Juan Emilio Cheyre, excomandante chileno acusado por la ‘Caravana de la Muerte’: «Mi único pecado es haber estado ahí»

610

Por Francisco Artaza

El ex comandante en jefe del Ejército dice que enfrenta uno de los momentos más difíciles de su vida, tras ser procesado por el ministro Mario Carroza como cómplice de los asesinatos de 15 prisioneros políticos en octubre de 1973 en La Serena. El ex militar, que llevó al Ejército a reconocer la responsabilidad institucional en las violaciones a los derechos humanos, afirma que es inocente y relata su versión de lo que ocurrió el fatídico día en que pasó la comitiva del general Arellano Stark por el regimiento donde estaba destinado como teniente.

En una carpeta, en el escritorio de su casa, Juan Emilio Cheyre tiene redactada hace varios días la carta dirigida a la Presidenta Michelle Bachelet con su renuncia al directorio del Servicio Electoral. No la ha firmado aún, dice, por un sentido de responsabilidad, para no dejar al organismo electoral sin el quórum para sesionar en un momento delicado, con el proceso de las elecciones municipales en marcha. La renuncia es sólo uno, el menor, de los costos que el ex comandante en jefe del Ejército enfrenta luego de que fuera detenido y procesado por el ministro Mario Carroza como presunto cómplice del fusilamiento de 15 prisioneros políticos durante el paso de la Caravana de la Muerte por el Regimiento Arica de La Serena el 16 de octubre de 1973, cuando el entonces teniente Cheyre se desempeñaba como ayudante del jefe del regimiento.

“He dicho toda la verdad y he aportado todo lo que sé de esas horas en el Regimiento Arica, como lo he hecho en todos y cada uno de los casos en que he sido requerido”, afirma en esta entrevista, en la que sostiene  su total inocencia ante los cargos que se le imputan.

“Estoy viviendo uno de los momentos más difíciles de mi vida”, “estoy golpeado”, dice, pero añade que confía en que demostrará ante la justicia que “jamás he violado los derechos humanos”.

En su discurso de despedida como comandante en jefe usted dijo que la verdad y la transparencia eran el camino para la paz. En función de ese mensaje, cabe preguntarle: ¿Usted colaboró o facilitó de algún modo el asesinato de 15 personas en La Serena en octubre de 1973? 

En el asesinato de las personas del 16 de octubre de 1973 yo no tuve participación alguna, no supe ni escuché antes, durante ni después que habría consejos de guerra, fusilamientos ni ejecuciones, jamás.

¿Cómo grafica el golpe de haber sido detenido por esta causa?

La instrucción del ministro Carroza era presentarme antes de las cuatro de la tarde en la Brigada de Derechos Humanos de la PDI, sin darme mayores antecedentes. La recibí alrededor de las 13.30 horas y en 10 minutos la cumplí. No pasó más de media hora cuando ya estaba detenido. Estoy viviendo, sin duda, uno de los momentos más difíciles de mi vida. Estoy en un tránsito inesperado. Estoy golpeado. Pero, como lo he hecho toda mi vida, estoy tratando de encontrarle sentido a todo esto. Siempre he enfrentado mi vida con la verdad por delante. Creo que lo demostré en situaciones críticas que me tocaron vivir, como lo fue Antuco, o cuando reconocí la responsabilidad del Ejército. Por eso, el sentido con que he tomado todo esto que estoy pasando es demostrar mi compromiso por el tema de los derechos humanos.

Mientras estuvo detenido, uno de los mensajes que envió a sus cercanos decía que usted no había cambiado, que seguía siendo el mismo, que lo que había cambiado era el contexto. ¿A qué se refería? 

Soy el mismo de siempre. Soy la misma persona que hasta hace poco tiempo era vista como una persona que buscó contribuir a la reconciliación y a la paz social; la caricatura que se hace ahora de mí es falsa y espero demostrarlo. Yo soy inocente, no he cometido ninguna violación a los derechos humanos y mi compromiso en esa materia es el de siempre. Hoy se muestran como revelación, como elementos novedosos, documentos de la época, que ya eran públicos y que ahora son sacados de contexto. He sido investigado por 20 años a nivel judicial y extrajudicial. Mi nombramiento como comandante en jefe fue producto de una acuciosa investigación. No me hubieran nombrado si es que hubiese surgido algún antecedente, y puedo asegurar, desde lo más profundo de mi corazón, que yo no hubiera aceptado el nombramiento de comandante en jefe del Ejército si es que hubiera tenido una reserva moral respecto de haber violado o haber estado comprometido en violaciones a los derechos humanos.

