternativo al capitalismo depredador.

Es el mismo estilo del ex vicepresidente estadounidense Al Gore, que para mitigar en alguna medida los efectos del cambio climático, pero sobre todo respetando el marco de expansión del sistema capitalista, propone deshacerse y sustituir paulatinamente las fuentes de energía contaminantes sin por ello afectar los intereses corporativos transnacionales, señala Villanueva.

La agenda habla de diversificación productiva en armonía con la vocación natural de las diversas ecorregiones (…) empleando las innovaciones tecnológicas que ofrece la comunidad mundial, lo que supone el uso de transgénicos, agrotóxicos, quema y destrucción de grandes extensiones de bosques y biodiversidad, para expandir el latifundismo y las grandes extensiones de monocultivos de exportación que no tienen nada que ver con seguridad y soberanía alimentaria.

A pesar de la presencia de connotadas feministas, la “agenda” no habla ni del machismo y patriarcalismo. Pese a autocalificarse “de izquierda” se abstiene de hacer referencia siquiera a la descolonización y la lucha contra los intereses corporativos transnacionales, e ignora las autonomías indígenas y la construcción del derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios y su autogobierno.

Como dice Villanueva, una transición para ir hacia atrás, ¿una alianza para el regreso?.

*Antropóloga y economista boliviana, investigadora asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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