Chile: El extraño mundo de Michelle – Por Ricardo Candia Cares

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No encontró nada mejor para intentar aplacar la tremenda bronca que se dejó sentir en las calles, que anunciar que todo seguirá igual. El rechazo absoluto al sistema de AFP que llevó a marchar a casi un millón de personas, fue respondido por la presidenta Michelle Bachelet con el curioso anuncio de crear otra AFP. Y dos o tres medidas que no cambian lo sustancial: los pensionados reciben una miseria.

Como si las AFP existentes no fueran suficientes. Como si no importaran las voces que exigen su término porque lo que se requiere es un sistema que sí entregue pensiones dignas, de ser humano. La catástrofe social que ya se anuncia tiene que ver con la vida que definen las pensiones a quienes están recibiéndolas y que trabajaron por más de cuarenta años sometidos por obligación a un cogoteo cotidiano. Frente a ello, el esparadrapo que anuncia la presidenta, obligada por la explosión social que se avecina, solo intenta pasar de la mejor manera la tormenta. De soluciones reales, nada. Resulta necesario poner en duda el concepto del tiempo en la presidenta, que es como decir su vinculación con lo real.

Las personas comunes, es decir, aquellas afiliadas a esas máquinas de esquilmar trabajadores, entienden ese paliativo presidencial como una burla, una risotada que estalla en la cara de quienes deben sobrevivir con las migajas entregadas por las AFP. En el otoño de la vida, con deudas, plazos y responsabilidades, solo existen el aquí y ahora. En diez años más, habrá pajaritos nuevos. La vida es hoy.

Los anuncios presidenciales solo confirman el divorcio de los nuevos ricos con la gente común. Su desinterés, su desprecio. Una vez que emigraron hacia las alturas seguras de la capital, reforzaron su desconocimiento de las reales necesidades de la gente pobre, sus urgencias, exigencias, dolores y problemas. Ya no importaban, salvo, claro está, cuando debían votar. Y en todo este tiempo han afinado sus martingalas, pirotecnias y malabarismos que les permiten decir sin sobresaltarse: “Tranquilos, sus problemas serán resueltos en la medida que haya crecimiento, estabilidad, buena salud de las finanzas, control de la inflación, y, por sobre todo, paz social”.

Las necesidades de la gente pasaron a ser datos estadísticos que enarbolan solo para sus propios intereses. La nueva oligarquía se desvinculó de sus irresponsables declaraciones iniciales en formato de programa presidencial. En la opinión de los tecnócrata de sueldos millonarios y autos de lujo, atendidos los números y promedios, esa gente carenciada está mucho mejor que antes. Y sus reclamos y exigencias son de eternos disconformes, desagradecidos, ultrones o violentistas, a los cuales resulta legítimo y necesario enfrentar con las duras armas de la ley y las lumas policiales. Si han esperado tanto, ¿por qué no pueden esperar diez años más?

En los oligarcas que mandan el país jamás ha habido el interés por políticas públicas pensadas para la gente. Ha prevalecido el de los poderosos, de los de siempre y los de ahora. Y les ha importando un rábano que la gente sufra a diario con sistemas de transporte para animales, con hospitales que matan, con una educación clasista, con pensiones indignas, con una institucionalidad que estafa, con poblaciones que segregan, con aguas, tierras y aires envenenados y con políticos que deberían pagar lo que han robado con una rectificadora temporada en la cárcel.

La casta que se tomó la conducción del país luego de la retirada táctica de los militares, terminó siendo una administradora eficiente de un capitalismo extremo, inhumano, castigador, vengativo. Se convirtieron en los sostenedores de la peor herencia del tirano. La más impresionante, por su profundo sentido ideológico, es que el pueblo paga a diario su propia derrota en el momento en que a un trabajador le descuentan parte del valor de su trabajo para financiar a aquellos que los persiguieron, castigaron y mataron.

El anuncio presidencial no es sino un distractor para intentar aplacar la ira justificada de la gente estafada. Es una medida politiquera que juega con la necesidad inmediata de millones que ya no quieren esperar. Es charlatanería que quiere ser algo serio, una técnica que intenta burlar la gravedad y caer hacia arriba, o huir hacia adelante. ¿En qué mundo vive Bachelet?

Con certeza en uno en que no vive la gente que vota por ella.

(*) Escritor y periodista chileno. Estudió Física y Matemáticas en la Universidad Técnica, es asesor del Colegio de Profesores, autor de “El Coa y el Lenguaje de la Calle.

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