Su defensa ha dicho que detrás de estas acusaciones hay una persecución política en su contra. ¿Quiénes están detrás de esa acusación?

Atribuyo todo esto que me está pasando a una confluencia perversa entre dos extremos. Aquí confluyeron dos sectores opuestos. En mi caso, cuando hablan desde el mundo de los derechos humanos lo hacen desde el dolor. Pero también circula en ese ambiente mucha información falsa, basada en invenciones de la gente de Manuel Contreras, de gente vinculada a la Dina. Hay algunos que cuestionan derechamente la transición militar y, por otra parte, hay gente que quiere simbolizar en mí la enorme tragedia que se inició ese 11 de septiembre. Yo comprendo de verdad el dolor de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, lo digo de corazón, lo siento desde que fui consciente de que la profundidad de la fractura era inmensa para las víctimas de los derechos humanos y de que había una ceguera hacia esas familias, especialmente desde el mundo castrense. Por eso, creo que equivocan el flanco y ese es el drama interno que yo y otros estamos sufriendo.

La mayoría de las cartas y declaraciones de respaldo a usted han provenido de dirigentes de la ex Concertación, como el ex Presidente Lagos, el ministro Fernández. ¿Ha recibido el apoyo de sus ex camaradas de armas?

No quiero entrar a personalizar las muestras de apoyo y de confianza transversales que he recibido. Algunas de ellas conmovedoras, cartas de personas que sufrieron muchísimo, que perdieron a sus seres queridos en violaciones a los derechos humanos. Eso ratifica lo que decía antes, que sigo siendo el mismo de hace 20 años, en los que me han investigado de manera exhaustiva sin encontrar nada. También he recibido el apoyo de mis ex compañeros y camaradas de armas, pero usted sabe que en ese mundo las decisiones que tuve que tomar me han traído consecuencias muy serias. Hay sectores que no entienden y otros que derechamente no aceptan el proceso que llevamos adelante para avanzar en la reconciliación. Pero yo sigo creyendo que hicimos lo que había que hacer.

Fusilamientos en La Serena

¿Cuáles eran sus tareas específicas como ayudante del comandante del Regimiento Arica, el coronel Ariosto Lapostol, en octubre de 1973? 

El ayudante del comandante es un asistente, un secretario. No es alguien que planifica o comenta decisiones, no es un asesor del mando. Está en la oficina del lado, lo llaman con un timbre, recibe órdenes. Cuando estás en un espacio abierto, con el comandante hablando con un superior, el ayudante se mantiene a prudente distancia para no escuchar. No es alguien a quien el comandante le cuente cosas o comparta su visión o por qué va a resolver algo. Sostener lo contrario es no entender cómo funciona una institución jerárquica. Desde el 10 de septiembre yo había entregado el mando de una compañía, desde entonces no tenía personal a cargo, no tenía ningún vehículo a mi disposición, no tenía armamento a cargo ni material de guerra. Para los efectos de las imputaciones que se me hacen, como ayudante yo no tenía ningún soldado a mi cargo.

¿No era una especie de segundo al mando en el regimiento?

Jamás fui segundo comandante, ni miembro de la plana mayor. Ese cargo lo ostentaba el mayor Marcelo Moren Brito, quien era el segundo comandante del regimiento y jefe de la plana mayor y quien el 16 de octubre de 1973 volvió al regimiento.

¿Debió asumir otras tareas operativas en ese tiempo, más aún cuando varios de los oficiales del regimiento estaban destinados a reforzar tareas en Santiago, entre ellos Moren Brito?

