Astrofísica puertorriqueña no vidente estudia el cielo con sus oídos
Wanda Díaz Merced había perdido la vista y, con ella, sus sueños científicos. La diabetes que la acompañó de niña le atacó los ojos hasta cegarlos; una enfermedad llamada retinopatía diabética. Su campo visual se redujo mientras estudiaba Física en la Universidad de Puerto Rico a sus 23 años: veía a una persona, pero no su rostro, identificaba su reflejo en el espejo, mas no reconocía sus costados.
A la vez, su grado de alfabetismo también se redujo. La ceguera le impedía continuar al nivel de sus compañeros y los conocimientos que tenía sobre el universo se hicieron obsoletos. La situación le impedía un futuro en la astrofísica, campo al que Díaz se había enfocado.
Fue en ese momento, hace 12 años, cuando el ingeniero informático Bobby Candey la llevó a participar en múltiples internados de investigación en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA (EE.UU.). Allí le pusieron unos audífonos y le dieron a escuchar por primera vez el sonido que traducen los datos de un satélite en el espacio. Todo volvió a alumbrar.
“El uso del sonido aumenta la sensibilidad del astrónomo frente a eventos que, por naturaleza, van a ser ignorados por el ojo”, contó la científica a El Espectador. Escuchar frecuencias, como analogía del movimiento de las estrellas, le indica a Díaz cómo orbitan los astros entre el viento estelar. Es decir, cuánto tarda una estrella en orbitar a otra según el observador.
Esta manera de hacer ciencia se conoce como computarización, técnicas que se basan en parámetros musicales para trasformar información sobre el universo. En palabras de Díaz, su labor es estudiar la luz. “La mayor parte de la luz que nosotros estudiamos es invisible a los ojos. Por tanto, la recibimos en nuestros radiotelescopios que orbitan la Tierra y la recibimos a través de distintas frecuencias o intensidades o largos de onda, que terminan siendo la analogía de sonidos”.
Con la ayuda de ese proceso, llamado sonificación, fue como la puertorriqueña culminó un doctorado en Ciencias de la Computación y Análisis de Datos del Espacio en la Universidad de Glasgow, Escocia. Para ese grado académico, que cursó entre 2010 y 2012, Díaz diseñó nuevas técnicas de interacción ordenador-hombre en el Centro Smithsonian de Astrofísica, en la Universidad de Harvard.
Haber conseguido el título de doctora fue la prueba de que “la ciencia es para todo el mundo. De que la ciencia tiene que estar disponible para todos, porque todos somos exploradores naturales”, como aseguró Díaz en la conferencia que TED la invitó a dar a principio de 2016.
Pese a esos triunfos, conseguir trabajo no le resultó fácil. A Wanda, que ahora cumple 46 años, le cerraron las puertas de varios países porque “estudiar datos astronómicos mediante técnicas de percepción no era prometedor”. ¿La razón? No hay científicos ciegos haciendo astronomía. Esa fue la explicación que le dio la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos cuando le negaron una beca por su discapacidad visual.
Solo la Oficina de Desarrollo del Observatorio Astronómico de Sudáfrica se interesó por tenerla entre sus expertos. Una lista de científicos que, a la vez, se dedican a la docencia de jóvenes con discapacidades. Ese es el tema que más le emociona a Wanda Díaz, sus “nenes”.
Estudiantes entre 10 y 18 años que van a la Escuela Athlone para Ciegos, un colegio público ubicado en Ciudad del Cabo, donde la física puertorriqueña les dicta lecciones de radioastronomía y le enseña métodos de sonificación. Díaz trabaja allí desde hace dos años, empeñándose en que, “cuando estos jóvenes se gradúen, si llegan a escoger ciencia, yo quiero que ellos encuentren un campo de desarrollo con oportunidades iguales”.
El chance de apostar por una ciencia más incluyente, de acuerdo con la experta, se refiere a las estrategias de respuesta que tienen personas que nacen o padecen con el tiempo una discapacidad. “Lo que aprendemos con los jóvenes impactará la forma de hacer astronomía o cualquier otro campo empírico a nivel profesional”. Esa es, para Wanda Díaz, la verdadera definición de desarrollo.