Discurso de la presidenta chilena Michelle Bachelet ante la Asamblea General de la ONU
Debate General del 72° Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas
S.E. la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, interviene en el Debate General.
Señor Presidente:
Quiero iniciar estas palabras enviando un saludo fraterno al pueblo de México y, muy especialmente, a los familiares y amigos de las víctimas del terrible terremoto que asoló a este país hermano el día de ayer.
Quiero también saludar a los familiares de las víctimas y a todos los afectados por los huracanes que en las últimas semanas y días se han producido en la región, causando un daño enorme y pérdidas, en algunos casos, irreparables.
Estas últimas catástrofes, generadas por huracanes más frecuentes y violentos de lo habitual -en gran medida a causa del calentamiento de los océanos- nos recuerdan que nos encontramos en un momento clave de la historia de la humanidad, un momento de definiciones que repercutirán en nuestras vidas y en las vidas de nuestros nietos y bisnietos.
Si bien los desafíos que enfrentamos hoy son distintos de los que dieron origen a esta organización hace 72 años, son tan relevantes y tan determinantes como los que enfrentó la generación de la posguerra.
Por un lado, la noción de desarrollo que predominaba hasta ahora ha sido remecida por la implacable realidad del cambio climático. Podemos cerrar los ojos y negar una realidad cuyos efectos devastadores serán cada vez más frecuentes e intensos, o asumir nuestra responsabilidad.
Y ello implica, más allá de reducir las emisiones de CO2, atreverse a transformar nuestros modelos productivos y replantearnos el tipo de crecimiento a privilegiar.
Por otro lado, en momentos en que, como nunca antes, está presente la democracia en tantos países, vemos una ciudadanía impaciente frente a instituciones con una legitimidad cuestionada por la corrupción, la desigualdad y su ineficacia frente a las demandas más urgentes de los ciudadanos.
Finalmente, en un escenario internacional marcado por la incertidumbre, se requiere otra definición: o dejamos que cada Estado busque imponerse y sacar la mayor ventaja de su posición, o trabajamos activamente por la estabilidad y la paz común, mediante un reforzamiento de los instrumentos multilaterales y la cooperación.
Que hoy estemos aquí, en esta sala, donde han pasado tantas y tantos para reivindicar la fuerza del trabajo pacífico y colectivo, nos exige mirar los riesgos que enfrentamos y asumir tareas individuales y colectivas, tomando el peso a las consecuencias de la inacción.
Traigo hoy la voz de Chile, un país que ha aprendido de su historia; un país que ha conocido el dolor, pero también la esperanza.
Mi país, más allá de su ubicación geográfica, en el extremo sur del continente americano, no está alejado del mundo; por el contrario, está plenamente inserto en él. Sabemos, por ello, que muchos de los grandes desafíos locales son y seguirán siendo retos globales, y que cada desafío global debe encontrar también una respuesta local.
Frente a estos desafíos, no hay espacio para el fatalismo.
Hoy quiero traer el mensaje de un optimismo realista: es posible revertir decisiones pasadas, superar la inercia, enmendar el rumbo. Y es posible que lo hagan países pequeños o grandes, ubicados en el centro o en la periferia.
La enorme fortaleza de la Agenda 2030 y los ODS es, justamente, que no sólo proponen un nuevo enfoque para mejorar las condiciones de vida de las personas; proponen que lo hagamos todos juntos, a partir de las fortalezas de cada uno.
Nuestro compromiso con las tareas nacionales, entonces, se ha amplificado en contacto con otros.
Frente a la definición de sumarnos o no al combate contra el cambio climático, no hemos dudado. Simplemente porque no hay cabida para el negacionismo ni para posturas egoístas.
En línea con el ODS 14 –vinculado a los océanos- y el Acuerdo de París, mi país ha puesto en marcha un Plan de Acción Nacional de Cambio Climático.
