Frente Amplio chileno, algo más que un pacto electoral – Por Ricardo Candia Cares
Uno de los problemas de un Frente Amplio ha sido su amplitud por arriba. Y su estrechez por abajo.
Lo cierto es que tras la desaparición de la Izquierda fallida, la emergencia de una propuesta de Izquierda ante el descalabro del sistema político, se hace cada vez más imperiosa.
En toda esta larga posdictadura se ha echado de menos una idea de país capaz de seducir a la gente que ha esperado por tanto tiempo y que ha sido maltratada y despreciada por aquellos que alguna vez encarnaron la idea de la esperanza, la justicia y la alegría. Se ha extrañado a la Izquierda.
Chile es el paraíso de los sinvergüenzas que no han hecho otra cosa que enriquecerse a costa de depredar el territorio dejando una estela de sufrimientos a su paso. Y que han mantenido a la gente castigada en un rincón a merced de sus deudas, de la pobreza disfrazada con antenas y celulares y ante un Estado cada vez más represivo y brutal.
Por eso la irrupción de gente joven que hizo sus primeros pinitos en política en el casi desaparecido movimiento estudiantil, ha causado más de una simpatía. Y por eso la idea de un Frente Amplio que apueste a aglutinar a toda esa gente víctima de la cultura neoliberal, suena tan bien. En teoría, se trata de irrumpir en la institucionalidad creada para la dominación total, aprovechando el flanco abierto que dejan las elecciones. En otras palabras, corretearlos desde sus poltronas utilizando sus mismas herramientas, lo que es una idea encomiable. Sin embargo, esa construcción supone ciertos límites y ciertas condiciones.
La noticia que un golpista ultraderechista del sur adhiere cómodamente al Frente Amplio, indica que su anchura y falta de definiciones claras respecto de la estrategia del movimiento está haciendo pensar a algunos oportunistas que el Frente Amplio ha llegado solo para ser el vehículo por el cual se puede acceder, sin más, a las cuotas de poder disponibles.
Es imposible creer que esa adscripción será tolerada por los dirigentes de ese movimiento, pero las indefiniciones estratégicas dejan abierto un flanco si se atienden las declaraciones de algunos de sus suscriptores que no ven en el FA una expresión de la Izquierda.
En qué quedamos.
Superar el neoliberalismo mediante una alianza electoral sin base de apoyo, sin sumar a la mayoría movilizada del pueblo en sus más diversas y extrañas manifestaciones, sin convocar a la Izquierda sonámbula y dispersa, y sin una estrategia que se aleje definitivamente de las concepciones de mercado que azotan a la gente parece, por lo bajo, extraño. Difícil.
Tampoco se advierte muy claro la manera en que el populacho se va a integrar a esta cruzada que de pronto parece ser solo una alianza electoral y sin base de apoyo.
Es cierto que la discusión recién comienza.
Y también es cierto que un Frente Amplio por el que muchos han trabajado durante años no debe limitarse a un pacto electoral. Se hace necesario desplegar un esfuerzo convocante hacia la gente común, que no limite con llamados publicados en las redes sociales o en las declaraciones de sus dirigentes.
Es del caso reencantar a los dispersos movimientos en los que la gente expresa su descontento, los que en algunos casos han sobrepasado las expectativas de sus propios convocantes, como es el caso del Movimiento No+AFP, algunos colegios profesionales, y gremios que han manifestado su descontento con el orden.
Resulta absolutamente necesario que en un movimiento que se proponga la superación del actual estado de cosas, los trabajadores, independiente del estado de sus organizaciones, tengan algo más que decir que la sola adscripción muda y quieta. Y que sea finalmente la gente la que decida quiénes serán sus representantes. La irrupción de una pléyade de candidatos y precandidatos antes de que la gente siquiera se entere de lo que se quiere, no le hace bien a la propuesta.
Cansados de la mecánica que permite que quienes definen todo son algunos elegidos no se sabe por qué dedo benigno, resulta del todo exigible que en esta oportunidad se deseche como conducta política toda maquinación parecida a la que en más de un cuarto de siglo ha sido la huella digital de la cultura que, precisamente, se quiere erradicar.
(*) Escritor y periodista chileno. Estudió Física y Matemáticas en la Universidad Técnica, es asesor del Colegio de Profesores, autor de “El Coa y el Lenguaje de la Calle.