Diana Maffía, filósofa feminista argentina: «Lo que estamos diciendo es que no damos más, no queremos que nos maten más»
Por Mariana Carbajal
“Un tema político”
“La violencia machista salvaje hizo explotar el termómetro. Estamos haciendo un ruido de hartazgo. Ahora hay que llenarlo de sentidos consensuales, en una construcción colectiva”, describió la filósofa feminista Diana Maffía, sobre el impacto del paro nacional de mujeres y las tantísimas movilizaciones que se sucedieron a lo largo del día de ayer, con epicentro multitudinario en el centro porteño, pero con réplicas en distintas ciudades del país y más allá de las fronteras, en países latinoamericanos, Estados Unidos y Europa. “Es como el cacerolazo del 2001. No era la expresión de un concepto. Era un símbolo. Hasta acá llegamos. Lo que estamos diciendo es que no damos más, no queremos que nos maten más y también decimos que si no hay una ciudadanía en clave femenina, no hay protección de nuestros derechos”, señaló Maffía, coordinadora del Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, en una entrevista de Página/12.
Todavía resuenan los ecos de la masiva convocatoria, a pesar del día lluvioso y frío.
–¿Cómo analiza este histórico paro nacional de mujeres?
–Es una medida creativa que fue tomando forma, que no estuvo exenta de polémicas internas, por ejemplo, en relación a si los varones podían o no acompañar, o si nos vestíamos de negro o era estigmatizante desde el punto de vista racial asociar ese color con algo tan negativo como los femicidios, algunos sindicatos adhirieron, otros no. Se dio una sincronía muy llamativa: en la misma semana que 100 mil mujeres marcharon en Rosario en el Encuentro Nacional de Mujeres, se produce el horrible femicidio de Lucía, en Mar del Plata y otros cuatro más, en pocos días. Vemos, por un lado, la indefensión de las mujeres que el Estado no logra proteger y una represión brutal, en defensa de la propiedad privada, la Catedral de Rosario. Hay una sincronía que nos afecta a las mujeres, en un contexto de represión y obvia vulnerabilidad. Es paradójico que en una ciudad tomada por los narcos, que se declara impotente y pide ayuda a las fuerzas federales, reprimen a las mujeres que demandan por sus derechos, y ponen adelante a las mujeres policías, sin cascos, y los varones detrás, protegidos. Esto significa que ni siquiera protegen a las mujeres de la propia fuerza de seguridad. Es todo un símbolo.
–¿Qué nos está diciendo la convocatoria a la huelga?
–Este paro nos habla de que el problema de la violencia machista es una cuestión política, de derechos humanos, de seguridad –cuando se aborda la cuestión de la seguridad no se está poniendo énfasis en una ciudad segura para las mujeres–, de educación, porque si no se incluye la educación sexual integral desde una mirada amplia para deconstruir los estereotipos de género, prevenir los embarazos no planificados, los noviazgos violentos, no podemos pensar en #Ni Una Menos. Ocurre en el mismo día del debate de la paridad en la política en el Congreso: ahí hay otra sincronía importante. Recuerdo un grupo de médicas que hablaban de amasar las ideas. Esa imagen culinaria nos sirve para pensar este momento. Por eso resalto la pluralidad de la convocatoria y la grandeza del movimiento de mujeres para pasar por encima de las diferencias internas y del asedio de los partidos políticos para apropiarse de la consigna, y comprender esta emergencia, para poder marchar juntas, unas con otras. No hay una dueña de la convocatoria. Se permitió que cada una pudiera poner sus consignas. Pero hay algunas cosas en común, que no se discuten: que a las mujeres nos matan y que decimos basta.
–Siempre hay oportunistas que se quieren apropiar de semejante movida…
–La violencia salvaje, que se condensó en el femicidio de Lucía, hizo explotar el termómetro. Ahora todos se quieren lavar en el Jordán de la marcha. Pero vemos, por ejemplo, que los gremios no cumplen con el cupo femenino y no les dan a las mujeres la posibilidad de expresar su voz. Están transformando las comisiones de género en los sindicatos en comisiones de inclusión y ponen al frente a varones, para abordar temáticas que tienen que ver con la discapacidad, por ejemplo, que son relevantes, pero que disuelven las problemáticas que afectan específicamente a las mujeres por su condición de mujeres.
–¿Por qué cree que generó tanta discusión la forma en que los hombres podían sumarse a la huelga de mujeres?
–Hay una confusión grande. Una de las pintadas que se amplificó del Encuentro Nacional de Rosario decía “muerte al machismo”. Algunos pensaron que íbamos a salir a perseguir varones y reaccionaron equivocadamente. La idea de que un sistema de opresión es lo mismo que una persona, es una gran equivocación.
–¿A quiénes van dirigidas las demandas cuando se dice basta de femicidios?
–Al Estado como conjunto. Las demandas de las marchas de Ni Una Menos estaban dirigidas al Ejecutivo, al Poder Judicial y al Legislativo. Cuando el Estado no aplica la perspectiva de género en las políticas públicas tiene como resultado situaciones concretas de violencia hacia las mujeres. La violencia es interpersonal pero es una violencia política. Como dice el slogan feminista: lo personal es político.