Incumplimientos de una paz esquiva
El jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño, Timochenko, denunció el “reiterado incumplimiento” por el gobierno de Colombia del pacto de paz firmado en noviembre con esa guerrilla, a y consideró el posible aplazamiento de la dejación de armas del grupo rebelde tras la captura de un guerrillero que trabajaba en la implementación del pacto.
Este hecho se sumaba a la captura de un miembro de las FARC identificado como Yimmi Ríos, que trabajaba desde hace dos meses en Bogotá en la implementación del acuerdo de paz, y tras la cual Londoño dijo que estaba “considerando ordenar el aplazamiento (de la) dejación (de) armas”, que habían previsto culminar el próximo 20 de junio.
Sobre este caso, el presidente Juan Manuel Santos había dicho que se trató de un “problema de identidades y trámites burocráticos” que estaba por “resolverse”. Unos 7.000 miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se encuentran concentrados en 26 puntos del país para dejar sus armas en un proceso vigilado por la ONU.
Jesús Santrich, otro de los comandantes de las FARC, señala que “lo que nos movió como organización a buscar a un entendimiento con el gobierno de Santos fue la búsqueda de una solución dialogada, que hace parte de la estructura de la convicción y de la concepción de lucha de las FARC y un profundo anhelo popular de acabar con el desangre irracional”.
Mientras, las FARC entregaban 30 por ciento de sus armas, el Estado no ha disminuido sus fuerzas con una sola unidad militar o un solo fusil. Santrich señala que construir la paz no depende solo de la insurgencia de las Farc sino depende fundamentalmente del compromiso político del gobierno, de que haya disposición y acción política del Estado.
El Estado aparece muy integrado para hacer la guerra, pero hoy parece haber una desarticulación del mismo Estado, frente a necesidad de tomar decisiones de paz: por un lado actúa la Corte Constitucional, por otro la Fiscalía y las Fuerzas Militares tienen sus propias posiciones. . .” Yo no tengo una ilusión frente que sea posible de conquistar la paz. Debemos prestarnos a levantar una lucha que va a ser mucho más complicada que la lucha armada”, señala Santrich, quien advierte que ya entró el paramilitarismo en territorio de las Farc, mano a mano con las transnacionales.
Hoy algunos se preguntan si era una ingenuidad por parte del Secretariado de las Farc confiar en ese Estado. La nueva etapa se caracteriza por ser de “renegociación” del Acuerdo, en medio de la inseguridad Jurídica, dado que en la Corte Constitucional la mayoría de los magistrados obstruyen partes centrales del Acuerdo y su aplicación, en especial los acuerdos de amnistía y la Justicia Especial por la Paz (JEP)
Paralelamente, en el país se observa un estado de inseguridad personal absoluto, donde continúa la guerra sucia y los asesinatos a dirigentes populares, mientras el Estado niega el hecho de que existe una sistematización de esa guerra sucia contra el movimiento popular. Junto a ello, se vive una inseguridad económica, ya que no hay certeza adónde van los guerrilleros cuando se termina el proceso de dejación de armas, ya que no hay estudiadas alternativas de vida para los combatientes. Y tampoco hay presupuesto en los diferentes planes del gobierno para la implementación del Acuerdo suscrito en la Habana.
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Continúan las violaciones del cese de fuego
Alfredo Molano Bravo *
La última violación del cese del fuego y hostilidades bilateral y definitivo, sucedida esta semana en la Zona Veredal de Transición y Normalización (ZVTN) Jaime Pardo Leal, en Guaviare, no es la primera. En la misma área se registrado otros dos incidentes que pasaron de agache pero que no dejan de sembrar interrogantes. El Cerac habla de cuatro violaciones del cese del fuego, 18 episodios que podrían ser infracciones y 53 acciones violentas en todo el país desde cuando se firmó el fin del conflicto, hace nueve meses.
En círculos oficiales se dice lacónicamente que los hechos se están investigando. Es muy probable que algunos hayan sido “tas-tases” involuntarios, pero, sin duda, otros no. El Gobierno se responsabilizó del más reciente, donde fue herido un capitán de la Armada. Si la violación de un protocolo tan preciso y divulgado entre las partes hubiera sido hecha por un soldadito perdido, se podría pensar que fue un evento aislado e involuntario y el batallón respectivo habría dicho, “Bueno, pues… qué pena”. Pero si el asunto involucra a un capitán de la Infantería de Marina, que –se supone– debe saber de memoria la norma sobre el terreno y, además, a una fuerza que suele hacer acciones encubiertas temerarias, la cosa es sospechosa a pesar de que el ministro de Defensa salió, muy oportunamente, a hacer el quite y a reconocer la responsabilidad oficial.
La cuestión podría parar ahí, pero hay indicios de que no fue una mera equivocación: uno de los civiles capturados en el operativo es un desertor de las Farc, lo que hace suponer que el comando iba por algo y lo más seguro es que ese algo fuera la acogida en el área de otros desertores contactados por el capturado. En otras ocasiones la deserción es encubierta con la figura de captura de guerrilleros “intentando escapar”.
Las Fuerzas Armadas han usado a fondo las posibilidades que ofrece el programa de reinserción y reincorporación del Gobierno como un instrumento para minar la moral guerrillera y para “insertar” a los reinsertados en los cuerpos de inteligencia militar.
Esto último es lo que llaman “colaborar” con la patria. La reinserción es una enorme fuente de información. Durante el actual proceso de paz, los batallones siguen dándole manivela a este mecanismo de deserción al ofrecer el oro y el moro a los guerrilleros. Un grupo de desmovilizados me confesó que en la unidad militar donde deben permanecer unos días los desertados se les advertía que en ese punto había dos puertas de salida: una hacia la cárcel y otra hacia la colaboración.