Jamás. Una mentira que se ha dicho en este caso es que yo era el jefe subrogante de Inteligencia. Esa es una materia que la investigación ya descartó. Jamás cumplí cargos en Inteligencia. El jefe de Inteligencia es el jefe de la plana mayor y ese era el mayor Moren Brito. Ahí hay otra falsedad que se ha dicho, porque yo nunca fui jefe de la plana mayor. Además, la lista de oficiales era amplia, unos 14, entre ellos dos mayores en retiro que fueron llamados a servicio en esa época. Mi actividad en esa época estuvo circunscrita a ser ayudante del comandante de regimiento, ayudante del jefe de plaza, ayudante del intendente, y como tal era responsable de la normalización, primero del abastecimiento y luego del nombramiento de las autoridades que acompañarían al intendente. En eso centré toda mi actividad, no había espacio para otras cosas, tampoco tenía los medios. Eso está acreditado en mi hoja de vida, en mis informes, en las declaraciones de testigos y en artículos de prensa de la época.

¿Cuándo se enteró que llegaría a La Serena la comitiva del general Arellano Stark? 

Para nosotros era un día normal, cuando nos enteramos por teléfono de que venía en camino una comitiva con un general. Posteriormente, supimos que era Arellano y que venían el mayor Moren Brito y otros oficiales. La comitiva estuvo apenas tres o cuatro horas en La Serena.

Recuerda ese 16 de octubre de 1973, ¿cómo se presentó el general Arellano Stark ante el Regimiento Arica?

Me tocó participar junto a todo el personal del regimiento en una arenga que nos dio el general Arellano sobre el deber ser militar. Nos formaron a todos en una parte del regimiento. Esa fue la única vez que escuché a Arellano. Los acontecimientos  posteriores demostrarían que todo lo que dijo era una mentira, que era un discurso diferente a la tragedia que se desencadenó ese día. Después me tocaría acompañar a cierta distancia al comandante Lapostol, quien se reunió con Arellano en su oficina. Yo no entré a esa reunión, me quedé en mi oficina, que estaba al lado.

¿Sabía la misión que tenía Arellano como delegado del comandante en jefe y de lo que eso implicó durante el paso de la comitiva por el sur de Chile entre el 30 de septiembre y el 6 de octubre, en el que fueron asesinadas 26 personas?

Hay que situarse 45 años atrás, en una época en la que no había teléfonos directos, ni WhatsApp, internet, ni siquiera fax. Las comunicaciones se hacían vía operadora, por telegrama o radio. Una época en la que no había diarios que difundieran esas noticias. No había escuchado nada respecto de un helicóptero que andaba recorriendo ciudades ni de sus efectos. Insisto en que no supe ni antes, durante ni después de que habría fusilamientos ni ejecuciones. Sólo escuché ese día los tiros, cuando estaba a una considerable distancia del lugar donde se realizaron, lo que quedó perfectamente establecido en la reconstitución de escena que hizo el juez Carroza. Nunca fui al lugar de ejecución y en el proceso nadie sostiene eso. De las ejecuciones me enteré después, cuando tras escuchar los tiros, el coronel Lapostol ordenó a un oficial ir a ver qué ocurría y él regresa y dice que hay muertos, ni siquiera dijo en ese momento cuántos ni quiénes eran. Yo no tenía cómo saber las atrocidades que se cometieron ese día. Cada vez que he sido citado he relatado la secuencia en que ocurrieron los hechos. Yo no he sido cómplice, ni participé en violaciones a los derechos humanos, mi único pecado es haber estado allí. Yo soy inocente y lo demostraré. Cuando se produjeron los disparos, yo estaba a unos 20 metros de distancia del coronel Lapostol y del general Arellano, a cientos de metros de distancia de donde se hicieron las ejecuciones y sin ángulo de visión de ese lugar.

¿Qué pasó después de la llegada de Arellano y su comitiva a La Serena? Algunas versiones señalan que hubo una reunión en el segundo piso del regimiento en la que Arellano revisó algunos de los procesos judiciales que estaban en marcha contra partidarios del gobierno de Allende. ¿Es eso efectivo?

Yo no asistí a esa reunión, me quedé en mi oficina, ubicada al lado de la oficina del coronel Lapostol. Me llamaban con un timbre y yo recibía órdenes. Lo único que puedo decir es que en un momento salió el coronel Lapostol muy alterado y yo lo sigo. Lapostol me indica que la comitiva va a partir y que prepare un almuerzo. Insisto en que no participé y que hay versiones falsas sostenidas por una confluencia entre los sectores extremos que he mencionado.

¿Tampoco entregó su opinión?

