Bolivia: la revolución de las ruecas electrónicas – Por Eduardo Blanco
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Cocapata, un poblado montañoso de difícil acceso, ubicado a casi 150 kilómetros de Cochabamba, es una zona en la que la mayoría de los habitantes no tiene un empleo formal y se encuentran aislados por la falta de caminos. Allí una innovación tecnológica en el tradicional hilado artesanal ha generado un cambio importante para la vida comunitaria. Una rueca electrónica, desarrollada por técnicos argentinos, ha logrado que la producción se incremente y que -mediante planes asistidos por el gobierno boliviano y la Unión Europea- una red de campesinas cochabambinas puedan exportar sus hilados a Europa.
Los hilados producidos con ruecas electrónicas, una innovación que ha revolucionado la forma de producción de las fibras que constituyen la materia prima de los tejidos tradicionales bolivianos, constituyen una experiencia de producción popular que sólo en Cochabamba ha permitido que 400 mujeres dedicadas a la cría de camélidos se unieran para producir 350 kilos de hilados artesanales por mes, que se venden en el mercado interno y se exportan a Alemania, Italia y Francia.
La rueca electrónica es una creación de técnicos argentinos del Centro Regional Córdoba del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que empezó a gestarse en 2007, a partir de un requerimiento de artesanas textiles del noroeste cordobés. Entre 2008 y 2009 se desarrolló un prototipo al que se le introdujeron mejoras a partir de las sugerencias de las tejedoras. Esas pruebas derivaron en un segundo modelo que se probó en las provincias argentinas de Córdoba, Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán.
Una de las mayores ventajas de esta tecnología es que acorta notablemente el tiempo de producción. Con el método tradicional se demora cinco días en obtener un kilo de hilado mientras que con la rueca a motor ese proceso sólo lleva un día. Además, se logra mejorar la calidad del producto porque se obtienen fibras más homogéneas, lo que permite mejorar las posibilidades de exportación de los hilos.
Las repercusiones que tuvieron los resultados de esta innovación tecnológica entre los productores de artesanías textiles del norte argentino se difundieron rápidamente y llegaron a Bolivia. A partir de ese conocimiento, el gobierno de Evo Morales facilitó que las hilanderas artesanales bolivianas probaran las ruecas a motor y las adaptaran a sus necesidades mediante la asistencia de técnicos de Bolivia, capacitados por un equipo del INTI. En ese proyecto, llamado Hilando la Vida, participan dos organismos estatales que dependen del Ministerio de Desarrollo y Economía Popular, el Programa de Apoyo a la Promoción del Crecimiento y la Diversificación de las Exportaciones (PROEX) y el PRO-Bolivia.
Para difundir el uso de las ruecas electrónicas se invirtieron 1,2 millones de pesos bolivianos (el 80% financiado con fondos de la Unión Europea) que permitieron ayudar en la organización y la capacitación -en una primera etapa- de 400 mujeres dedicadas a la cría de camélidos para la elaboración de hilos artesanales. Al mismo tiempo que se ayudó a constituir grupos de trabajo autosustentables entre las artesanas.
Hasta la llegada del dispositivo tecnológico, la fibra de llama no era relevante para el ingreso familiar de estas mujeres pues los intermediarios pagaban por cada libra 3,5 Bs. para transportarla hacia la Argentina, por Villazón. Ese escaso ingreso desalentaba a las productoras, que abandonaban la actividad.
No obstante, el hilado es una tarea tradicional y difundida. Se calcula que más de 10.000 mujeres en seis departamentos de Bolivia realizan hilo artesanal dado que esta es la única actividad económica en la que las mujeres tienen el total control (pues las actividades agrícolas son casi siempre controladas por los varones); la relevancia que tiene este proyecto es muy importante.
En total, el proyecto Hilando por la Vida, cuya primera etapa finalizará en 2018, permitirá que 830 artesanas de áreas rurales con economías de subsistencia mejoren sus condiciones de producción y puedan sostener a sus familias en condiciones más dignas. Brenny Ugarte, la coordinadora del proyecto, subrayó el empuje de estas mujeres a las que la innovación tecnológica en sus tareas las reunió y las llevó a animarse a otros reclamos por la atención de otras demandas insatisfechas.
En Cochabamba, las productoras pidieron a los municipios la dotación de 20 alpacas o llamas para poder incrementar su potencial productivo y lograron que las autoridades educativas incluyeran en cinco escuelas a las que asisten sus hijos el tema de los camélidos en los contenidos curriculares. En matemáticas, a los alumnos se les enseña a calcular costos de producción para que ayuden a sus madres a planificar los gastos y en manualidades aprenden a elaborar sus propias prendas. Además, para bajar costos de producción las productoras alternan el uso de energía eléctrica con el de baterías y paneles solares, introduciendo el uso de las energías alternativas en función de sus necesidades.
Actualmente hay unas 600 ruecas electrónicas diseminadas por las comunidades campesinas bolivianas. El proyecto prevé que las artesanas logren una producción de 100 mil kilos anuales para abastecer el mercado interno, donde el kilo de hilos artesanales se cotiza en 250 pesos bolivianos y ampliar las exportaciones a Europa, donde el kilo cuesta 700 pesos bolivianos.
Por ahora, la cadena productiva finaliza en la materia prima que se exporta, el mayor valor de la cadena productiva queda en manos de los europeos que adquieren los hilados para diseñar y confeccionar la ropa con los hilos artesanales. Así, se quedan con el eslabón más rentable de todo el proceso.
Pero el mayor logro de esta innovación es el profundo cambio positivo que significa para las vidas de estas productoras y sus familias, y el efecto que esa mejora irradia en todas las comunidades involucradas.
(*) Editor de la RED PP.