Gobiernos populares en jaque: Venezuela y Ecuador en la mira imperial – Por Mara Espasande
2016 fue un año adverso para las fuerzas populares de América Latina. Desde 1999, año en que comenzó la revolución bolivariana liderada por Hugo Chávez, en gran parte de los países de la región, comenzaron a emerger diferentes movimientos populares que, aun siendo heterogéneos, poseían características en común. Buscaron avanzar fundamentalmente en la distribución del ingreso y en políticas integracionistas que buscaron poner freno a la injerencia de potencias extranjeras en la Patria Grande.
Pero, el año pasado, con la asunción de Mauricio Macri y el golpe parlamentario-mediático-judicial en Brasil, el mapa geopolítico comenzó a cambiar. El bloque hegemónico oligárquico local trasnacionalizado apostó a una “alianza estratégica” (eufemismo para definir la nueva relación de dependencia semicolonial) con el gobierno demócrata de los Estados Unidos, considerando que la victoria electoral de esta fuerza frente al peculiar republicano Donald Trump, era inevitable.
El eje Brasil–Argentina, que había funcionado desde 2005 como impulsor de las políticas integradoras, se convirtió entonces en una fuerza centrífuga que debilitó al Mercosur, Unasur y Celac, priorizando el acercamiento a la Alianza del Pacífico (AP) como primer paso para la incorporación al Tratado Transpacífico (TPP). Pero estos gobiernos de derecha quedaron desorientados frente a la victoria de Trump y sus declaraciones públicas en contra del libre comercio y del TPP.
Frente a la nueva coyuntura, los gobiernos neoliberales del sur comenzaron a diseñar nuevas estrategias, aun cuando esto significara dar marcha atrás con algunas de las decisiones tomadas durante su primer año de gobierno. En este contexto, se inserta el intento de revitalizar el Mercosur ya que parecen entender que, frente al nuevo escenario internacional, es más probable avanzar hacia un Tratado de Libre comercio con la Unión Europea (UE) que con EEUU. Para esto, necesitan retomar las sendas de las negociaciones iniciadas tiempo atrás, pero resistidas por parte de los integrantes del bloque, entre ellos, Venezuela.
La oportuna medida de suspensión de este país en el bloque, habilita la aceleración de las tratativas. En un contexto mundial de guerra comercial resultado de sobreproducción, la apertura de importaciones y los tratados de libre comercio pueden resultar fatales para el desarrollo de la industria latinoamericana en general y la argentina en particular.
Claro está, que el Tratado de libre comercio con la UE se presenta como un acuerdo recíproco donde cada una de las partes se encuentra en “igualdad de condiciones”. Basta revisar nuestra historia para descubrir que las condiciones formales de los acuerdos comerciales no son respetadas por los países desarrollados. El primer Tratado de Libre Comercio del actual territorio argentino fue firmado por Buenos Aires –bajo el impulso de Bernardino Rivadavia- en 1824.
En el mismo se afirmaba: “…Habrá entre todos los Territorios de su Majestad Británica en Europa y los Territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata una recíproca libertad de comercio…” (Artículo 2º del Tratado de amistad, comercio y navegación con Gran Bretaña, 1824). Por ese entonces Inglaterra atravesaba su revolución industrial y se encontraba en plena expansión, en la búsqueda de mercados de consumo.
¿Qué posibilidades tenían, entonces, los artesanos del territorio rioplatense de llegar a Europa para vender sus productos a la población inglesa y ejercer así el principio de libre comercio? No es necesario ahondar en detalles frente a la evidente relación asimétrica que condicionó a la Argentina a un lugar semicolonial dentro del orden mundial del siglo XIX, que nos permite reflexionar hoy sobre los peligros de los actuales tratados que, a simple vista, también se presentan como acuerdos entre pares.
Por otro lado, frente al cambio de gobierno, tanto Brasil como Argentina buscan recomponer las relaciones con EEUU. ¿Qué tienen para ofrecer estos Estados frente a una potencia que anuncia que defenderá el trabajo nacional y aplicará políticas de proteccionismo económico? Tanto Temer como Macri se presentan como aliados necesarios para la arremetida de EEUU contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.
La ofensiva contra el gobierno bolivariano no cesa y Trump ya ha mostrado que, en este punto, continuará las políticas desestabilizadoras de su predecesor. Así lo mostró cuando inició conversaciones con Chile, Argentina y Brasil para lograr consenso para la suspensión del país caribeño de la OEA. Tal como sostuvo Luis Almagro, secretario de dicha organización: “es el más claro esfuerzo y gesto que los pueblos americanos pueden hacer por la democracia en la región”.
En este contexto, cada una de las batallas que enfrentan las fuerzas populares en la Patria Grande son claves para el devenir histórico del conjunto de la región. Por esto, las elecciones presidenciales en Ecuador donde, a pesar de la amplia victoria de Alianza País, Lenin Moreno debió enfrentar la segunda vuelta frente al candidato conservador Lasso, se convirtieron en un asunto primordial para todos y cada uno de los países de Nuestramérica.
Lenin Moreno fue el candidato de la fuerza política que lidera Rafael Correa quien asumió como Presidente en 2007. “Alianza país” emergió como una nueva fuerza política luego de una profunda crisis donde una de las consignas enarboladas era “que se vayan todos”. Correa asumió en un país que venía de décadas de medidas neoliberales que incluyeron la dolarización de la economía (adoptada en enero de 2000 bajo el gobierno de Jamil Mahuad).
Convocando al pueblo a protagonizar una “revolución ciudadana”, tal como había prometido en campaña, convocó a una Asamblea Nacional Constituyente que sancionó en 2008 la nueva Carta Magna. Rechazó además, la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, terminó con el acuerdo para la concesión de la Base de Manta a los militares estadounidenses y apoyó las políticas integracionistas impulsadas por Brasil, Argentina y Venezuela. En 2013 fue reelecto hasta 2017 con el 57 % de los votos.
La segunda vuelta en Ecuador fue mucho más que una elección presidencial. Se enfrentaron allí dos modelos de país: la defensa de la soberanía nacional contra la dominación semicolonial, la distribución del ingreso contra la concentración de la riqueza en los sectores privilegiados, la democratización y el aumento de la participación política contra el autoritarismo desplegado por las fuerzas conservadoras, la integración de América Latina contra la fragmentación necesaria para la vinculación dependiente con las potencias centrales.
Brasil y Argentina son casos testigos donde se observa que cada una de las medidas tomadas perjudica a las mayorías populares. Por eso, frente a esta restauración conservadora es fundamental apuntalar el proceso ecuatoriano –al igual que el boliviano- ya que son el reaseguro de que las fuerzas populares continúan en pie esperando a que nuevamente recomience una etapa de integración que en el siglo XXI lleve a la unión definitiva de la Patria Grande.
(*) Profesora de Historia, docente en la Universidad Nacional de Lanús (Argentina), coordinadora del Atlas Histórico de América Latina y el Caribe, y coautora de “Ernesto Guevara de la Serna, cuando no era El Che”.