Mucho menos, un teniente ni un ayudante están para entregar opinión. Reitero que yo no conocí ninguna decisión que condujera a los hechos que posteriormente se conocieron. Más tarde tampoco se habló.

Ex presos políticos de la Serena sostienen que usted participó en la patrulla que fue a la cárcel…

Jamás, yo no tenía personal a cargo, ni vehículos a mi disposición. No tuve mando de tropas, ni labores operativas, ni de inteligencia. Es una falsedad absoluta, tremenda, lo que han dicho algunas personas y quedó demostrado en la reconstitución de escena que ordenó el ministro Carroza y en la que quedó en claro que yo no estuve en ese lugar. No es la única falsedad que anda circulando. En el último tiempo han salido muchos antecedentes en los que se cambian personas o hechos para inculparme. El programa de Derechos Humanos dice que yo sabía lo que iba a ocurrir. Vuelvo al contexto histórico, no tenía cómo saber. El bando militar es otro tema que plantea en mi contra el Programa de Derechos Humanos. Sobre eso, lo que ocurrió fue lo siguiente: cuando Lapostol se entera de que hay muertos, consternado le ordena al fiscal Cazanga que lo redacte. Lo revisa Lapostol y a mí me ordena, en mi condición de ayudante, que lo lleve al diario.

¿Sabía que quienes fueron a buscar los detenidos eran miembros de la comitiva de Arellano?

Nunca lo supe. La comitiva de Arellano, eso sí, tuvo una labor en paralelo, que yo desconocía. Lo he declarado en las múltiples oportunidades en que he rendido testimonio ante la justicia. En ese almuerzo no estaba toda la comitiva del general Arellano Stark. La comitiva de Arellano yo la perdí de vista y ya no estaba completa desde el momento de la arenga que nos da el general al personal del regimiento. Usted comprenderá que en esas tres o cuatro horas se pudieron haber producido muchos hechos de los que yo no estuve enterado. En ese día yo nunca traspasé la línea del frontis del regimiento, de las oficinas de la comandancia y del casino de oficiales.

¿Quiénes son los miembros de la comitiva de Arellano que actuaron en forma paralela a lo que usted estaba haciendo?

Lo he declarado a los tribunales, donde corresponde decirlo.

Moren Brito era segundo comandante del regimiento y conocía perfectamente la unidad… 

Moren tenía el mando absoluto de todo el regimiento y, por supuesto, de las actividades de inteligencia. Los únicos que no dependían de Moren Brito, que no formaban parte de su línea de mando, éramos el comandante, por ser su superior, y yo, que por ser ayudante, respondía directamente al comandante.

Según el relato del coronel Lapostol, cuando van saliendo del almuerzo escuchan disparos en el polígono. ¿Qué fue lo que pasó exactamente? 

Eso es efectivo. Súbitamente, sin que hubiera razón alguna, una ráfaga.

¿Cómo reaccionan en ese momento?

Lo que vi fue una consternación completa y que el coronel Lapostol le pregunta a Arellano algo así como que si esto tenía que ver con algo relacionado con los consejos de guerra. Yo estaba a unos 15 o 20 metros de distancia y lo que vi en ese momento entre Lapostol y Arellano es una conversación tensa. Hay consternación, una sorpresa muy grande. Yo no sé si todos, pero por lo menos yo nunca escuché que podía haber algo distinto a una revista normal de un regimiento.

En ese momento el coronel Lapostol le ordena al capitán Vargas ir al polígono a ver qué había sucedido… 

Yo ya no estaba ahí, Lapostol me ordena ir a la ayudantía.

¿Cuándo se entera usted de que fueron ejecutados prisioneros políticos?

Me entero después. “Hay muertos”, me dice aún sorprendido el comandanteLapostol.

¿Qué ocurre después?

Lapostol estaba desencajado, estaba afectado, emocionado, pero en control de sus decisiones, y dice que lo primero que hay que hacer es comunicar, para que los familiares sepan de algo. Por entonces él no conoce ni los nombres ni el número de muertos, o por lo menos no me los comunica. Y ahí resuelve lo del bando y que se haga una reunión con cada familia.

¿Cómo reacciona cuando se entera que personas fueron fusiladas al interior del regimiento? 

