Geopolítica del plebiscito: la intensificación del conflicto en Venezuela (Por Jorge Forero)

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A modo de introducción:

La agudización de las contradicciones y la intensificación del conflicto en Venezuela durante los últimos meses–en particular desde abril de 2017-, ha derivado en una crisis sistémica, orgánica e indisoluble de la crisis estructural del capital (Mészáros, 2009), que además es expresión concentrada de las tensiones geopolíticas contemporáneas y la lucha de clases en su concreción sobre la dinámica de la formación económico-social venezolana.

Esta nueva fase de las tensiones, se enmarca en el despliegue de una ofensiva geopolítica para la restauración conservadora en el continente, dirigida desde los centros de poder global e implementada mediante una guerra de espectro completo (Ceceña, 2014), cuyo objetivo es socavar el proceso de cambios dado durante las últimas décadas, así como revertir las conquistas sociales, económicas y políticas alcanzadas por el pueblo sobre la base del proceso de refundación republicana dada mediante la constituyente de 1999.

El panorama se ha tornado aún más complejo ante el incesante y creciente hostigamiento político contra Venezuela en la comunidad internacional y en la opinión pública mundial, hostigamiento que se ejecuta a través de:

i) Las permanentes y sistemáticas agresiones de la mayor potencia económica y militar del mundo, los EE.UU;

ii) El asedio y el intervencionismo en organismos como la OEA, y las acciones multilaterales de intromisión en asuntos internos de Venezuela realizados por países como Brasil, Argentina, Colombia, México y Perú.

iii) Las campañas de propaganda de guerra, tergiversación de la realidad y desprestigio implementadas por los medios de comunicación subordinados a los intereses del capital monopólico transnacional.

La crisis en sus manifestaciones actuales, es percibida por la contrarrevolución como una oportunidad inmejorable para producir una salida violenta, anticonstitucional y por ende antidemocrática, que permita instaurar un nuevo régimen social, político y jurídico.

Por eso la derecha recurre a la combinación de formas de lucha, bajo las orientaciones estratégicas de la doctrina del golpe suave y centra sus acciones en la desestabilización sistémica mediante la violencia y la negación de la legitimidad del orden constitucional, así como el avasallamiento y el ablandamiento de las instituciones, de la sociedad civil, del tejido social y de la población en general.

La estrategia de las fuerzas conservadoras dirigidas desde la agenda de recuperación de la hegemonía de los Estados Unidos de América sobre el hemisferio, es la toma del poder por la vía violenta en Venezuela, para que sea factible la aplicación de la doctrina de shock (Klein, 2009), la cual debe generar las condiciones para la ruptura traumática del Estado social de derecho y de justicia, para la restauración neoliberal, y para que el imperialismo recupere el control absoluto de la industria petrolera y las ingentes reservas energéticas y minerales de dicho país.

Geopolítica del plebiscito:

Ante el evidente desgaste de sus fuerzas y el estancamiento en su capacidad de movilización, la derecha venezolana agrupada en la MUD (agente subordinado a los intereses del capital monopólico transnacional en Venezuela), se ha visto en la obligación de plantear una nueva acción táctica: el plebiscito como hito de revitalización de sus fuerzas y la hora cero como método de escalamiento para la agudización del conflicto (fase terminal de su agenda estratégica).

Esta nueva táctica, se ha formulado con la finalidad de reimpulsar su estrategia de guerra no convencional: orientada al derrocamiento por la vía violenta del gobierno Presidente Nicolás Maduro, sobre la base de la combinación de formas de lucha y el desarrollo de operaciones multidimensionales de manera simultánea.

A pesar de la intensidad de las jornadas violentas dadas en Venezuela durante el periodo Abril-Junio de 2017, del menoscabo de la estabilidad social e incluso del socavamiento del orden y el tejido institucional, la derecha no logró su objetivo de producir un hecho violento desencadenante que derivara en:

i) Una fractura de las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que además de alterar la correlación de fuerzas internas en el ámbito político-militar, significaría producir una fractura en uno de los pilares esenciales del proyecto bolivariano: la unidad cívico-militar.

ii) Un estallido social inducido mediante acciones multidimensionales (guerra sicológica, asfixia económica, colapso inducido de los servicios públicos), como escenario para obligar una respuesta desproporcionada de las fuerzas de seguridad del Estado venezolano, que representaría un hito de represión masiva equiparable al sucedido en febrero de 1989.

