Latinoamérica, locomotora o furgón – Por Jorge Elbaum

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América Latina es un territorio de disputa. Las corporaciones expresadas como articulación de intereses empresarios y financieros, orientan las decisiones de los países centrales destinadas a disciplinar las expresiones soberanistas y emancipatorias que al inicio del siglo XXI se hicieron presentes en nuestro continente.

La contradicción principal se expresa en la confrontación de (a) modelos de desarrollo de autonomía relativa –que aquí denominaremos versus (b) complementación neoliberal, al servicio de las trasnacionales, basada en cadenas de valor articuladas internacionalmente.

El neoliberalismo es un dispositivo orientado a la concentración de poder, de las riquezas materiales y simbólicas y del control social civilizatorio, destinado a su internacionalización capitalista expresado por objetivos precisos. Requiere, específicamente, de nuestro continente, gobiernos que acepten regalas del juego acordes a esas disposiciones y, consecuentemente, sectores populares desmovilizados, disponibles para ser manipulados por discursos seductores relativos a una supuesta modernidad globalizada.

El neoliberalismo necesita una América Latina para que sea proveedora de materias primas y que además se asocie marginalmente a la fábrica mundial que disponen las corporaciones, motivadas por la cercanías con las materias primas y la disponibilidad de fuerza de trabajo no sindicalizada (o poco sindicalizada) permeable a costos laborales reducidos.

Esta alineación, que Temer, Macri y Peña Nieto expresan en la actualidad con mayor visibilidad, tiene como motivación última licuar todo tipo de nacionalismo e integración latinoamericanista (de “locomotora”) y resquebrajar subsidiariamente las capacidades instaladas para formular políticas alternativas. Todo discurso que enfrente la primarizacion o articulación accesoria y subalterna –dispuesta en el organigrama de los centros de poder—aparece como condenable por la ortodoxia biempensante que monopoliza las “ideas” de éxito, modernidad, “crecimiento económico” e inversión.

El mecanismo central para garantizar la complementariedad subalterna (sumarse como furgón de cola de las corporaciones) le exige a América Latina una sujeción a los postulados de la Organización Mundial del Comercio (OMG), al endeudamiento soberano, la permisibilidad en relación a la fuga de capitales (hacia las metrópolis y/o sus respectivos –y funcionales– paraísos fiscales), el ajuste de las cuentas públicas y el disciplinamiento laboral. Este es el programa de articulación que se desarrolla en la actualidad en Brasil, la Argentina y México. Sus legitimadores son los medios de comunicación masiva, los estamentos judiciales y los servicios de información que se articulan como pilares defensivos y justificadores de los “esfuerzos” necesarios e imprescindibles para insertarse plenamente en el mundo.

La OMG promueve el libre-mercado internacional de bienes y servicios, no postulando lo mismo para la fuerza de trabajo. Regula intercambios de economías dispares favoreciendo a quienes han alcanzado altos niveles de acumulación de capital y de desarrollo tecnológico y castigando –al mismo tiempo– a quienes se comportan como furgones de cola de la producción internacionalizada.

El endeudamiento es –y ha sido– uno de los requisitos más acostumbrado, en la historia de América Latina para condicionar gobiernos populares. Los créditos contraídos en la actualidad se convertirán el día de mañana –ante un potencial regreso de los Proyectos Nacionales—en la “Espada de Damocles” que las propias gestiones neoliberales dejarán como impedimento de independencia. Este “minefield” –al decir de los think tank neoliberales— tienen la doble particularidad de convertirse en un ariete mas extorsivo cuanto más independientes se comportan (o se comporten a futuro) sus potenciales interlocutores gubernamentales.

Los empréstitos –tanto con entes privados como con organismos multilaterales de crédito, han servido para condicionar políticas económicas locales, al servicio de los intereses de quienes otorgan dichos créditos. Quienes otorgan créditos buscan algo más que cobrar sus empréstitos: pretenden externalidades “de negocios”: privatizaciones, caída de las regulaciones para acceder a mercados de trabajo menos sindicalizados, menores costos laborales, tasas impositivas beneficiosas, control y acceso a materias primas, ausencia de retenciones y

La fuga de capitales es otro de los mecanismos de condicionamiento. Su sistemática instauración no es solo –como pretende una lectura ingenua y parcial—la de limitar las capacidades de inversión. Se trata sobre todo de contar con una herramienta clandestina de castigo a quienes pretendan aplicar cualquier discurso de independencia política o económica.

La extorsión, además, consistente en vaciar la riqueza social acumulada para limitar la autonomía y generar déficit de divisas. Los paraísos fiscales –la mayoría de los cuales son avalados y protegidos por Estados Unidos, Gran Bretaña y Suiza — funcionan como reservas de valor de las oligarquías, dispuestas no solo para achicar la autonomía sino –sobre todo– para proteger y empoderar a quienes se constituyen en legitimadores locales del “poder-furgón”. Al ser “dinero negro”, ajeno a cualquier control estatal, se constituye en módulos de soborno para embellecer modelos de sumisión.

Otra de las medidas orientadas a constituirnos en furgón de cola de la globalización neoliberal es el “ajuste de las cuentas pública” destinadas a garantizar los servicios de las deudas, reducir las políticas sociales y de esa manera limitar las capacidades de negociación de los sectores sociales más marginados para imponer mejores condicione salariales o de trabajo. Las limitaciones de las regulaciones –exigidas por los centros de poder neoliberal—buscan ampliar el ejército de reserva de los desempleados y someter tanto a los sindicatos estatales como privados (y a los propios trabajadores) extorsionándolos con potenciales pérdida del empleo.

El disciplinamiento de los trabajadores, permite además, desarticular las capacidades de movilización, atomizando las solidaridades y generar agendas de lucha inter-obrera, orientadas a la obtención de ventajas sectoriales de sobrevivencia.

Otra vez, como hace doscientos años, se plantea en América Latina la encrucijada de la independencia o el sometimiento. De la Locomotora o el furgón. La diferencia con décadas pasadas es que aun están frescas las experiencias de Chávez, Kirchner y Lula. Y que todavía permanecen como testigos, Bolivia y Ecuador. Las vías –a pesar de las cambiantes características del tren—mantienen en tensión los durmientes. En conjunto pueden atascar un furgón o permitir que se deslice con mayor velocidad una locomotora. Depende como siempre, del trabajo, la voluntad y la creatividad humana.

(*) Sociólogo, Dr. en Ciencias Económicas. Director de Investigación del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico en Argentina

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