Entre las medidas que ya están en curso, destacan el Impuesto Verde sobre las emisiones de CO2 de fuentes fijas y la transformación que hemos hecho en materia energética. Pasamos, a principios de Gobierno, de 6,3 ahora a 17% de energías renovables no convencionales en nuestra matriz. Y nuestro propósito es llegar al 90% el año 2050. Es posible, porque ya hemos iniciado la transición energética.
Además, hemos sido activos en la iniciativa «Nuestro Océano», creamos nuevos Parques Marinos y Áreas Marinas Protegidas. Hoy, casi la mitad de nuestra Zona Económica Exclusiva está protegida, alcanzando una histórica cifra de 1 millón 329 mil kilómetros cuadrados bajo conservación marina.
Si bien hemos avanzado significativamente en esta dirección, somos conscientes de que debemos abordar otra amenaza a los ecosistemas marinos: los plásticos.
Año a año llegan al océano 8 millones de toneladas de plástico, que permanecen ahí por cientos de años, generando un enorme impacto negativo.
Para abordar este problema, es que somos parte de la iniciativa Océanos Limpios de ONU Ambiente.
En tanto, a nivel local presentaremos un proyecto de ley que prohibirá el uso de bolsas plásticas en ciudades costeras, en un plazo de 12 meses. Esta ley permitirá a la ciudadanía aportar en la protección de los océanos. Seremos así, el primer país de América en implementar este tipo de ley, y llamamos a que otros países asuman esta responsabilidad.
Por otro lado, el Protocolo de Montreal, que permitió recuperar la Capa de Ozono, cumplió recientemente 30 años.
Y en este aniversario quisiera anunciar que mi país acaba de depositar la ratificación de la enmienda de Kigali de este protocolo, cuya finalidad es prevenir el cambio climático en 0,5 grados Celsius. Chile se transforma, de este modo, en uno de los primeros países en ratificar este nuevo acuerdo.
Pero eso no es todo. Con la creación de una red de parques en la Patagonia hemos, además, sumado 4,5 millones de hectáreas de áreas verdes, riquísimas en biodiversidad, y que ahora estarán bajo protección del Estado, pero para uso del público.
Esto muestra que es posible avanzar cuando hay voluntad, cuando el mundo público y privado suman esfuerzos. Porque el desarrollo sustentable no es un anhelo imposible de financiar, sino que, por el contrario, es el mejor camino para que la actividad económica pueda proyectarse en el tiempo.
Pero como decía al comenzar mis palabras, ésta no es la única disyuntiva. También compartimos apremiantes desafíos en materia de democracia e inclusión.
La experiencia internacional nos ha ayudado y alertado sobre la necesidad de hacernos cargo de mejorar nuestras instituciones democráticas, así como la transparencia y la probidad tanto en la política como en los negocios, poniéndole un freno a la corrupción.
En este sentido, llevamos a cabo un profunda modificación del sistema electoral que heredamos de la dictadura, haciéndolo más proporcional e inclusivo, y garantizando una cuota mínima del 40% para las candidaturas femeninas.
Junto con ello, hicimos cambios en las normativas que regulan el financiamiento de las campañas electorales y de los partidos políticos, para que no sea el dinero el que defina el resultado de las elecciones. Y estamos en pleno proceso de elaboración participativa de una nueva Constitución, más moderna y democrática.
Pero entendemos que el fortalecimiento de nuestra democracia no es suficiente, si no respondemos también a la demanda por mayores libertades individuales y derechos para las personas.
Por ello hemos avanzado decididamente en la ampliación de dichas libertades y derechos sexuales y reproductivos.
Naturalmente este movimiento hacia mayores niveles de libertad individual debe ir acompañado de políticas sociales pro equidad y solidaridad, que amplíen las capacidades de las personas.
Es por eso que el corazón de nuestras reformas está en la educación.
Y en menos de 4 años hemos puesto en marcha cambios importantes para garantizar, por un lado, que las personas tendrán la educación que requieren y merecen, más allá de su situación socioeconómica, y, por otro, que Chile contará con profesionales y técnicos en las áreas de mayor relevancia para su desarrollo.
