El plebiscito que nunca fue (Puerto Rico) – Por José E. Rivera Santana

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Hace más de dos mil años, el rey Pirro dejó consignado en la historia que hay victorias amargas, duras, indeseadas, que hubiera sido preferible evitarlas. Desde entonces, las victorias pírricas se recuerdan como sinónimo de derrotas.

Desde que se sometió la legislación dirigida a la celebración (que luego se convirtió en imposición) del plebiscito celebrado hoy 11 de junio, estaba manifiesto el interés del penepé de garantizar un resultado favorable para la estadidad. Desde el propio título (“Para la descolonización inmediata…”), seguido por la Exposición de Motivos, se dibujaba el carácter fraudulento y abiertamente sesgado a favor de la anexión.

Luego se sumó la cadena de artimañas como la definición de las alternativas de estatus desde la visión anexionista y, finalmente, la intervención del secretario de Justicia de Estados Unidos obligando al gobernador a incluir la colonia como “opción” y su aceptación por parte de la mayoría legislativa.

Así las cosas, el objetivo del “plebiscito” quedó al desnudo pues la inclusión del problema como alternativa derrotaba y negaba el mismo título de la legislación “plebiscitaria”. En efecto, adquirió la naturaleza colonial de los “plebiscitos” anteriores. A partir de ese momento el liderato estadista se atrapó en sus propias redes de contradicciones y se acorraló aún más en su afán por salir del entuerto dentro del estanque creado. ¡Misión imposible!

Con tal imposición fraudulenta, el Partido Nuevo Progresista obligó en la práctica a los partidos y organizaciones representativos de las demás alternativas de estatus a rechazar el engendro colonialista y a no participar del evento estadista. Por eso, el resultado numérico del embeleco “plebiscitario”, claramente esmirriado, es intrascendente, como el que se da un capicú jugando dominó solo.

Para sectores importantes del movimiento independentista estaba claro que un evento plebiscitario para la descolonización de Puerto Rico, al margen de la aplicación del derecho internacional, es ilegítimo pues el colonialismo ha sido rechazado por la humanidad y lo reconoce como un crimen, un sistema de dominio inaceptable que requiere su erradicación. Entonces, el llamado al boicot era la única opción política posible e inevitable. Pero además, se convirtió en un imperativo ético y moral.

Hoy en Puerto Rico, en esta colonia bajo el dominio imperial de Estados Unidos, el partido del sector estadista recoge, dos mil años después, la consecuencia pírrica de la obsesión por pretender imponer la destrucción de una nacionalidad y de una Patria claramente singular, con una cultura y una identidad propia. La derrota política del plebiscito que nunca fue, es también la derrota de todo lo que representa la estadidad y la colonia.

Mañana, el País se seguirá enfrentando a la realidad aterradora impuesta por el Congreso estadounidense. La Junta de Control Fiscal, con sus poderes absolutos y con supremacía por sobre la Constitución de 1952 y de las ramas legislativas, judicial y ejecutiva, continuará imponiendo su Plan de Ajuste Fiscal.

Veremos cómo quedará cercenado el presupuesto del Gobierno de Puerto Rico, para que pueda separarse el dinero con el cual pagar a los bonistas. A la Universidad de Puerto Rico se le quitarán $500 millones; al Plan de Salud $600 millones, al menos; a los retirados se le reducirán las pensiones en 10% hasta llegar a la suma de $200 millones, a la clase trabajadora del sector público se le reducirá la jornada laboral, se eliminará la paga doble y se reducirá el bono de navidad; se aumentarán los impuestos a la propiedad, a los peajes y a una larga lista de servicios… La lista es más larga.

Un día después de este embeleco, que nos costó millones de dólares a pesar de la crisis fiscal, nuestra economía seguirá camino al abismo. La sociedad será más pobre y debemos enfilar nuestra voluntad a la defensa de nuestra Patria.

MINH

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