(Se emociona y con voz temblorosa continúa el relato) Fue algo totalmente inesperado. Sentí impotencia, un dolor muy fuerte… Lapostol me decía “la verdad, la verdad, hay que comunicarle a esta gente”. Es un momento trágico de mi vida. ¿Qué le puedo decir? Muchas decisiones de las que hoy me critican a mí, yo las tomé por el recuerdo de ese momento. El “nunca más”, usted sabe la profundidad del efecto de esa frase. A mí ese momento me quedó marcado a fuego, y cuando llegué a los niveles que llegué, tomé el compromiso de usar mi espacio de mando. Uno no puede reparar el daño causado en tragedias que vivió Chile… pero… de hecho, el “nunca más” yo lo pronuncio en Calama, ¿y por qué lo hago ahí?, porque de todo lo que yo había leído a esa fecha, el relato de lo ocurrido en Calama con la Caravana de la Muerte es trágico, y estaba la consternación que sentía desde los 26 años, por el fusilamiento en La Serena, aunque no lo vi, ni vi después a los muertos. Y el segundo hecho que me consternó, el lanzamiento de personas al mar. Por eso asumí la responsabilidad institucional del Ejército. Ahí dije: “El Ejército de Chile tomó la dura pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como institución le cabían en los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado”. Eso lo pude decir en ese momento, como comandante en jefe.

En algún puno del proceso, una versión entregada por el ex agente de la Dina Pedro Rodríguez señalaba que los oficiales del regimiento, entre ellos usted, observaron el fusilamiento y fueron obligados a rematar a los detenidos. ¿Usted no presenció los fusilamientos? 

Esa versión proviene de un ex agente de la Dina y está desvirtuada en el proceso judicial. Sin embargo, si revisa Google y en los diarios electrónicos, esa versión se da como un hecho cierto. Le repito, yo no pasé la línea de mi oficina en el frontis del regimiento, el jardín anterior y el casino de oficiales.

¿Por qué no reprochó a sus superiores lo que había ocurrido ni lo denunció con posterioridad?

Pido nuevamente ponerlo en contexto. El 11 de septiembre yo tenía 25 años, cumplí en octubre los 26. Estaba en una institución jerarquizada, donde se nos ordenó asumir que nos encontrábamos en guerra. Muchas veces he reflexionado en lo que usted me pregunta, si acaso mi mayor responsabilidad fue quedarme en el Ejército, pero ¿se me puede acusar hoy de querer ser militar? De haber tenido a los 14 años una vocación que se consolidó fundamentalmente por la imagen y el actuar de mi padre en la carrera militar de la cual yo me sentía orgulloso. ¿Debí haberme ido? ¿Pude hacer más? Sin duda, en la vida he cometido errores profesionales y humanos y lo que le puedo decir es que cuando tuve la posibilidad de obrar, lo hice con plena convicción. Cuando asumí el mando del Ejército, en marzo del 2002, yo reuní al alto mando y les entregué lo que se llama el concepto de mando, mi carta de navegación, pero les dije que no quería que fuera mi proyecto, sino que fuera nuestro proyecto, para que eso se plasmara en un actuar colectivo.

¿Y cuáles eran los principios en ese concepto de mando? 

El eje estructurante es que el mando que a mí me correspondía en el Ejército quería conducirlo de una manera diferente al general Pinochet. Ese concepto de mando lo que buscaba, por una parte, era que el Ejército fuera percibido como de todos los chilenos y, a su vez, sufriera una profunda transformación operativa de acción internacional de capacidad de la fuerza. Que nos desvinculáramos de todo lo político y, en lo fundamental, la base, era que enfrentáramos el tema de los DD.HH. y asumiéramos las responsabilidades que no se habían asumido. El rol que me correspondía asumir no sólo a mí, a todo el alto mando, era el de devolverle el Ejército a Chile, intentar una normalización de las relaciones civiles y militares. Esto me ha traído consecuencias.

¿Cuáles son esas consecuencias? ¿En su opinión, esta investigación judicial? 

Entre otras. También la crítica, el dolor, las amenazas, la incomprensión. Pero, de otro lado, un apoyo en lo personal tremendo. No se me va olvidar jamás: una señora que en el aeropuerto -ya era general en retiro- me dice: “¿Usted es el general Cheyre?”. “Sí”, respondo. “Señor -me dice mirándome profundamente a los ojos-, me mataron a mi marido y a mi hijo. Yo sé que no van a pasar ninguna Pascua más conmigo, pero lo que ustedes han hecho me hace estar tranquila”.