iii) Una guerra civil focalizada en ciudades determinadas, en las cuales existen condiciones intersubjetivas favorables para establecer una guerra de posiciones y una fortificación que permita la proyección y el dominio político-militar sobre regiones estratégicas del país (en esta lógica se inscriben las acciones violentas dadas en los centros urbanos más importantes del occidente venezolano: específicamente en las regiones fronterizas del Zulia y el Táchira).

iv) Una intervención extranjera como zenit y desenlace de la agenda estratégica, para consolidar la guerra de posiciones y garantizar el aniquilamiento institucional de la república y la contención de la capacidad de respuesta de las fuerzas bolivarianas en el marco de un escenario de confrontación de alta intensidad.

La agenda (no tan oculta) del plebiscito:

La incapacidad de la derecha de materializar dicha agenda, ha determinado el diseño de esta nueva táctica, que enmascarada en una convocatoria de movilización ciudadana y en una huelga general, tiene el objetivo de crear una masa crítica de confrontación capaz de neutralizar y someter las fuerzas de la revolución e inhibir las potencialidades de defensa del movimiento bolivariano.

El plebiscito del 16 de junio se concibe como el punto de ebullición que permita la implementación de una huelga general -la denominada hora cero-, entendida como acción táctica que tiene la finalidad de fungir como catalizador de una masa crítica para intensificar la confrontación (Lanz, 2017).

El objetivo del plebiscito fue confesado por un diputado de la MUD en un foro realizado en la Universidad Internacional de Florida de los Estados Unidos de América: desencadenar una guerra civil para justificar una intervención militar extranjera[1].

De acuerdo con esa vocería, la movilización ciudadana será combinada con acciones violentas y terroristas -con apoyo político y económico de fuerzas extranjeras; y por el socavamiento sistemático del orden constitucional. Precisamente el denominado plebiscito se implementará sobre la base del desconocimiento explícito al Poder Electoral[2], y la consulta se orienta hacia promover objetivos insurreccionales que significan una ruptura explícita con el orden constitucional vigente, un llamamiento a las FANB para que ejecute un golpe de Estado y un desconocimiento de las instituciones del Estado regentes[3].

La derecha tiene la intención de conducir esa masa crítica hacia la ocupación, la toma y la destrucción de espacios estratégicos (nodos de comunicación y símbolos del poder político en Venezuela), para establecer una guerra de posiciones en distintos focos, al estilo Plaza Maidan en Ucrania (2014), y para producir una respuesta desproporcionada de la fuerza pública –un hecho desencadenante de violencia- similar al inducido en la Rumania de Nicolae Ceaușescu en 1989, para estimular la ira en la población (que debe derivar en un estallido de violencia), así como para justificar la intervención extranjera.

Esta guerra de posiciones sobre espacios estratégicos, tiene el propósito de destruir equipamiento y logística del Estado y de manera simultánea bloquear la capacidad de abastecimiento de los centros urbanos más importantes del país, como medida que redundará desesperación en la población, circunstancia idónea para el estallido social inducido y controlado mencionado anteriormente.

Otro elemento clave de esta nueva acción fase de la agenda de violencia política, está relacionado con el uso de fuerzas de origen diverso (hampa, pranes, paramilitares, narcotraficantes, e incluso, para determinadas operaciones, comandos mercenarios de fuerzas especiales), con la finalidad de generar confusión y de avasallar la capacidad de respuesta del Estado.

Masa crítica y guerra sicológica: el punto de no retorno

Desde el punto de vista intersubjetivo, las condiciones están dadas para que el denominado punto de ebullición de la violencia política producido por la masa crítica para la confrontación, con su carga de desestabilización y de ingobernabilidad, se combinen con la distorsión del campo subjetivo de la población, sobre la base de una guerra sicológica de amplio espectro y gran intensidad, que en líneas generales apunta hacia los siguientes objetivos específicos:

a. Difundir de manera masiva campañas de distorsión informativa y desprestigio de los poderes públicos venezolanos, fomentando un clima de incertidumbre y desconfianza hacia las instituciones.

b. Desarrollar matrices de opinión de deslegitimación para vincular al gobierno de Maduro con la corrupción y el lavado de dinero, reeditar en la prensa investigaciones y casos penales cuya veracidad está en entredicho.

c. Promover signos de desesperanza, a través del fomento de operaciones sicológicas que generen odio, rabia e instintos destructivos, con base en una simbología sustentada en códigos de aniquilamiento al enemigo. Este aspecto ha dado resultado en una parte importante de la población, la cual justifica y defiende acciones atroces como los linchamientos y la incineración de seres humanos por motivaciones políticas, raciales y clasistas[4].

