Un Mercosur sin dictaduras – Diario El País, Uruguay
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La gran prostitución del Mercosur, el desastre total, vino con la entrada de ese país por la ventana, para culminar la creación de un grupo de amigos ideológicos (Cristina Kirchner, Dilma Rousseff, José Mujica y el finado Hugo Chávez), más preocupados en aplaudir sus mesiánicos desvaríos que cumplir con el verdadero fundamento de creación del bloque: impulsar el comercio de sus pueblos, entre ellos y con el resto del mundo.
Este sainete de la presidencia pro tempore no da para más. Uruguay se ajustó a derecho y comunicó que, vencido el plazo de su mandato, obviamente que no seguía en el cargo. Impecable, lo que nos faltaba era que fuéramos acusados de los «tiranuelos del Mercosur» por culpa de la Venezuela de Maduro. Lo jurídico está siempre por encima de lo político, aunque cueste aceptarlo muchas veces, sobre todo si la barrabasada es grande.
Cuando asumió como Canciller, Nin Novoa fue muy claro y explícito: no se «caerá en la tentación de privilegiar la política al derecho». Si esto hubiera alumbrado la conducta de la administración Mujica, si hubiera sido respetado en su momento, el Mercosur —con los nuevos gobiernos de la región— estaría en condiciones de enfrentar con mejor talante el gran desafío del momento: los mercados para colocar a buen precio la producción nacional y adquirir, en las mismas condiciones, lo que hace falta al país; un intercambio fundamental para mirar el futuro con cierto optimismo por lo menos. Pero, justo, tuvimos el peor presidente de la historia.
Paraguay y Brasil lideran la exclusión de Venezuela. Ambos tienen imperio- sa necesidad de abrirse al mundo y ven en un Mercosur renovado las perspecti-vas ciertas de buenos negocios, ya sea con la Unión Europea o con la Alianza del Pacífico.
Distinto es el caso de Argentina; su canciller, Susana Malcorra, está empeñada en lograr el cargo de Secretaria General de las Naciones Unidas (cosa que no va a lograr) y en esa carrera «cualquier votito» sirve, incluso si el precio es convertirse en ciega, sorda y muda con la realidad venezolana.
Uruguay tiene a su cancillería —y a su gobierno también— en jaque permanente. Los problemas internos del Frente Amplio la han elegido en uno de los blancos preferidos. El eje MPP-Partido Comunista, cada vez más iguales, mantiene su identidad ideológica con el régimen venezolano, que tanto admiran y tantos «beneficios» les ha reportado. Y presionan, al punto de llevar al gobierno al disparate.
Solo con ese calificativo puede entenderse la afirmación de Nin de que Venezuela es una «democracia autoritaria». No es cierto, Venezuela es una parodia de democracia o una dictadura encubierta. Tan acertada ha sido la primera parte de la posición uruguaya (el derecho por encima de lo político) como errada y lamentable es esta segunda.
Salvo el mecanismo de las elecciones, ¿qué otro elemento de la democracia tiene el régimen venezolano? ¿Acaso es democrático los presos políticos, la privación de libertad por expresar un pensamiento distinto al oficialista? ¿O eso es propio de una dictadura? ¿Acaso es democrático amordazar o cerrar medios de comunicación porque no repiten la «verdad» única? ¿O eso es propio de una dictadura? ¿Acaso es democrático avasallar el Poder Judicial, quitarle independencia y convertirlo en un elemento más del aparato presidencial? ¿O eso es propio de una dictadura? ¿Acaso es democrático la gente que muere porque pasa hambre y las góndolas de los mercados están vacías mientras los militares (sostenes del poder) disfrutan de enormes privilegios y prebendas? ¿O es propio de una dictadura?
El régimen de Maduro es una dictadura y lo que correspondería es, lisa y llanamente, aceptar la propuesta del Secretario General de la OEA y ex canciller de Mujica, Luis Almagro de aplicar a Venezuela la cláusula democrática y suspenderla en sus derechos, no solo en la OEA sino en el Mercosur, que al fin y al cabo también tiene su cláusula democrática. Y si no se quiere esto, que se hagan gestiones de «buenos oficios» para hacer entender a Maduro y compañía que su presencia es mal vista en el bloque y que sería conveniente su retirada estratégica antes de tener que adoptar sanciones. Estamos seguros que lo entenderían, porque si no solo queda darle la extremaunción al Mercado Común del Sur vista su total y absoluta ineficiencia e inutilidad.
La canciller Rodríguez habla de «patadas de ahogado». Salvémosle la vida, que se vaya tranquila con su gobierno que seguramente todos viviremos mejor.