Venezuela, ¡vamos por la libertad! – Por María Corina Machado

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Era el domingo 16 de julio. Los venezolanos nos despertábamos entre la emoción y la expectativa porque sabíamos que haríamos historia. En un acto inédito, ignoramos las amenazas del régimen de Maduro y lo desafiamos de forma organizada y valiente en uno de los más grandes gestos de desobediencia cívica que haya tenido lugar: un plebiscito que rechazó su fraudulenta “constituyente”, que exigió a la Fuerza Armada Nacional acatar ese mandato y aprobó la designación de poderes públicos, la conformación de un Gobierno de Unión Nacional y la realización de elecciones transparentes.

Ese día −el 107 de los 128 de lucha que llevamos en las calles− marcaba un nuevo hito. Frente a una debacle humanitaria que se agrava y ante la evidencia de que los canales institucionales para dirimir la crisis están cerrados −golpe a la Asamblea Nacional, negativa a realizar un referéndum revocatorio− los ciudadanos entendimos que la única manera de lograr transitar a la democracia implicaba utilizar nuestra fuerza, que es la fuerza de la gente, siguiendo los artículos 333 y 350 de nuestra Constitución, que nos obligan a restablecer su vigencia y desobedecer a quien la vulnere.

Hace 128 días se despertó en Venezuela un movimiento social que evolucionó en una genuina rebelión popular. Popular porque está presente en todos los rincones y regiones del país; porque involucra a todos los sectores de la sociedad, desde estudiantes hasta productores; porque abarca a todas las generaciones, desde los jóvenes que están en primera línea luchando, hasta sus padres y abuelos; y porque involucra a todas las capas sociales, desde el muchacho humilde que se defiende detrás de un escudo de madera hasta el joven pudiente que estudiaba fuera del país y regresó, a escondidas de sus padres, para luchar en las calles.

Este movimiento indetenible ha sido brutalmente reprimido: 134 asesinados, más de 15.000 heridos, más de 4.000 detenidos. Una huella dolorosa que marca a cada venezolano.

Para colmo, en un intento de consolidar un poder total, el régimen decidió imponer a sangre y fuego, en violación flagrante de principios básicos y de la propia constitución, una fraudulenta “asamblea nacional constituyente” que disuelve la República y consagra la dictadura al estilo cubano.

Venezuela vive una encrucijada histórica. Desde hace muchos años, se ha instaurado en nuestro país un régimen populista, militarista y profundamente corrupto que ha devenido en un auténtico totalitarismo mafioso que comete crímenes dentro y fuera de nuestras fronteras. Esto, lejos de inhibir o detener la fuerza de la gente, ha generado más indignación y determinación para luchar. Maduro no solo perdió la calle –más del 90% del país exige su salida– sino toda legitimidad y se ha quedado aislado, a la par que se pulverizan los pilares de su régimen.

Un pilar que se disuelve: el respaldo y la complicidad internacionales. Hoy el mundo, con el rechazo al fraude del régimen y con sanciones a funcionarios civiles y militares de la dictadura que han cometido delitos graves, ha pasado de la retórica a la acción. Esto ha comenzado a quebrar un segundo pilar, el de la complicidad de otros órganos del Poder Público: la Fiscal General de la República, diputados y magistrados se van distanciando del régimen.

El tercer pilar que se fractura: la Fuerza Armada Nacional. Chávez afirmó que la suya era una revolución armada. Como sabían que la Fuerza Armada Nacional jamás aceptaría la entrega de la soberanía al régimen cubano ni la penetración del narcotráfico y la guerrilla decidieron, desde el principio, destruirla: crearon y armaron a grupos paramilitares, cada vez más influyentes. Esta amenaza a la propia existencia de la Fuerza Armada Nacional, además de su participación en una represión desmedida, amén del fraude constituyente, que podría someterlas a cualquier capricho, está quebrando este último pilar.

La sociedad civil lo ha dado todo. Es momento de que la comunidad internacional avance respaldando esta rebelión ciudadana que no se va a detener.

Venezuela nació para ser libre y falta poco para vencer… ¡Vamos por la libertad!

(*) Dirigente opositora venezolana.

El Comercio

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