d. Reimpulsar la matriz de opinión que plantea la hipótesis de que Venezuela experimenta una crisis humanitaria por falta de alimentos y medicamentos

e. Declaraciones de agentes nacionales e internacionales para denunciar presuntos escenarios de colapso, como escenarios para demandar –y normalizar en la opinión pública- una intervención humanitaria e incluso la materialización de magnicidios como sucedió con el analista colombiano Abelardo de la Espriella en el Diario El Heraldo de Colombia el pasado 09 de julio[5]

f. Relanzamiento y máxima difusión de vocerías nacionales e internacionales, como la reciente declaración del pasado 11 de julio de José Miguel Vivanco, Director de la División de las Américas de Human Rights Watch (HRW)[6], para poner sobre el tapete temas como la presunta violación sistemática de los DD.HH. y de la crisis humanitaria, como plataformas para exigir la intervención extranjera en Venezuela.

Plebiscito como vertiente de la guerra de espectro completo:

Las operaciones sicológicas mencionadas –ya posicionadas en la opinión pública nacional e internacional-, resultan fundamentales para que existan condiciones que permitan el desarrollo de acciones violentas de gran impacto (que produzcan un estado de shock) en el marco del plebiscito y la hora cero, las cuales en conjunto, tienen el propósito de producir la destrucción y descomposición interna del bloque histórico-político bolivariano mediante la división, el desgaste, la pérdida de la iniciativa, e incluso la inhibición y la parálisis de nuestras fuerzas (esto último, tal y como sucedió en el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).

Esta guerra multidimensional –de espectro completo-, se concreta a través de múltiples operaciones simultáneas, entre las que destacan: asedio diplomático, campañas de desprestigio, operaciones de guerra psicológica, hostilidades geopolíticas y agresiones económico-financieras; las cuales son combinadas con: movimientos militares de intimidación por parte del Comando Sur, una invasión paramilitar y una agenda de violencia y acciones terroristas cuya finalidad explícita es desatar una guerra civil para justificar una intervención extranjera en Venezuela.

Plebiscito en el marco del conflicto geopolítico:

La intensificación de las agresiones hacia Venezuela, derivan en que nuestro país se enfrente a una coyuntura decisiva, en este caso no está en juego la continuidad del gobierno bolivariano o del proceso revolucionario, sino que además están en juego elementos esenciales de la república: como la continuidad o la ruptura del Estado de Social de Derecho y de Justicia e incluso, la integridad territorial y el sublime derecho de vivir en paz.

Los factores que imponen la agenda de violencia en Venezuela no tienen como objetivo la toma del poder político, sino la destrucción sistémica de la república mediante una guerra de alta intensidad que garantizaría el control de nuestras reservas energéticas por parte de las transnacionales petroleras, así como la aniquilación física y simbólica del proyecto histórico-político de la revolución bolivariana (lo que implica un genocidio político de gran escala).

El pueblo de Venezuela –más allá de sus parcialidades políticas-electorales e ideológicas-, ha demostrado su vocación democrática y su compromiso con la paz nacional. Las encuestadoras nacionales de mayor prestigio corroboran esta tesis, al afirmar en la publicación de sus estudios de opinión que la mayoría de la abrumadora (74%) de la población aspira que el diálogo sea el instrumento para dirimir las diferencias y tensiones políticas[7], con el apoyo de la comunidad internacional (82%).

Por tanto, la táctica de reimpulso de la confrontación que ha asumido la derecha venezolana, enmascarada en una jornada cívica y democrática, representa una acción irresponsable y deleznable, en la medida en que instrumentaliza a los partidarios de la oposición como carne de cañón en su agenda de violencia, la cual, pretende imponer una guerra civil en Venezuela.

El imperialismo requiere de una ruptura violenta –un shock- que permita: el control de la industria petrolera; la implementación de un ajuste estructural de signo neoliberal; y la represión del movimiento bolivariano. Por tal motivo las agencias subordinadas a los intereses del capital, actúan en función de desatar una guerra civil, y en todos los casos niegan de manera rotunda el diálogo.

