A dos semanas de las elecciones – Periódico El Heraldo, Honduras

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El siguiente editorial responde exclusivamente a la visión de este medio 

Lo cierto es que estamos ante un proceso electoral atípico en el que las tradicionales opciones de liberales o nacionalistas parecen en precario y nuevos actores irrumpen con fuerza, amenazando con crear escenarios distintos a los que hemos conocido en los últimos treinta años.

Estamos a menos de quince días de las elecciones generales. Toda la logística de la gestión del proceso electoral está en marcha. Los candidatos queman sus últimos cartuchos, intentando conquistar el voto en todo el territorio nacional, de norte a sur y de este a oeste. Sin embargo, hay mucho nerviosismo en la élite política y en los propios activistas.

Lo cierto es que estamos ante un proceso electoral atípico en el que las tradicionales opciones de liberales o nacionalistas parecen en precario y nuevos actores irrumpen con fuerza, amenazando con crear escenarios distintos a los que hemos conocido en los últimos treinta años.

Lo que no debemos perder de vista, tanto los electores como la ciudadanía en general, es que, con todas las debilidades expuestas, la opción principal sigue siendo el sistema democrático, aquel en el que son las grandes mayorías las que al final deciden el rumbo a seguir.

Es normal, entonces, que los aspirantes a Presidente de la República, a diputados y a alcaldes de los 298 municipios del país hagan hasta lo imposible por atraer la voluntad popular, no solo mostrando sus méritos sino que a veces atacando fieramente a sus contrincantes.

Pero el punto clave es que esta confrontación partidaria llegue a su fin el propio 24 de noviembre y que todos y cada uno de los aspirantes acepten, democráticamente, el veredicto del pueblo en las urnas, cualquiera que este sea.

Más allá del resultado de las próximas elecciones, lo realmente importante es que todos los protagonistas mantengan la cordura y que prevalezca la tranquilidad y la paz.

La realidad nuestra y la del mundo entero indica de forma clara e indubitable que más allá del sectarismo político, de las ideologías y de los sistemas económicos, lo más importante es que las naciones puedan vivir y evolucionar con plena libertad y que irremediablemente el bienestar de los pueblos depende más del crecimiento económico con igualdad que de las mismas creencias o principios doctrinarios.

En ese sentido, lo realmente importante no es quien gane las elecciones del próximo 24 de noviembre sino la actitud de los que resulten ganadores o perdedores de las mismas. Los primeros deben abandonar su partidismo para liderar toda una nación y los segundos deben respetar, sin objeción, la voluntad popular expresada en las urnas.

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