Por su lado, los paramilitares apelan a una práctica complementaria: reclutan desertados, reinsertados o desmovilizados para fortalecer sus organizaciones y les pagan sumas muy atractivas para jóvenes que gustan de las armas y que tienen inaguantables ganas de consumir todo lo que la “sociedad libre” les ofrece: trago, mujeres, droga, carros, ropa de marca. El paramilitarismo está cercando muchas Zonas Veredales para pescar en río revuelto. Lo que valdría la pena investigar por parte de la opinión pública es si hay una relación entre los operativos de reinserción legal y el reclutamiento hecho por los paramilitares.
Es lícito preguntarse ¿Qué habría hecho el capitán de la Armada herido en Guaviare con los guerrilleros que hubiera podido apañar si su objetivo era cubrir la deserción de algún par de ellos? Entregarlos al Grupo de Atención Humanitaria al Desmovilizado o entregárselos a un grupo paramilitar. Porque de todas maneras un desertor es un morral de información útil para hacer la guerra.
* Sociólogo, periodista y escritor colombiano.
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El paro de Buenaventura, pueblo alzado
Después de 20 días de paro, acciones violentas de algunos vándalos, denuncias de abusos policiales y militares y multimillonarias pérdidas por el represamiento de las mercancías que iban con destino al puerto, el Gobierno y los protestantes de Buenaventura llegaron a un acuerdo.
No era fácil dado que la indignación que producen años de desigualdad, corrupción y miles de millones en recursos que no se han visto tenían a las personas exigiendo cambios estructurales. Hay un buen primer paso, pero el futuro de la ciudad dependerá no en menor medida de la voluntad con la que aterrice el próximo presidente.
Guillermo Rivera, ministro del Interior explicó que “el elemento central del acuerdo es la creación de un patrimonio autónomo a través del cual se van a financiar obras muy importantes para Buenaventura en un término que hemos fijado de diez años. Este Gobierno, en lo que le queda, va a comprometer algunos recursos, pero se dejará un marco de acción para otros gobiernos”.
El diario El Espectador señalaba a propósito del paro en Buenaventura “que lo que hemos visto en las últimas semanas sea una advertencia: las personas no están dispuestas a más paños de agua tibia ni a promesas incumplidas. Esperamos no estar escribiendo de lo mismo en un par de años”.
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El poderío militar colombiano
Eleazar Díaz Rangel *
El 30 de abril de 1999, siendo ministro de la Defensa del gobierno de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos dictó la conferencia El futuro de las Fuerzas Armadas, donde hizo este resumen de su poderío militar: “Pasamos de trescientos trece mil hombres a cuatrocientos treinta mil en el año 2008, un incremento de 40%».
“Se han comprado, entre otros equipos, 44 helicópteros, 52 aviones y 502 automotores de todo tipo para darle movilidad, efectividad de reacción y capacidad de reacción a nuestra fuerza pública.
También compramos 161 unidades navales y fluviales como lanchas patrulleras y botes de apoyo fluvial y de combate, e iniciamos la repotenciación de cuatro fragatas y 3 submarinos…” Que, se supone, no habrá terminado. En esos años, por vía del Plan Colombia, ese país se convirtió en el quinto en el mundo en recibir mayor ayuda militar de Estados Unidos, solo superado por Israel, Egipto, Corea del Sur e Irak. Simultáneamente, facilitó seis de sus bases militares para que fueran asiento de unidades de EEUU, y les cedió la base de Palanquero, la más próxima a Venezuela, que tiene capacidad para llegar hasta el sur de América del Sur.
Otro aspecto de gran importancia es su afiliación a la Otan. En La alianza militar de Colombia con la Otan: impacto para la seguridad y defensa integral de Venezuela y la región, del abogado Ignacio Ramírez Romero, expone lo que significa esa membresía para cumplir sus compromisos con ese organismo de guerra. Santos defendió su decisión: “Colombia tiene de
recho a pensar en grande”, y que él buscaría ya no solo ser los mejores de la región, sino
del mundo entero, e incluso advirtió que “si lograban la paz con el aval de los anfitriones (Noruega y Venezuela) nuestro Ejército estará en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional…”.Con su pensamiento, posiblemente, puesto en Venezuela.
Logrados los acuerdos de paz en La Habana, el Ejército colombiano quedó liberado de su enfrentamiento con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Farc-EP) y eventualmente, con las del Ejército de Liberación Nacional. Para movilizar sus tropas y tanques ya no tiene que pensar en los ejércitos guerrilleros. Y en efecto, su viceministro de Defensa declaró hace dos semanas que habían ordenado grandes movilizaciones hacia la frontera con Venezuela.
Y las recientes acciones de tropas en la frontera en la zona de la Guajira provocó la respuesta de la Cancillería venezolana como una provocación.
Difundida en 2009 la magnitud del poder militar colombiano, es pertinente la pregunta de cuál habrá sido su crecimiento en estos ocho años, y cuál será en los próximos para “distinguirse también a nivel internacional”.
No ha sido nada casual que senadores en Washington le ofrecieron al presidente Santos su cooperación para conseguir ayuda militar para enfrentar la amenaza venezolana, y, sin ninguna duda, en la larga entrevista con el presidente de EEUU, el mismo Trump anunció
que había conversado para “ayudar a Venezuela”.
No trascendieron conclusiones, pero no hay que dudar que una de ellas fue estudiar la posibilidad de una intervención militar multilateral, y sobre esa asistencia militar a Colombia
*Director del diario Últimas Noticias de Caracas