Hemos hecho así una reforma que va desde la educación parvularia a la superior, y que pone a la educación pública en el centro de este movimiento.
Y estamos garantizando crecientes grados de gratuidad, primero para las familias de menores ingresos –el próximo año, el 60% de los estudiantes más pobres va a poder estudiar gratis en la educación superior– y, posteriormente, queremos llegar a gratuidad universal.
Porque es nuestra manera de reivindicar la idea de que no habrá progreso individual sin progreso colectivo. Que no puede haber bienestar perdurable donde unos pocos grupos privilegiados pierden el vínculo con los más desfavorecidos.
Y ésa es nuestra manera de hacer realidad que el bienestar tiene que fundarse en el lazo común y en valores universales para que sea verdadero.
Finalmente, respecto de la tercera definición que estamos llamados a zanjar, quiero decir sin dobleces que Chile mantiene una inalterable definición estratégica en favor de la paz, la democracia, los derechos humanos y de los migrantes, y el libre comercio.
Por ello, no puedo dejar de mencionar la situación que está atravesando un país hermano como es Venezuela. Chile, en conjunto con 11 países de la región, ha hecho un llamado al diálogo creíble entre el Gobierno y la Oposición, y estamos dispuestos a jugar el rol que los venezolanos estimen conveniente, con el fin de obtener buenos resultados de manera pacífica, política y democrática.
En una línea similar, tampoco somos los únicos en manifestar nuestra preocupación respecto de las amenazas a la paz en diferentes lugares del mundo –Oriente Medio, zonas de África y Europa del Este– y, en particular, la insistencia en el uso de armas nucleares que tensionan al máximo la coexistencia pacífica.
En este marco, como lo hemos señalado públicamente, esperamos que la República Popular Democrática de Corea cese las pruebas nucleares, cumpla con las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, contribuya a garantizar la estabilidad duradera en el noreste de Asia y se allane a resolver la situación a través de canales pacíficos, diplomáticos y políticos.
En este marco, hemos participado activamente en las negociaciones para generar el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares, que hemos firmado hoy día temprano en la mañana. Es un hecho histórico que crea una norma que sienta las bases para futuras negociaciones que van a permitir su total eliminación de manera verificable e irreversible.
Junto con lo anterior, me parece oportuno destacar nuestra satisfacción y orgullo por haber participado, por 13 años y con más de 12 mil hombres y mujeres, en los contingentes militares y policiales en MINUSTAH en Haití. Y revalidamos nuestro compromiso de mantener la participación en la cooperación con nuestros policías especializados en la MINUJUSTH.
Además, dentro de nuestra política de cooperación para el desarrollo, Haití ha sido priorizado como socio, al igual que el Caribe y Centro América, en programas de mejoramiento de la institucionalidad, seguridad, emprendimiento y formación de profesionales.
En la misma dirección, quiero destacar la participación de observadores chilenos en el Proceso de Paz de Colombia, que se encuentran dando término a la primera misión política especial, e iniciando la transición a la segunda.
Y Chile participó en la primera etapa, con las FARC, y ahora estamos participando como garante en las conversaciones del Gobierno colombiano con el Ejército de Liberación Nacional.
Pero no sólo creemos en la resolución pacífica de conflictos y diferencias. También creemos en las enormes oportunidades que abre el comercio. Hemos trabajado intensamente desde nuestros vínculos bilaterales y desde la Alianza del Pacífico, a partir de lo que llamamos “convergencia en la diversidad”.
Esto es, que los países de América Latina nos unamos a partir de aquello en lo que coincidimos y no de insistir en nuestras diferencias. Es decir, en cada materia de relevancia para la convivencia internacional, hemos afirmado y seguiremos reafirmando nuestro compromiso con el multilateralismo y la existencia de reglas que garantizan un trato justo para cada país.