¿Por qué no hizo antes un reproche al menos ético de lo que pasó en La Serena con la Caravana de la Muerte?

Los reproches éticos que pude ejercer creo que los ejercí desde el momento en que pude hacerlo, a plenitud, y ya le he relatado que el basamento de mi actuar, en gran medida, se encuentran en esa experiencia límite de cuatro horas en el Regimiento Arica de La Serena. Porque esa es una experiencia límite. Cuando tuve la capacidad de actuar, actué. Y creo que eso refleja el reproche ético interno que siempre tuve de los hechos, de esa experiencia trágica que me correspondió vivir, pero también de los análisis que tuve de documentos de la época que pude conocer como jefe del Estado Mayor del Ejército el año 2001.

General, llegó a la comandancia en jefe el 2002. ¿Cómo se explica que no se denunciaran antes acusaciones tan graves como las que ahora se están dando a conocer? Por ejemplo, que usted habría torturado detenidos. 

Hoy estoy siendo acusado por hechos que nunca cometí. Y aparecen cosas insólitas. El semanario Cambio 21, con fecha 19 de julio, dice: “Los documentos que delatan a Juan Emilio Cheyre”, y menciona tres documentos. El primero, la transcripción de un telegrama del Ministerio del Interior al jefe de plaza, el comandante Lapostol, quien lo revisa, subraya y dice “transcríbase y cúmplase”. El documento dice: por orden del jefe de plaza. Es una categorización seguramente dictada a todo Chile. Pero en el medio de comunicación se pone como algo que invento yo. Segundo documento: se hace aparecer un pacto secreto como recién descubierto, cuando ya lo había publicado La Tercera el 11 de marzo del 2006, no como pacto secreto, porque jamás lo fue, sino que se explica que fue uno de los documentos que yo ordené desclasificar para entregárselo al ministro Muñoz como parte de la investigación del caso Riggs. Se trata de un acuerdo firmado en 1996 por todo el alto mando. Yo soy uno de los generales menos antiguos y el último que lo firma, porque estaba en España, sin embargo, se muestra ahora como que soy coautor de un pacto. Yo soy el que desclasificó miles de documentos para entregarlos al ministro Muñoz y a los tribunales. Entonces, estas falsedades, que aparecen como revelaciones actuales, se usan para especular. Entonces es una locura de fantasías que claramente tienen un fin.

¿Y cuál podría ser ese fin?

Aquí están convergiendo extremos que son peligrosos. Quieren hacer una caricatura de que Cheyre no es el que es.

¿Cómo su propia experiencia lo marcó para que en un momento llegara a dar el paso del “nunca más” y del reconocimiento institucional?

Los pasos que di no son de un “yo”, sino que de un “nosotros”. Y también están en muchos que están detenidos como culpables en violaciones de los DD.HH. El sufrimiento, como dije ahí, no es comparable, pero usted cuando tiene la dimensión de la profundidad de la fractura, está obligado a actuar. Siento que aquí equivocan el flanco, porque ese profundo dolor de la gente que sufrió yo lo respeto. Me duele, porque lo conozco profundamente. Yo hablé con cientos de ellos y sus representantes, como el padre Baeza, por ejemplo. Ahora, para mí fue doloroso y la paradoja es que hoy ciertos sectores vinculados a ellos estén con una estrategia de la naturaleza como la que describimos. Creo que este no es el camino de la reconciliación, la justicia debe operar, la verdad debe imponerse.

¿Cuáles van a ser sus próximos pasos?

Lo verá mi abogado ante el tribunal. Desde que a mí me nombraron como posible comandante en jefe empezó esta ofensiva sistemática. Agrandada en estos últimos meses a niveles insospechados y con un nivel de falsedad que le he descrito con dos o tres ejemplos. Mi compromiso en estos 20 años ha sido con la verdad, con la justicia y con el cumplimiento pleno de lo que ello conlleva, como presentarme a los 10 minutos para recibir una resolución judicial que no comparto, pero que será debatida en tribunales. Yo sigo confiando en la justicia.

La Tercera

Más notas sobre el tema