En tal sentido, los foros internacionales de América Latina y el Caribe no tutelados por los Estados Unidos de América –tales como el ALBA, UNASUR, CELAC, entre otros-, e incluso, organismos multilaterales como el G77, el MNOAL, y la ONU, así como la comunidad internacional y los medios de comunicación en general, tienen la responsabilidad histórica de actuar como agentes de contención para evitar esa guerra (cuyo objetivo es la aniquilación física y simbólica de una fuerza política legítima en Venezuela).

La situación se torna muy grave porque esos foros y esos organismos están dominados por la inercia y en apariencia no tienen capacidad de acción, pero sobre todo porque los medios de comunicación dominantes son orgánicos a los intereses del capital y los gobiernos conservadores del continente y del mundo, más bien actúan como agentes de desestabilización y deterioro de la paz en Venezuela.

Tal situación exige la solidaridad militante de partidos políticos revolucionarios, los movimientos sociales, las fuerzas progresistas, redes de defensores de derechos humanos y los intelectuales humanistas del mundo en defensa de la paz en Venezuela. Es un momento crucial para la defensa de principios como el derecho a la autodeterminación y la soberanía de los pueblos.

Es una coyuntura que definirá el rumbo de la lucha de clases en el continente, pues determinará la correlación de fuerzas geopolíticas y la posibilidad de los pueblos de defender el legítimo y sublime derecho de vivir en paz. La confrontación actual en Venezuela va a definir si nuestro continente alcanzará su objetivo de convertirse en un territorio de paz y garante de derechos sustantivos, o será avasallado y expoliado durante otro siglo por el imperialismo.

Venezuela ha enfrentado una agresión sin precedentes en la historia. Todas las fórmulas han sido aplicadas para someter al pueblo que se atrevió a enarbolar nuevamente las banderas de la independencia y la autodeterminación, de la integración latinoamericana y caribeña, de la emancipación respecto al orden neocolonial, de un régimen de garantías de derechos desde una perspectiva integral e integradora y del despertar del fantasma del socialismo –pretendidamente sepultado bajo los escombros del muro de Berlín-.

El pueblo venezolano masacrado en febrero de 1989 en su despertar de lucha contra el neoliberalismo, ese mismo que resultó victorioso en jornadas heroicas como las de abril de 2002 y del paro patronal de 2002-2003: no merece la indiferencia, el silencio y mucho menos las medias tintas de las fuerzas y las mentes progresistas del mundo.

El bravo pueblo venezolano, sigue en resistencia a pesar de las adversidades materiales. Los humanistas de Venezuela y el mundo tomamos partido a favor de la paz y en contra de una guerra contrarrevolucionaria que significaría un baño de sangre de nuestro pueblo para favorecer los intereses del capital monopólico transnacional. Por eso denunciamos de manera enérgica los elementos subterráneos que conlleva el denominado plebiscito, pues le reconocemos como parte de una agenda geopolítica de agresión contra el pueblo venezolano, que puede inaugurar una nueva época de violaciones de derechos fundamentales para los pueblos de América Latina y el Caribe.


Referencias:

- Ceceña, Ana (2014) Los golpes de espectro completo. Disponible en: Ceceña, Ana (2014), Los golpes de espectro completo. En: Reordenando el continente. Revista: América latina en movimiento. N° 495. Disponible en: http://www.alainet.org/publica/495.phtml

- Klein, Naomi (2008) La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidos, Buenos Aires.

- Lanz, Carlos (2017) Venezuela bajo la amenaza de acciones terroristas. Disponible en: http://revistacaracola.com.ve/venezuela-la-amenaza-acciones-terroristas-guerra/

- Mészarós, István (2009) La crisis estructural del capital. MINCI, Caracas.

[1] http://www.telesurtv.net/news/Diputado-venezolano-confiesa-plan-para-promover-intervencion-extranjera-20170706-0035.html

[2] De acuerdo con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, todo tipo de consulta de esta naturaleza debe ser organizada, coordinada, evaluada y legitimada por el Consejo Nacional Electoral. En el caso de la jornada convocada por la MUD para el 14 de junio, la autoridad de este organismo ha sido desconocida.

[3] http://www.el-nacional.com/noticias/oposicion/mud-anuncio-las-tres-preguntas-para-plebiscito-popular_191558

[4] http://albaciudad.org/2017/06/murio-orlando-figuera-incinerado-en-altamira/

[5] https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/muerte-al-tirano-380143

[6] http://noticiaaldia.com/2017/07/1281055/

[7] http://globovision.com/article/hinterlaces-82-de-los-venezolanos-esta-de-acuerdo-con-mediacion-internacional

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