Señor Presidente:
Mi país, como todos los países de renta media, enfrenta importantes desafíos de corto y mediano plazo. Valoramos por eso la visión multidimensional del desarrollo, contenida en la Agenda 2030 y los 17 ODS, pues se reconoce la heterogeneidad entre los países y las brechas en el desarrollo, las que quedan ocultas cuando la única medición del desarrollo es el ingreso per cápita.
Pero parece que estamos ante una contradicción. Los países de ingreso medio, incluyendo muchos pequeños estados insulares en desarrollo del Caribe, están siendo “graduados” por el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE, únicamente por sobrepasar el criterio de ingreso per cápita. ¿Dónde está, entonces, el criterio multidimensional de la Agenda 2030?
Frente a esta situación, Chile, en conjunto con países de la región, ha levantado la voz y solicitado que se inicie un diálogo serio sobre la incorporación de criterios multidimensionales para definir desarrollo.
En paralelo, junto a Jamaica, estamos lanzado una nueva iniciativa, los “Resilient 20”, que busca crear una alianza en favor de la promoción de resiliencia en países “vulnerables” a desastres naturales, centrado en países de ingresos medios, pero no limitado a ellos.
Y frente a los desafíos que presenta la gobernanza de la comunidad internacional, reafirmo el valor de esta Asamblea y esta Organización. Por ello respaldamos las transformaciones que ha impulsado el Secretario General, Antonio Guterres, en el área de gestión de Secretaría, que permitirán agilizar la toma de decisiones en sectores claves tanto en materias políticas como administrativas, buscando promover la confianza entre los Estados Miembros y la Organización.
Asimismo, hemos respaldado las readecuaciones al proceso de selección y nombramiento del Secretario General, de modo de hacerlo más transparente e inclusivo de todos los Estados Miembros.
Queda pendiente la largamente esperada reforma del Consejo de Seguridad, para que represente de manera más democrática y adecuada las realidades del mundo de hoy.
Señor Presidente:
Desde el sur, el mundo se ve diferente.
Cuando aún existen vastos sectores de nuestros países sin acceso a los bienes públicos más básicos, cuando todavía hay hambre y segregación, trabajo precario y una enorme desigualdad, la conclusión es una sola: tenemos un largo camino que recorrer para que la agenda de la solidaridad prime por sobre la agenda del egoísmo y la indolencia.
Es verdad. Algunos de estos desafíos no son exclusivos de los países emergentes. Las democracias avanzadas también los experimentan. Pero en el sur las exigencias siguen siendo mucho más elementales.
Chile ha logrado avances de gran relieve. En variados campos hemos alcanzado estándares que nos acercan a las naciones desarrolladas y estamos orgullosos de esos logros.
Sin embargo, todavía muchos países de América Latina, África y Asia enfrentan historias de frustración y dolor.
Compartimos con ellos una historia de esfuerzo y esperanza que nos hermana frente al presente y al futuro.
Porque hemos conocido la escasez, sabemos lo que es luchar por salir del subdesarrollo, así como el temor de recaer en él. Y sabemos también lo que es ser un país de ingresos medios, con una economía sólida y sana, pero que aún presenta dramáticas brechas de equidad y de oportunidades para sus habitantes.
Conocemos, por lo tanto, de primera fuente, la necesidad de hacer cambios, pero también hacerlos a través del camino de la solidaridad, que reivindicamos para los individuos, pero también para los pueblos. Compartir, cooperar, colaborar, es el primer movimiento de las sociedades para cuidar de sí mismas, para mirar al presente y al futuro con mayor certidumbre.
Hoy las necesidades del escenario global son diferentes, es cierto. Pero son urgentes y requieren de un esfuerzo histórico de cooperación de todos y cada uno, a nivel de cada país, y desde el trabajo coordinado entre naciones, orientado por una agenda clara que nos inspire a todos y a la que todos podamos aportar.
Muchas gracias.
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